Muchos tienen los pulmones desgastados por padecimientos progresivos de asma bronquial o ya han debutado con la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica conocida por EPOC, sin embargo, Arsenio Campos Esquijarosa, un septuagenario que siente el Hogar de Ancianos Provincial de Sancti Spíritus como su propia casa, está tranquilo a pesar de su estado gripal.
La recaída de los últimos días con un catarro severo no lo pone nervioso porque se sabe cuidado en la sala de aislamiento, equipada con todas las condiciones que han preparado para todo aquel con algún síntoma gripal. A fin de cuentas, alimentarlos bien y velar por sus enfermedades son las cosas más importantes en la rutina diaria de estas instituciones, creadas como refugio seguro para la población envejecida, donde, como dicen todos, “al que tenga tos hay que aislarlo.”
Según el doctor Rubén Escalante, especialista en Gerontología y Geriatría y jefe de la Sección del Adulto Mayor en la Dirección Provincial de Salud, en aras de intensificar la protección de ese grupo etáreo en tiempo en que la COVID-19 constituye una amenaza para ellos, el Sistema de Salud ha implementado un grupo de medidas para protegerlos. “Desde un primer momento, tanto en las casas de abuelos como en los hogares de ancianos, pacientes y trabajadores son sometidos a un pesquisaje antes de entrar al local y, de tener algún síntoma, se envían al policlínico”.
CONTROL, CONTENCIÓN Y DISCIPLINA
Actualmente en Sancti Spíritus hay siete hogares de ancianos y nueve casas de abuelos que acogen a unas 1000 personas. El territorio es uno de los más envejecidos de Cuba con algo más de 100 000 habitantes dentro de la categoría de adulto mayor y de ellos se ha determinado que unos 12 000 viven solos y son atendidos por el sistema de Seguridad Social.
“Para los pacientes internos de los hogares funciona un sistema de visitas médicas que se realiza tres veces al día para verificar alguna sintomatología y quienes presentan algún indicio gripal, sin sospecha de la COVID-19, van a salas de aislamiento habilitadas en esos lugares, a fin de evitar que se extienda algún brote respiratorio”, explicó Rubén.
A los que están seminternos se les pesquisa antes de entrar y de existir síntomas respiratorios o fiebre, se informa al área de salud. Por otra parte, quien, por decisión familiar, decida protegerlo en la vivienda, tiene la posibilidad de que alguien se encargue de buscar el almuerzo en el hogar de ancianos al que pertenece, metodología que también funciona para las casas de abuelos.
“No obstante, son menos los ancianos que hoy están asistiendo a las casas de abuelo. En esos casos los familiares tienen la opción de buscar en el lugar los almuerzos, comidas y meriendas que habitualmente consume el abuelo”, aclaró Escalante.
CONVIVENCIA SIN TOCARSE
Para Jorge Hernández Gaspar, director del Hogar de Ancianos Provincial, que acoge a 117 abuelos internos y 11 seminternos, no ha sido nada fácil cambiar una rutina de años de convivencia, ni hábitos que vienen con la edad porque algunos suelen tener olvidos, o se descuidan y violan esa distancia prudencial que ahora se hace obligatoria.
“Por eso insistimos en la higiene personal, en la necesidad de lavarse constantemente las manos y mantenerse informado con la Mesa Redonda y atentos al televisor, que por suerte les gusta mucho, al tiempo que se les organizan otras actividades internas y juegos pasivos. De igual modo, dijo, se limitó el sistema de pase en los hogares y se restringió la visita de familiares”.
Algo similar sucede en el Hogar de Ancianos Municipal, donde Miosotis Rochela Ortega, la directora, tiene a su cargo 123 pacientes.
“En estos momentos, por decisión de la familia, no todos los seminternos están asistiendo. Hoy contamos con unas 14 camas en las salas de aislamiento y en caso de que haya más casos de ancianos con procesos catarrales hemos estudiado alternativas que implican su reubicación. De igual modo, para evitar contactos externos se prohibió la salida de todos para evitar que deambulen y adquieran alguna enfermedad”.
Muchos ya extrañan una movilidad habitual que les permitía paseos y visitas y hasta alguna que otra “comprita” en la Feria o un trabajito adicional. En el caso de ancianos como Miguel Peguero Gómez eso no es problema porque él sigue cultivando su organopónico, que por suerte está dentro de su hogar de acogida; tampoco ha sido una limitación para las ansias de instrucción de Delfina Palmero, acostumbrada a salir de “su casa” todos los días:
“A mí lo que me gusta es leer y como no puedo salir de aquí, pues antes me fui a la biblioteca y saqué nueve libros de un tirón, a ver si me alcanzan para toda la cuarentena”.
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