De la imagen de aquellos pueblos que se convirtieron en noticia en septiembre del 2017, cuando casi todas las comunidades de Yaguajay fueron vapuleadas a su antojo por el huracán Irma, hoy queda muy poco. Pasado el meteoro, como primeras urgencias las orillas de la carretera y algunos asentamientos se “sembraron” con casas hechas con tabla de palma; meses después comenzaron a crecer nuevos asentamientos, algo así como el anuncio temprano de que en muy corto plazo el norteño territorio dejará a un lado la funesta notoriedad de tener el más deteriorado fondo habitacional de la provincia.
Con novedades en las tecnologías utilizadas, entre ellas casas rústicas, petrocasas, biplantas y edificios multifamiliares, a Yaguajay le nacen barrios enteros en la localidad de Mayajigua, en el reparto Revolución, en el antiguo Taller Central de la cabecera municipal y en la periferia, comunidades convertidas en techo seguro para los centenares de familias que el huracán despojó de sus hogares.
Según datos ofrecidos por las autoridades del territorio, de las 10 087 viviendas afectadas por el evento meteorológico se ha solucionado el 86.3 por ciento, entre ellos 447 de los 1 301 derrumbes totales que se reportaron y más del 80 por ciento de los derrumbes parciales. De igual forma, se trabaja intensamente en los daños en cubiertas tanto totales como parciales, ambos con más del 90 por ciento de solución.
“El pasado año en el municipio se aprobó un plan de 435 inmuebles y se concluyeron unos 170, de ellos 20 rústicas con cubiertas de zinc, 72 con la tipología Gran Panel concentrados en los 20 apartamentos concluidos en el Taller Central e igual cantidad en el Reparto Revolución, junto a 32 petrocasas, además de algunas viviendas aisladas, todas con destino a damnificados y familias que viven en condiciones precarias” apunta Rolando Anry López Figueroa, director de la Vivienda en ese municipio.
RENACEN MÓDULOS SANDINO
El hombre, ya septuagenario, camina y observa, cuenta a punta de dedos la cantidad de casas y regresa sobre sus pasos para, desde su puesto de mira, seguir la trayectoria de la grúa que levanta vigas de techo. Al rato, ya cerca del grupo de albañiles, dice para sí mismo: “Al menos las rancherías han ido desapareciendo”.
Y es que en un recodo de Mayajigua, gente que sabe de muchos oficios, integrantes de brigadas de la Empresa Agropecuaria Obdulio Morales y de la Empresa Agroindustrial de Granos Sur del Jíbaro se empeñan en levantar casas utilizando el olvidado sistema Sandino —solución constructiva de prefabricado de pequeño formato empleada de forma masiva en Cuba desde la década de los 60—, las cuales, si bien por su diseño algo rígido no gustaban mucho, resolvían en parte la problemática habitacional ya que aseguraban construcciones muy duraderas y resistentes.
“Aquí tenemos que edificar 50 casas de este tipo, aunque en los inicios hubo algunos atrasos porque había problemas con las tabletas, las cuales no venían del mismo tamaño que en el diseño; se replantearon los moldes junto con la industria y se resolvió el problema. Tuvimos que aprender a pie de obra”, apunta Carlos Morera, al frente de una de las brigadas.
Más allá, con ayuda de la grúa, otro grupo se enfrasca en la ejecución de otra cubierta, mientras coloca un atezado de concreto fortalecido con malla metálica y completado con viguetas y tabletas. “Así no hay casa que se filtre. Yo sí había construido algunas, pero es un sistema que lleva mucha medida. Tenemos un técnico, mas incluso así fue difícil y la primera hubo que desbaratarla hasta que salió bien”, refiere Rafael Batista, albañil jefe de la obra, quien agrega que la otra dificultad está en los recursos para cerramiento, sobre todo con el árido, cuya ausencia es constante.
AL RITMO DE LAS PETROCASAS
Algunos miran con recelo las llaves que les “presta” cuando llegan el ingeniero Juan García Núñez, al frente de la edificación de un barrio de 50 petrocasas en la periferia de Yaguajay. Después, todos hurgan en cada rincón de la confortable vivienda de tres cuartos; todavía les cuesta hacerse la idea de que en breve serán perpetuos inquilinos.
