El profe, como le llamábamos en el diplomado del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, donde convergimos colegas de múltiples naciones, me ha sacado las lágrimas con algunas de sus publicaciones en Facebook. Coordinador general de Formación en la Universidad de Guayaquil y presidente del Colegio de Periodistas en esa ciudad, la más poblada de Ecuador, el licenciado Alfredo Llerena Guerrero ha escrito en una desesperación que traspasa distancias y pantallas.
El cuerpo de una mujer de su barrio, fallecida seis días antes, permanecía en el domicilio familiar en la jornada del 3 de abril. “En ese hogar vive una señora de 100 años que llora desconsoladamente viendo el cadáver de su hija que no puede ser sepultada. No sean indolentes, la familia los llama pero ustedes no contestan, y si contestan le dicen que ya van y no van…”, dirigía su acusación a los “señores del 911”, tras ofrecer la dirección exacta.
A esa denuncia agregaba otra al día siguiente: “Un contenedor con 42 cadáveres está en Parque de la Paz, pero no quieren abrirlo. Exigimos se dé a conocer por lo menos los nombres de los cuerpos que allí yacen”. El pueblo de la hermana nación, se ha sabido por diversas vías, hoy se declara huérfana de gobierno. Lenín Moreno, dicen, ejerce su mandato exclusivamente a través de Twitter.
Recortes millonarios en el presupuesto, reducción del personal en la esfera de la salud y falta de recursos mínimos para enfrentar la crisis, incluidos medios de protección para quienes atienden a los enfermos, contrastan con el desembolso de 324 millones de dólares a los acreedores de la deuda externa.
Pero pondré a un lado a Ecuador, que no es por estos días la única punzada del mundo, aunque ha dolido en demasía. Hablaré de mi Cuba, también, aunque de modo diferente, en el centro de múltiples informaciones que se generan a propósito de la pandemia. El virus SARS CoV-2, comento de paso, ha logrado borrar las barreras geográficas y también las de los idiomas. Lo sé porque mi amiga Natasha, desde Rusia, al hablarme emplea términos como “coronavirus” y “cuarentena”, salvando los detalles de la pronunciación.
Acá todos los días nuestro Gobierno se reúne para valorar la situación y decidir nuevas medidas, y los detalles se transmiten por los medios de prensa. Acá, con absoluta puntualidad, se emiten a diario partes sobre nuevos enfermos y fallecimientos, en una conferencia de prensa que, mostrada en vivo, paraliza a la mayor parte del país. Quienes a esa hora no están frente al televisor o bien trabajan o bien se despreocupan, porque aún no entendieron la importancia de estar convenientemente informados.
Hay, lo subrayo, quienes andan despreocupados a estas alturas de la situación, cuando mueren por miles los ciudadanos de las naciones más afectadas y se ha declarado en el archipiélago trasmisión autóctona limitada de la enfermedad. Eso quiere decir que usted puede contraer el virus sin haber tenido contacto directo o indirecto con casos provenientes del exterior, y que puede contagiarse incluso de quien no muestra síntomas del padecimiento.
Lo mismo el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez que el Ministro de Salud Pública reiteran cada día lo imprescindible de extremar las medidas higiénico-sanitarias, así como de un aislamiento social que está costando trabajo conseguir en Cuba y, como parte de ella, en Sancti Spíritus. La alerta, vale decirlo, no disparó aún las alarmas de todos. Las aglomeraciones por cuenta de salidas distantes de ser indispensables podrían costar la vida no solo del indisciplinado, sino también de quienes, aun cumpliendo al pie de la letra, podrían resultar contagiados como consecuencia.
Las alzas experimentadas por estos días en las estadísticas de enfermos de COVID-19 en el país apuntan a la posibilidad de que entremos en una etapa peor: la epidémica, aunque se hace todo para evitarlo. Como ha dicho el propio Ministro de Salud, urge que las personas comprendan el papel que les corresponde en estas circunstancias. En lo personal, me niego a creer que debamos sentarnos despreocupadamente mientras el Estado hace por nosotros lo que por naturaleza nos corresponde hacer.
La máxima dirección del país, asesorada por científicos y autoridades sanitarias, ha reiterado una y otra vez: la población tiene que actuar de forma activa y responsable porque es la única manera de cortar las cadenas de contagio. Ello implica cumplir cada medida que se disponga, sea referente a la restricción de movimientos en algunos consejos populares y barrios, a las cuarentenas que ya se anuncian o al mero uso del nasobuco, que todavía algunos ignoran por más que se insista en su efectividad.
A aprender de las experiencias positivas que en el mundo han ayudado a contener el aumento de casos se nos ha instado. Ahí entra, además de las precauciones más difundidas a través de la Radio y la Televisión, la desinfección de superficies, porque es sabido que el virus cae sobre ellas al ser relativamente pesado y no recorrer grandes distancias. No obstante, hay todavía quienes hablan con el rostro descubierto sobre los alimentos sin tapar, propios o ajenos, como si trajésemos en la frente un cartel identificativo de nuestra condición de sanos.
