Impacientes sobre la impunidad real o aparente con que actúan en Venezuela los enemigos de su independencia y soberanía, empezando por el autotitulado presidente encargado Juan Guaidó —quien acaba de pedir al Comando Sur de Estados Unidos “apoyo estratégico” en sus planes para provocar la intervención del imperio en esa nación hermana—, a veces no nos percatamos de la complejidad enorme del entramado político actual en la patria de Bolívar, superior quizá a un tablero de ajedrez, y mucho más riesgoso.
Expresamos esto porque, aunque sus muchos delitos y traiciones indican la necesidad perentoria de encerrar al tal Guaidó entre rejas y procesarlo judicialmente bajo los más altos cargos que contempla el código penal venezolano, no procede obrar a la ligera —menos en este caso—, por cuanto su encarcelamiento figura entre los pretextos que espera Estados Unidos para lanzar su muy insinuada intervención “humanitaria”.
De momento, el apóstata ya fue despojado por los organismos competentes de su inmunidad parlamentaria y está “en remojo”, como decimos los cubanos, para ocupar su puesto en la cárcel, cuando la coyuntura lo amerite, si antes sus tutores en Washington no deciden su eliminación física para tomarlo como bandera contra el gobierno legítimo de Nicolás Maduro, única utilidad que le quedaría luego de sus sucesivos fracasos, como el intento de golpe de estado del 30 de abril pasado que, más que dramático, resultó ridículo.
Decíamos que ya empieza a verse la labor de los órganos judiciales del país morocho porque sin prisa, pero sin pausa han ido cerrándoles el cuadro a los traidores golpistas, escudados muchos de ellos en su condición de miembros de la Asamblea Nacional —en desacato desde 2016—. Hasta ahora nueve, aparte de Guaidó, han sido despojados de su inmunidad parlamentaria por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), paso previo a su puesta a disposición de los tribunales de justicia.
No extrañaría entonces que, una vez reunidas todas las pruebas sobre la actuación sediciosa, golpista y traidora de estos individuos, se inicien contra ellos juicios ejemplarizantes en los cuales se ponga de manifiesto —para conocimiento público interno e internacional— la extensa hoja delictiva que acumulan en contra de su propio país y de su pueblo.
Entretanto, este proceso continúa su curso en medio de redoblados intentos de Estados Unidos y de su marioneta vocinglera, Juan Guaidó, por lograr por medio del chantaje y la lisonja que entre los más altos mandos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) surja un renegado del tipo del chileno Augusto Pinochet, que clave un puñal por la espalda a Venezuela para entregarla atada de pies y manos en brazos del imperio.
Al parecer, la humillante promesa de que al traidor o los traidores potenciales se les perdonaría el “delito” de haber servido lealmente a la Constitución y al país al que pertenecen si se pasan de bando ha obrado de forma contraproducente, porque, como dice el proverbio, quien no la debe, no la teme.
Entretanto, también, continúa en Washington el asedio de grupos de la oposición recalcitrante a la embajada de Venezuela, resguardada desde adentro por activistas simpatizantes del Gobierno legítimo de la nación suramericana, quienes no han permitido el ingreso al inmueble del “embajador” designado por Guaidó, de nombre Carlos Vecchio, cuyo violín, como dice la canción, no ha podido tocar hasta ahora, o ha dado nota falsa.
La mala nueva es que la policía de Washington irrumpió en el local luego de romper los candados que protegían las puertas, y entregó una orden de desalojo sin firma a las personas que permanecen en su interior, autodenominadas Colectivo de Protectores de la Embajada. Pero los manifestantes dentro y fuera del edificio rechazaron la agresión por ser —alegaron— una violación a la Convención de Viena.
Además, esas personas aseguraron que la entrada ilegal en la embajada de dirigentes de la oposición venezolana, forma parte del golpe de Estado continuado contra el Gobierno constitucional de Nicolás Maduro. Demostrando su parcialidad, las autoridades locales le cortaron a la sede diplomática la electricidad y el agua, en tanto se intenta impedirles la llegada de alimentos.
El escenario, como se aprecia, no es estático ni nada que se le parezca, por cuanto a cada momento surgen en el país o en el exterior, nuevos elementos vinculados la crisis venezolana como la discusión que sostuvieron en la ciudad rusa de Sochi, el canciller ruso, Serguéi Lavrov y el secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo, quienes discutieron, entre otros temas, la situación en el país suramericano, sobre la cual no hubo consenso.
A su regreso a Moscú, el titular ruso de Exteriores aseveró que la posición de su país sobre la situación en Venezuela se basa en la premisa de que “la democracia no se establece por la fuerza” y puso como ejemplo naciones como Irak, Libia y otras donde las intervenciones militares no aportaron nada bueno. El diplomático destacó, además, que su país aboga por «el apoyo del diálogo y la consideración de todas las cuestiones por los propios venezolanos, sin ultimátum y sin condiciones previas”.
Así las cosas, la agresividad de la administración Trump, que ha abierto nuevos escenarios de confrontación en distintas partes del planeta, han hecho más complicado el escenario internacional, como es el caso de la provocación montada en la región del Medio Oriente, donde, no contento con las medidas de asfixia económica decretadas contra Irán, ha enviado a la zona una fuerza naval encabezada por un portaaviones, en gesto irresponsable, capaz de generar un conflicto de enormes proporciones.
Aunque esa situación no atañe directamente a Venezuela, puede influir e, incluso, determinar en el curso del conflicto venezolano, porque posee potencial para hacer estallar el polvorín que hoy constituye Oriente Medio, donde confluyen grandes intereses de las principales potencias mundiales. Como a veces se expresa popularmente, una pulmonía puede hacer olvidar la gripe.
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