“Esta obra comenzó en febrero del pasado año con grandes atrasos por escasez de cemento y, además, cambios de última hora en el proyecto inicial. No obstante, ya están terminadas las primeras 32 petrocasas, pero hasta hoy la idea es no entregar ninguna hasta que estén concluidas las 18 que restan, con fecha de terminación para finales del primer trimestre. Aun así, ya ellos saben cuál es su vivienda y cuando vienen les damos las llaves para que limpien y vean el acabado”, acota García Núñez.
MÓDULOS QUE DAN ALIENTO
Ya no se escucha el ruido en el antiguo Taller Central y le viene bien el nombre que anuncia un discreto cartel: Reparto Esperanza, un barrio que por ahora constará con cerca de 70 apartamentos en varios edificios.
La buena nueva es que desde esta semana ya habitan sus nuevos inmuebles las primeras 20 familias de damnificados, entre ellas 10 de las que se encontraban evacuadas en la escuela Raúl Ferrer, mientras que el resto residía en facilidades temporales.
En el otro extremo está el reparto Revolución, una construcción hecha por terrazas, algunas de las cuales se encuentran en fase de urbanización.
“Son inmuebles que tienen gran calidad en su terminación, aun cuando hubo atrasos en la ejecución por la falta de grúas para levantar los paneles, algo que debemos superar para este 2019, año en el que debemos entregar la Terraza No. 2 que tiene 32 apartamentos y la Terraza No. 3, con 20”, precisa Eladio Rodríguez Castro, jefe de colectivo en la obra.
MINIDUSTRIAS LOCALES HACEN VIVIENDAS
Nadie duda que el municipio es el que más ha trabajado a favor de la recuperación, pero no se puede tapar el sol con un dedo ni esconder los baches de un camino plagado de errores, deficiencias, escaseces e industrias locales por desarrollar.
Se sabe que el país tiene un programa para la recuperación del déficit habitacional que deberá extenderse 10 años (por el ritmo que lleva la provincia en Sancti Spíritus serán siete) y entre las cosas que se tuvieron en cuenta para su elaboración está la demanda de materiales de construcción de la industria nacional, la producción local de materiales ión, la capacidad constructiva necesaria, la fuerza de trabajo en diferentes variantes y los sistemas constructivos.
“En el municipio están en fase de montaje siete minindustrias a partir de una donación y ya producen tres de ellas. Todas fabricarán bloques, viguetas y tabletas, losas, persianas de hormigón y algunos elementos plásticos para redes hidráulicas. El promedio de bloques de una industria de ese tipo es de 1 500 en una jornada; según los cálculos, con la nueva metodología cada una deberá hacer 1.7 casas por día porque están diseñadas para fabricar elementos de pared y de piso”, explicó Anry.
Al parecer, los entendidos en la materia han sacado sus cuentas y así trascendió durante la última sesión de la Asamblea Nacional: si en cada municipio se crea capacidad para construir 1.7 casas diarias, dejando 15 días de descanso, se podrán hacer más de 100 000 inmuebles al año para resolver en lo fundamental el programa de la vivienda en Cuba.
Pero la ampliación de la capacidad industrial y el incremento a tope de la producción local es solo una arista de los diversos problemas por los que ha transitado la construcción de viviendas. No se podrá lograr el éxito de un ambicioso programa de recuperación del fondo habitacional, que en Sancti Spíritus presupone construir unos 15 800 inmuebles, sin una fuerza de trabajo calificada, cuando no se controlan los recursos y hay hechos de corrupción, la producción local de materiales no satisface las necesidades crecientes de la población, todavía existen irregularidades en la calidad o está presente la inestabilidad en los suministros de balance nacional.
De buenas intenciones está lleno el programa de crecimiento del fondo habitacional, algo que nunca será posible en un municipio tan golpeado y necesitado como Yaguajay, si no se cumplen los cronogramas de ejecución y planificación y no se suman todas las fuerzas de trabajo posibles, incluidas las familias, los Consejos Populares y los centros de trabajo.
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