“El sistema de Salud cubano tiene todos los recursos materiales y humanos para enfrentar este incremento. No hay colapso en nuestros hospitales”, ha asegurado el Titular de la Salud y la aseveración inspira confianza. Que continúe siendo así depende de la colaboración personal de cada residente en la isla, porque se sabe que los recursos no son inagotables y que adquirirlos en el exterior implica sortear un férreo bloqueo incluso en condiciones.
La transparencia que se respira aquí echa por tierra las calumnias de algunos. En tiempos cuando debería importar casi exclusivamente la sobrevida, hay quienes se afanan en desacreditar los esfuerzos de Cuba. Pero nuestra verdad, que anda hoy por lugares donde no se respira ni por asomo la relativa tranquilidad que nos asiste, no puede ser tapada.
En esta especie de regocijo por lo que tenemos no dejan de doler el Ecuador y el profe Llerena, como duelen también naciones poderosas donde ricos y pobres tienen la misma muerte, aunque unos con entierro y otros sin él. Mundo dispar el que nos ha tocado, unido ahora por un mismo enemigo. Hagamos lo mejor por nosotros. Hagámoslo también por él, para que puedan disfrutarlo quienes vienen detrás.
Me conmovió tu opinión,yo fuí de los que apoyo a la autoridades en este medio el no limitar el movimiento cuando, ya había llegado el virus, reconozco que estaba equivocado y si no recibes otras,yo te pido disculpa y que Dios te de fuerzas para soportar el peso de tus responsabilidades y el mal periodo que pasanos
Hola ya no nos queda más que enfrentar la pandemia, no fuimos previsores de la situación que se nos venia en cima. Quiero expresar mi opinión y mi forma de ver pues e tenido que chocar con la dura realidad en estos últimos días después que dieron la orden de suspender él transporte y cerrar los comercios al medio día.Vivo en Tuinucu antiguamente de Zaza del Medio hun después de casi más de 7 años viviendo aquí conservo la libreta por allá es decir compro los mandados. Vivo con mi mamá y mi abuela solamente y tengo a mi madre accidentada desde él mes de diciembre del año pasado en él día de aller fue que vino a dar los primeros pasos y mi abuela tiene 73 años de edad. En estos 4 meses se acomido en mi casa porque yo traigo la comida no porque nadie me la trae como es mi responsabilidad. En estos momentos soy imprescindible en mi trabajo quiere decir que tengo que trabajar a pesar de conocer mi situación todas o las mayorías de las gestiones de trabajo son en él centro de la ciudad y fuera de los municipios nada que solo es una parte de esta Odisea que tengo que vivir a diario. La otra es que como la mayorías de las veces tengo que ir al pueblo paso por la Casiguaya y compraba algo para mi casa ya no lo puedo hacer. Hoy me puse a pensar donde encontraba un pomo de aceite donde y como busco los alimentos de mi casa porque donde vivo amanece primero él ambre y después él día. Este mes cobre bueno o al menos algo que alegría todo para él escusado nada nada para lujos ni rropa no zapatos ni ha un que sea para un para de medias porque tengo que alimentar a dos personas en estos momentos no tengo en mi casa ni una pastilla para un dolor no porque no tenga la receta no es porque ya no tengo ni tiempo para mi si para mi e dejado mi vida como buen hijo para atender a mi madre y mi abuela y ponerles él palto de comida en la mesa. Tengo 28 años de edad y creo que no me queda una neurona en mi cabeza de pensar que voy hacer. Habalmos decimos volevemos hablar y decir pero nadie sabe como es la vida de la puerta de la casa para dentro yo hablo por mi pero cuantos miles estarán las pasando lo mismo que yo. Todos sabíamos lo que estaba pasando en él mundo los muertos que estaban causando nos hicimos los de la vista gorda los confiados. Pareceré un poco egoísta pero él que decide algo es su vida es por su responsavilidad no porque nadie se lo impone esto quiere decir que él que salio del país fue porque quiso además desde que salieron los tres primeros casos en Trinidad pensamos que teniamos todo bajo control y no fue así se nos fue de las manos. Todos sabemos como estamos con la pata de los Estados Unidos arriba y de las necesidades que vivimos de la escasez y ha un así jugamos juagamos con fuego le pusimos la mano alante al sol y nos la quemo era tan grande que no las quemó y miren como estamos. Yo no lo creo justo se jugo con la vida de las personas lo veo así algo que se salio de control ya la fe la perdí él trabajo que paso ni esperanza me da él pesimismo me haoga ya estamos en algo que no tiene vuelta la solución o parte de ella la teniamos y no la supimos aprovechar cunado pudimos nada que esa misma solución que podía frenar esto me esta llevando cada día más duro y sigo hablando por mi no por egoísta si no por no defender otras causas que me he topado ya que no soy Madre de Teresa de Carcuta ni un súper heroe. Pero esta dura dura la tarea y no muero del virus creó que moriré de un infarto o de hambre no digo mas ya que ni todas las palabras de un diccionario combinadas infinitamente van a descrivir lo que siento.