Heredero de una expresión creativa con una larga historia remontada a los escribas de la época medieval, el espirituano Eduardo Nario Morell se aferra a la cartulina en blanco. Pinceles pocos comunes, minúsculas gotas de pintura y soportes ingeniosos le permiten que la imaginación tome altura. Nacen así obras que, para no pocos ojos, se hacen imperceptibles.
“Me gusta. Disfruto el reto de ubicar cada elemento en su sitio. Ninguno puede desfigurarse porque si no se pierde el valor. Es crear en pequeña escala algo inmenso”, dice sentado al borde de una de las riberas del río Yayabo, un paisaje que intenta colocar en un pedazo de cartón que sobra en una de las palmas de sus manos.
Sigue siempre su instinto. De maestros consagrados del mundo del arte en miniatura en Cuba como el yayabero Nelson Wenceslao García descubrió que existía ese otro mundo en el arte. Tras seguirle los movimientos, tomó el pincel adaptado e hizo su primera pintura. Disfrutó el resultado. Supo que, aunque complejo, era capaz de plantar la escala natural en una con dimensiones muy propias.
“Mi pieza más pequeña mide 4 x 4 milímetros. Logré en una especie de muelle introducirle un barquito, asechado por un tiburón. Pudiera pensarse que esa obra es muy pequeña, pero tengo referencias de un artista internacional que pudo pintar al interior del ojo de una aguja de coser”, añade.
¿Solo reproduces lo que ves?
Siempre incluyo algún elemento que complejice la imagen y demuestre así que no es una simple reproducción. Por ejemplo, los seres humanos tienen que estar porque sin nosotros la vida no existe.
¿Se hace justicia cuando se valora el arte en miniatura?
No, y es muy lamentable. Formo parte de un grupo de miniaturistas que no se cansan de alertar sobre ello. Incluso, ni para poder ingresar en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba se toman en cuenta a quienes dedicamos las mismas horas, paciencia y entrega a la creación, solo que nos diferencia el tamaño final. Pero, seguimos insistiendo para que se nos mida con una escala justa, por ello apostamos por la realización de eventos en diferentes puntos de la geografía nacional y, afortunadamente, la filial espirituana de la Sociedad Cultural José Martí ha sido de las instituciones que nos han abierto las puertas y hoy ya el José Martí, la ecología y las artes tiene un prestigio muy bien ganado en el país.
Precisamente en esa cita has sido merecedor de más de un premio. ¿Cazador de lauros?
Como no comercializo mis miniaturas porque las personas, como resultado de esa poca valoración que se le da social e institucionalmente, no entenderían que pudiera costar lo mismo que una pieza de gran tamaño, solo pinto en pequeño formato cuando me inspiro y aprovecho los salones para mostrarlas. Y, al parecer, los jurados han reconocido sus valores.
¿Qué ha significado para tu carrera evocar al Maestro?
“José Martí fue un eterno enamorado de todo lo que significa arte. Prestigia el universal, desde su escritura y la valoró como pocos. Honrarlo y evocarlo siempre será insuficiente. Estamos con él en eterna deuda. Cada año cuando nos reunimos en Sancti Spíritus los amantes de la miniatura coincidimos que queda mucho por hacer para dignificarlo y contribuir desde nuestro arte para que su legado se mantenga vivo”.
Durante todo el tiempo, la mano de Eduardo Nario Morell no ha dejado de tatuar el pequeño cartón. Árboles, hojas en movimiento y la calma del Yayabo roban la atención de los curiosos que miran absortos por encima de los hombros del artista, de que tanta inmensidad quepa en unos escasos centímetros.
“A las artes plásticas llegué de manera autodidacta. Hoy trabajo en una galería trinitaria donde comercializo mi obra a escala estándar. Pero no abandono este tipo de arte. Hacerlo me llena de energías porque me hace pensar, calcular, soñar, para que el diminuto mundo sea lo más cercano a la perfección”, acota este espirituano aplatanado en la tercera villa de Cuba.
¿Qué necesidades exige el arte en miniatura?
Los pinceles tienen que ser muy finos, de uno o dos pelos. Y el soporte, por supuesto, pequeño. He pintado en tantos tipos que ya perdí la cuenta, hasta en una hoja de tabaco.
¿Se suman nuevos adeptos a esta expresión artística?
“Ya somos un grupo que crece, no solo en número, sino en espacios para educar a las personas en lo que hacemos”, refiere.
Cuando rompe el silencio, sigo desde la distancia el exacto y firme movimiento de Eduardo Nario Morell, un descendiente artístico de los padres de los retratos concebidos a muy pequeña escala con la utilización del óxido de plomo conocido como minio en la Edad Media. Ellos quizá no imaginaron que cientos de años después, al borde del Yayabo, un cultivador de aquella práctica haría inmortal a pequeña escala una de las imágenes más insignes de la añeja villa espirituana.
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