Estupefacto al conocer el acto sacrílego de mancillar bustos de José Martí, el principal artífice ideológico de la libertad de Cuba en el siglo XIX, y la baja catadura moral de los individuos que lo cometieron el pasado primero de enero, este redactor se dedicó a indagar sobre los posibles motivos de los profanadores y llegó a la conclusión de que no hay nada congruente, desde el punto de vista lógico, que lo justifique.
Los autores del agravio al Maestro, al parecer, no tienen nada particular contra una persona devenida Héroe Nacional de Cuba que a todas luces nunca les causó daño o agravio a ellos, nacidos muchos años después de su heroica muerte en combate, ni a sus familias; por tanto, el sentido común indica que no procede atribuir la afrenta cometida a impulso momentáneo o razones personales y, dada su baja cultura general, tampoco a las de tipo ideológico.
En otras palabras, este acto incalificable obedece a una conjura cuyos hilos bien pudieran haber sido manejados desde el exterior, con propósitos desestabilizadores, o, al menos, dar la impresión de inseguridad en el país.
El delito suele retratar al delincuente y en la arremetida renovada y sin cuartel de Washington contra Cuba, auxiliado por el aparato servil y mercenario de los medios, cebado con los millones que aquel gobierno no disimula en reconocer que dedica a la subversión en nuestra patria, Martí aparece como el objetivo ideológico primario, como premisa en su afán por destruir la Revolución.
Basta un ápice de memoria para recordar que el 16 de octubre de 1953, en el juicio por los sucesos del 26 de julio de aquel año en la antigua provincia de Oriente, Fidel Castro expresó que José Martí era el autor intelectual del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, porque había sido precisamente el Apóstol quien inspiró aquellas acciones heroicas de lo mejor de la juventud cubana, cuando se cumplía el centenario de su natalicio.
Si se mira en perspectiva histórica, vemos que ya en el desfile del 28 de enero de 1953 se manifiesta públicamente la llamada Generación del Centenario del ilustre patriota, y que, en los meses que faltaban para la clarinada de la Santa Ana, el Movimiento que surgía bajo el liderato de Fidel y Abel Santamaría, puso todos sus esfuerzos en función de derrocar al régimen dictatorial de Fulgencio Batista en aras de lograr la plena independencia.
Los acontecimientos que vendrían después con el triunfo de la Revolución y el cumplimiento del Programa del Moncada multiplicaron el resentimiento de la superpotencia contra Cuba, a pesar de no rebasar en aquella primera etapa los postulados de un proceso liberador en una república democrática y popular, bajo la premisa martiana de con todos y para el bien de todos.
Para Cuba y su Revolución constituyó un parteaguas el compromiso de cumplirle al pueblo la palabra empeñada al promulgar y firmar el 17 de mayo de 1959 la Ley de Reforma Agraria, porque aquella medida justa y legítima que devolvió al país enormes extensiones de tierras pertenecientes hasta ese momento a monopolios extranjeros, principalmente estadounidenses, provocó en las esferas de poder en los EE. UU. un odio visceral hacia Fidel y su proyecto revolucionario que marcaría en lo adelante las relaciones entre los dos países.
Como muchos conocen, la Reforma Agraria, contemplada ya en la Constitución de 1940, fue el punto de viraje en el enfoque de Washington hacia la isla, que desató todo un arsenal de medidas políticas, económicas y militares en su afán por imponer en Cuba un cambio de gobierno que pusiera al frente de sus destinos a un procónsul fantoche, como había sido regla aquí y en otras naciones de este continente.
Cuba fue colocada ante la disyuntiva oteliana del ser o no ser, pues, en la coyuntura de la llamada Guerra Fría, o la patria de Martí profundizaba su proceso de transformaciones hasta las últimas consecuencias, avanzando hacia el socialismo, o echaba atrás las medidas adoptadas en cumplimiento de las promesas hechas por Fidel en octubre de 1953 y la Revolución hubiese pasado a ser uno más de los experimentos fallidos de la historia.
Lo demás es cosa sabida. Bajo la guía incomparable de Fidel, Cuba avanzó hacia el socialismo venciendo una tras otra todas las agresiones del Imperio, convirtiéndose de paso en potencia política, cultural, científica, deportiva e internacionalista, capaz de contribuir positivamente a cambiar la suerte de otros pueblos, como lo demostró en el África austral, y de llevar salud y educación a otras partes del mundo.
Faltos de argumentos con los cuales vituperar la obra inmensa de la Revolución cubana, sus enemigos de dentro y de fuera recurrieron a Martí para tratar de combatirla utilizando el fatuo expediente de señalar la supuesta oposición del Maestro a las ideas socialistas, sacando de contexto alguna que otra expresión suya acerca de esa doctrina, que nunca llegó a conocer cabalmente debido a que, a finales del siglo XIX todavía estaba en ciernes y se circunscribía únicamente al plano teórico-conceptual.
Se sabe que, en la confluencia de los años 80-90 del pasado siglo surgió en los Estados Unidos una tendencia para enfocar a Martí que intenta divorciarlo de Cuba y su rumbo socialista, con el fin de poder utilizarlo en su arremetida ideológico-propagandística contra la Revolución, seguida más recientemente por la que ahora pretende abrirse paso, la cual reniega del Apóstol, al parecer porque sus promotores acaban de descubrir que, a 125 años de su caída en combate, los criterios del mártir de Dos Ríos sobre los Estados Unidos (*) no dejan piedra sobre piedra sobre su sistema político y falsas virtudes.
Así, si en una inicial etapa se dedicaron a crear un Martí virtual tácitamente opuesto a Cuba y sus principios socialistas, base para la creación de las mal llamadas Radio y Televisión Martí, cansadas de mentir, injuriar y propalar todo tipo de especies venenosas contra la ínsula, ahora de lo que se trata es de arremeter contra el mejor discípulo de Bolívar e inspirador de Fidel Castro, porque nadie como él retrató desde dentro al Imperio prepotente. Porque nadie como él devino fuente de inspiración y orgullo para los cubanos dignos.
De ahí que sus enemigos de hoy usen Internet para tergiversar la historia, que utilicen su enorme poder y el dinero que imprimen por miles de millones para bloquear la difusión del pensamiento de Martí, porque ese maravilloso pensador, los fustiga desde su sitial glorioso, les saca al sol sus trapos sucios, los desarma ideológicamente y los horroriza sin piedad con su pluma de cascabel y látigo. (*) Con una asiduidad mayor que lo pensado, Martí dilucida en sus Estampas Norteamericanas el verdadero carácter de la entonces emergente potenciamundial.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.