Desde el 18 de marzo hasta hoy, cuando la COVID-19 le coartó, de momento, sus opciones olímpicas rumbo a Tokio, Reineris Andreu ha combatido tan fuerte como en los pleitos que lo han llevado dos veces a la cúspide del mundo en la categoría Sub-23.
Lo bueno es que ha tratado de vencer a todos los rivales enfrentados: el confinamiento, el entrenamiento inusual, la ansiedad y las ganas de subirse a un colchón de verdad.
Ha tenido como escenario ideal su casa en Jatibonico, convertida en centro de entrenamiento provisional. “Me he sentido bien, en familia, tranquilo, relajado, aunque preocupado por esta enfermedad que me interrumpe los entrenamientos, los planes en el sentido de poder ir al clasificatorio”.
En el momento de la parada, Reineris estaba a punto de asistir al evento que repartiría los boletos para la Olimpiada, lo cual supone que disponía de reservas que de todas formas le sirven ahora. “Tenía un entrenamiento acumulado y eso me ayudó; pero, aunque no creas, si no haces ejercicios, eso se va yendo y pierdes fuerza, elasticidad”.
Por eso no se puso a contar los días de la pandemia ni los más de 300 kilómetros que lo separan de su centro de alto rendimiento habanero, donde ingresó hace unos seis años. El celular y sus deseos de imponerse acortaron distancias.
“El profesor Julio Mendieta me mandó los planes de entrenamiento para no quedarme sin hacer nada y yo, por el tiempo que llevo entrenando, incrementé algunas cosas más. He creado mis condiciones para entrenar, tengo mis ligas, mis suizas, cosas para hacer coordinación. Cerca de la casa hay un gimnasio que tiene buenas condiciones para entrenar y un vecino me prestó un disco, hago mis barras, mis ejercicios especiales, que son específicos para este deporte”.
Para compensar, Andreu, bronce en los Panamericanos de Lima, hace poco menos de un año buscó alianzas y se puso un traje de atleta-profesor que le ha quedado a la medida en estos tiempos de COVID-19.
“He trabajado con un muchacho que se llama Egio, es un luchador de 20 años de edad y es plaza del equipo nacional. También con otros dos muchachos, Richard y Rachel, vienen al frente de la casa con nasobuco y toda su protección para poder hacer un poquito de entrenamiento, ellos me ayudan y yo los ayudo. Con lo poquito que tenemos estamos esforzándonos para poder llegar en óptimas condiciones a septiembre”.
Y como Reineris es su propio entrenador, se autoevalúa la efectividad de lo que ha hecho. “Sé que ha sido efectivo porque hago la carrera y la hago al máximo para poder lograr lo que quiero: capacidad de trabajo y aumentar la fuerza. También hago brickeo, que es específico del colchón, y como no tengo, al menos en el asfalto y en la yerba me hace efecto. Todo eso me ayuda a no estar agotado cuando llegue allá al equipo nacional.
Para no irse de los 57 kilogramos que lo han llevado hasta sus dos títulos mundiales Sub-23, el muchacho ha tenido que enfrentar un rival muy difícil en casa propia. “Estoy comprando frutas, platanitos, mango, también carne para poder hacer una dieta balanceada. El problema es que estás en la casa y siempre vas a subir porque comes más, por el aburrimiento, ¡eso es de madre!; te pones a ver el televisor y te da hambre, ¿y qué hago yo?, trato de no ir tanto para el refrigerador y aguantarme la boca, pasar hambre… ¿Qué voy a hacer?, todo es sacrificio en la vida”.
Por el aliento de las últimas noticias anunciadas en Cuba ante un regreso gradual a la normalidad, Andreu sube la parada y amaina el tedio.
“El profesor me decía que la competencia de mayores será en Santiago de Cuba en noviembre, hay que prepararse y ganar en Cuba para después prepararme mejor y poder asistir al clasificatorio olímpico que ya se ha anunciado para el año próximo, por eso hay que pensar en todas las variantes”.
El muchacho espera porque se activen los colchones de la Bundesliga Alemana, que paró también por cuenta de la COVID-19 y le frenó su tercera temporada en el club Germania Weingarten, con el que ya el pasado año se llevó el título, junto al espirituano Javier Duménigo y otros cuatro cubanos.
“Ahora pararon por la pandemia, pero nos dijeron que nos contratarían de nuevo, estamos en un club y somos amigos, por eso nos escribimos y nos preocupamos por cómo marcha todo en el entrenamiento y sobre todo la salud, que es lo más importante”.
Reineris vuelve a su lucha por la lucha, esa que lo ha mantenido con las esperanzas sobre el colchón imaginario que pronto ansía desafiar. “Ya el cuerpo me pide ir para la escuela y hacer los entrenamientos de verdad, ver a mis compañeros, empezar la universidad, que nada más me queda un año y no quiero atrasarme. ¡Ah! y algo importante: tengo la autoestima bien alta y con fe de que todo va a salir bien”.
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