Todavía en los potreros de Guasimal pasta algún que otro recelo con ese grupo de mujeres, muy jóvenes casi todas, que desde el pasado año dejaron boquiabiertos hasta los ganaderos más liberales de la zona: allí inició sus faenas la única brigada de mujeres dedicadas a la inseminación artificial en Cuba.
Ni el más soñador de los ganaderos de la comarca, enclavada al sur de Sancti Spíritus, podía imaginar décadas atrás que el rudo y peligroso oficio de inseminar terminaría en manos de unas muchachas que, además de derribar no pocas talanqueras para formarse como inseminadoras, consiguen desde su debut una efectividad en la gestación de las vacas por encima de los índices tradicionales.
Tal y como van las cosas, Pijirigua, la simpática vaca de Raúl Ferrer que a toda costa quería “seguir a la antigua” no tendría cabida en estos potreros, porque la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Bienvenido Pardillo, a la que pertenece la brigada, ha colocado la actividad —junto al fomento de plantas proteicas— en el centro de sus prioridades con el fin de mejorar la genética, buscar razas lecheras y resistentes a la zona, declaró a Escambray Orlando Obregón Medinilla, presidente de la base campesina.
“Iniciamos el trabajo con la brigada de seis inseminadoras, la única en el país, que cuenta con todos los recursos requeridos para esa actividad incluyendo un moderno equipo de ultrasonido para las vacas; además, tienen bicicletas eléctricas, montura, basto, freno y caballo.
“Le vamos a poner a la inseminación todo lo que lleva y consideramos que eso se puede revertir en que la CCS pueda llegar en próximas etapas a los 2 millones de litros de leche
—acumula 10 años consecutivos entregando un millón—, cuando tengamos una reproducción más segura, mejores vacas y hasta novillas certificadas”, precisó Obregón Medinilla.
LAS INSEMINADORAS
Tanya Herrera Muñoz atesora su vocación ganadera desde la cuna y refirió que para conformar la brigada pasaron un curso en la escuela de Ganadería de Sancti Spíritus. “Fue una idea que surgió de un grupo de muchachas que estábamos prácticamente desempleadas, lo planteamos a la cooperativa y así se creó el proyecto; siempre hemos tenido relación con el ganado, unas por ser hijas de campesinos y otras por ser veterinarias que llevan tiempo trabajando en el mundo de la ganadería”.
¿Cómo una joven de 20 años pudo apegarse a un oficio atípico para las mujeres?
“Me chocó desde el principio en mi misma casa, porque mi papá tiene tres hijos varones que no quieren saber ni de vaca, carnero, ni nada; a mí sí me gustaba, entonces él, de carácter fuerte y machista, decía: ‘Las vacas no, la niña es para otra cosa, es algo muy fuerte, te vas a chivar las manos’ y cosas así… Un día se enfermó y le demostré que si no hubiese sido por su hija hembra las vacas se le hubieran muerto; hoy por hoy entre los dos ordeñamos las vacas todas las mañanas.
“Es un oficio atípico para la mujer, riesgoso, pero todo empieza porque te guste, esto necesita sacrificio y amor, el trabajo con el ganado vacuno no tiene día, el animal no sabe si es lunes o sábado, si hay fiesta en Guasimal o estás agotada”.
Para desempeñar esa función hacen falta conocimiento y habilidad, afirmó la joven porque “hay que batallar con el animal, meterlo en un cepo y luego aplicar la técnica; ya he inseminado, le presté un servicio a un campesino y de 10 vacas quedaron gestadas siete, hasta donde conozco se considera un promedio eficaz cuando la inseminación llega al rango del 45 por ciento. También he inseminado cerdas y he visto el fruto de ese trabajo”.
ULTRASONIDO EN EL POTRERO
Yolanda Sierra Alonso, jefa de la brigada, explicó que están a la espera de la capacitación para operar el equipo de ultrasonido portátil —técnica nueva en el país—, “el cual permitirá ver como está la gestación, la posición del ternero y si la vaca tiene algún problema. Todavía hay algunos campesinos que nos miran con recelo, es que están adaptados a vernos como veterinarias, no como inseminadoras”, subrayó.
Leidy Marian Salvador Álvarez integra la brigada y lleva también las riendas de la Veterinaria en la CCS, multioficio que lejos de agobiarla amplía sus horizontes laborales. “Los conocimientos de la escuela fueron válidos, pero la práctica es la que nos va a enseñar de verdad, tampoco nos ha faltado la guía de los dos inseminadores tradicionales de la cooperativa; en mi casa me apoyan para no troncharme algo que me gusta y veo útil”.
Desde la Enseñanza Primaria Tanya Herrera anunció su vocación ganadera y con perseverancia derribó cuanta barrera encontró en el camino. “No percibo rechazo ni en la familia, me ven como un ejemplo porque rompí aquello de que una mujer no podía ser inseminadora”.
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