No sólo resulta una propuesta atractiva para los amantes de la danza, sino para quienes saben valorar el sacrificio, la consagración y la entrega. Esa es la única carta de presentación para quienes deseen disfrutar de Yuli, la película que por estos días se exhibe en el cine Conrado Benítez de la ciudad del Yayabo.
Y es que la propuesta de la directora española Iciar Bollaín y el guionista británico Paul Laverty no sólo nos convida a conocer la biografía de Carlos Acosta, primer bailarín negro cubano que trasciende las fronteras para danzar en primerísimas compañías del mundo como el Ballet de Houston, el de la Opera de París y el Royal Ballet de Londres, sino que nos regresa a su pasado tan complejo como resulta el de cualquier ser humano.
Con escenas captadas a semejanza de lo que podemos visualizar en cualquier teatro donde sube un bailarín, el filme se enriquece con actuaciones de lujo llegadas del histrionismo de reconocidos artistas como Laura de la Uz, Carlos Enrique Almirante y Andrea Doimeadiós.
Por su parte, el propio Carlos Acosta se nos presenta bailando su propia coreografía de vida, marcada por la discriminación racial y clasista, así como el apoyo desmedido de su maestra y de su padre.
Yuli, como todo producto audiovisual que recrea las esencias de un ser humano, está cargado de sensaciones que hacen reír, llorar y reflexionar, pero sobre todo nos desnuda a un hombre que trascendió a todo lo que pueda provocar la fama en escenarios, para regresar a la cuna que le formó, para bien, por supuesto, de quienes en ella le aplaudimos.
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