La filosofía de que el fin justifica el método se ha convertido en el motor de acción del capitalismo estadounidense, sobre todo entre la mitad del siglo pasado y los dos primeros decenios del presente. Está comprobada la participación de la Agencia Central de Inteligencia en la conspiración y asesinato de importantes dirigentes de países y organizaciones a través de casi todos los continentes.
Con la desaparición del campo socialista y el desarrollo del neoliberalismo, esa práctica aparece camuflada en lo que se conoce como guerra no convencional.
Dentro de la política estadounidense, es palpable el principio de la negación plausible, por medio del cual, por interés de Seguridad Nacional, puede negarse la participación del Estado o sus representantes en acciones contra otros países.
En su desespero por querer provocar una intervención armada en Venezuela, el presidente de Estados Unidos ha llegado a lo inaudito: ofrecer 15 millones de dólares por el asesinato del presidente constitucional del país, olvidando la negación plausible y mostrando con desfachatez la autoría o la complicidad en esos planes; un hecho de prepotencia que no tiene comparación con el papel jugado por anteriores presidentes, que demostraban más sutileza en sus actuaciones.
Durante el mandato de George W. Bush se creó un grupo élite encargado de ese tipo de operaciones. Hoy, ese papel lo desempeñan los contratistas de paramilitares, mercenarios que supuestamente cumplen encargos particulares, cuando en realidad cumplen con objetivos de Estado predeterminados por los grupos de poder, que son los que realmente piensan, aseguran, financian y dirigen la política contra los países o dirigentes que no resultan de su agrado.
Con esto pretenden dar un carácter legal, ante la opinión pública, a todas sus aventuras de rapiña a nivel mundial.
El 8 de diciembre pasado, el presidente de Venezuela Nicolás Maduro denunció los planes de atentado contra él, promovidos por el Gobierno colombiano.
En una conferencia de prensa, el mandatario aseguró que, de acuerdo con fuentes de inteligencia del país vecino, su homólogo Iván Duque preparó un plan para asesinarlo el pasado domingo durante las elecciones parlamentarias. Según refiere Prensa Latina, Maduro res-pondió a uno de los corresponsales extranjeros que, por medidas de seguridad, solicitó al Consejo Nacional Electoral (CNE) el cambio del centro de votación.
«Solicité el cambio porque de fuentes de inteligencia colombianas, de buena confiabilidad, nos llegó la información de que se estaba preparando un atentado para asesinarme el día de las elecciones, en vivo y en directo», reveló el jefe de Estado.
Nadie duda de quién está detrás de este fallido plan, otro de los tantos fracasados intentos para, asesinando al Presidente, descabezar al chavismo y poner fin a la Revolución Bolivariana.
Drones, mercenarios, francotiradores, operaciones comando que parecen sacadas de una película del cine hollywoodense, hemos visto aparecer en escena.
Un manual secreto de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que define el asesinato político como forma de limitar la acción de grupos insurgentes fue revelado por Wikileaks, hace unos años.
Es larga la lista, solo que antes al menos intentaban encubrir su presencia en las acciones. Ahora no es difícil ver el verdadero rostro de los asesinos.
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