Al mosquito Aedes aegypti, candela como al macao

El alto índice de infestación del mosquito Aedes aegypti en Sancti Spíritus en los últimos meses se constata en el incremento de los casos de dengue

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Hacer el autofocal dentro de las casas, cepillar los tanques, echarles Abate, son acciones vitales para contribuir a controlar la situación del territorio. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Las narraciones de Onelio Jorge Cardoso sobre mosquitos y coracíes, que podían cortarse con cuchillos en pleno monte, pueden tener cierta cercanía a las imágenes actuales, no poco comunes, en zonas residenciales del territorio espirituano, hoy con el índice de infestación por Aedes aegypti más alto del país (0.75) y con un incremento de los casos de dengue en los últimos tres meses.

Dicho a la manera magistral de Onelio, el mal “se nos ha metido hasta en los huesos … y no hay santo que resista”. Más que las altas temperaturas, la humedad y las lluvias, la irresponsabilidad, la indisciplina social y la baja percepción de riesgo abonan los criaderos del vector, a tal punto que ya en los municipios de Sancti Spíritus, Cabaiguán y Taguasco, parece ser, le han declarado “huésped ilustre”.

Actualmente en la provincia, la presencia de más de 590 focos de Aedes aegypti ha traído consigo, a la postre, el reporte de 120 casos de dengue en una sola semana. ¿Qué lectura puede darle usted a estas cifras?

Todavía a la sombra de la mirada cómplice de muchos crecen las alas de una problemática tan antigua como el papiro egipcio, y sobre la cual se han escrito disímiles tratados. Sin embargo, a juicio de las autoridades sanitarias de la provincia, hay cerrojos que permanecen abiertos a la proliferación del insecto.

Aún no se logra fumigar el ciento por ciento de las viviendas debido, en lo fundamental, a que las personas salen del territorio y no dejan la llave, o se van de la zona el día previsto para evadir la fumigación.

Persiste el fraude en la aplicación del adulticida, el avisador en compadreo con el que fumiga y el morador de la casa, firman el visto sin haberse fumigado.

Continúan las personas haciendo resistencia a la fumigación con humo. No se realiza el autofocal y, para colmo de males, ya es (mal) hábito que brigadas de trabajadores de diferentes empresas hagan el saneamiento intradomiciliario, incluso, limpien tanques y chapeen patios en casas donde sobran brazos y buena salud. Inaudito desde cualquier mirada.

El asunto desborda la copa cuando una simple revisión de las estadísticas en instituciones sanitarias apunta a un elevado número de enfermos que se niegan a ingresar o que llegan después del tercer o cuarto día de haber comenzado con los síntomas y son evidentes ya algunos signos de alarma, dígase plaquetas bajas, sangrado, toma hepática; todo ello con el consiguiente riesgo de alcanzar algún nivel de gravedad.

Por este espinoso camino no se pondrá fin a la epidemia. Así lo explicaba el doctor Carlos Ruiz Santos, director del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología: “Mientras el enfermo permanezca en casa y allí curse el período de transmisión, el familiar o vecino pueden enfermar también; por ello, es necesario primero aislarlo para que no transmita y luego ingresarlo para tratarlo y hacerle los estudios pertinentes”.

Desoír estas observaciones es un insulto a la prudencia, al amor al otro; es juntar las cenizas hirvientes para que concomiten el dengue y la COVID-19, dos enfermedades que pueden ser mortales y sobre las que existe muy baja percepción de riesgo.

Lamentablemente, la irresponsabilidad ciudadana hoy malogra batallas que a esta hora pudieran estar ganadas. La vieja Anaisa Medina lo decía con lenguaje propio: “Con una escoba detrás de la puerta, no pueden espantarse estos males; a la indisciplina social hay que darle candela como al macao”.

Cierto, hay que hacerlo. No existe otra opción, aunque ahora mismo unos cuantos irresponsables quieran vivir en otro mundo sin dengue y sin COVID-19, solo que, como sabiamente lo afirmó García Márquez, “no tenemos otro mundo al que podernos mudar”.

Arelys García y Yosdany Morejón

Texto de Arelys García y Yosdany Morejón
Máster en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus. Especializada en temas sociales.

2 comentarios

  1. EL PAÍS HACE SU MAYOR ESFUERZO MIENTRAS UNOS NO HABREN O SE NIEGAN A FUMIGAR.

  2. Y hay acciones que nunca van a terminarse, pienso yo que por falta de planificación y hasta de estrategia por parte de quienes organizan la actividad, incluso, si se pone en función de esta una representacion del órden interior pq todo esto a veces va acompañada de indisciplinas y malas prácticas, voy a poner este ejmplo que ilustra una gran mayoritaria realidad de lo que pasa…..No hacemos nada con fumigar la casa 202 por ejemplo,si la de al lado, la 200 está cerrada, y en la 204 del otro lado, hay un enfermo EPO, por demás asmático, pero en frente en la 197, 199, 201,203 que son de otra manzana, las acciones no se hacen en ese mismo momento (serán la semana próxima), los mosquitos se trasladan de un medio a otro y sigue y sigue en brica brinca de un lado a otro, y no se cumple la efectividad de la fumigación.
    Analicen esto Dirección de Salud.
    Gracias.

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