Tiene un espíritu de trabajo que muchos envidian. Se levanta temprano diariamente y, bicicleta en mano, recorre el camino de Piñero hasta Iguará, en el municipio de Yaguajay. Lo hace porque siente que con su labor alegra el corazón de los más pequeños de casa. Sin asomo de cansancio, llega Yuriel García Cabrera a la escuela primaria Raúl Perozo Fuentes de esta localidad para impartir el Taller de Apreciación-Creación de Danza, especialidad en la que se graduó como instructor de arte.
Aun cuando sabe que el baile entusiasma, este joven no solo deja brechas para el aprendizaje de las tendencias actuales, va más allá, a los bailes autóctonos de la cultura cubana, a esos que nos identifican en cualquier parte del mundo.
“Me incliné por esta profesión desde muy pequeño, cuando me acerqué a manifestaciones como las artes plásticas y el teatro a través de destacados instructores de arte de la zona que ya están jubilados. Recuerdo que mientras estudiaba formé parte de la brigada circense Los Mambisitos y desde allí saboreé la experiencia de estar delante del público. Más tarde descubrí que lo mío era la danza, porque iba a las fiestas y disfrutaba ver a las personas bailando”, comenta el muchacho.
Y para formarse como un verdadero profesional, al concluir los estudios de noveno grado, tuvo la oportunidad de estudiar en la escuela Vladislav Volkov que en ese entonces fungía como formadora de instructores de arte en Sancti Spíritus, un lugar que lo nutrió de habilidades y conocimientos.
“Todos los días le doy las gracias a Fidel Castro Ruz por haber creado estas escuelas en las diferentes provincias, porque de lo contrario me hubiera resultado imposible ir a estudiar a La Habana. Allí conocí a buenos amigos que se mantienen hasta hoy y aprendí toda la teoría y la práctica que se necesitan para ejercer esta labor en cualquier enseñanza del sector educacional”, cuenta García Cabrera.
Así, casi sin experiencia delante de un aula, llegó hace 12 años Yuriel a la escuela primaria Raúl Perozo Fuentes. “Me gradué en la primaria Obdulio Morales Torres, de Piñero, y después me trasladé hasta la Raúl Perozo. Cuando comencé no tenía práctica para trabajar con niños y todo fue saliendo gracias al apoyo de los maestros de esta escuela y de los propios trabajadores de la Casa de Cultura. Hasta hoy ha sido un gran ejercicio, pues aplico lo que me enseñaron y me supero cada día porque la Enseñanza Artística implica una constante preparación”, refiere el instructor de arte.
En medio del ajetreo de los infantes este joven tampoco permanece tranquilo. A pesar de los sinsabores de la profesión, encuentra resortes que lo arrastran hasta lo creativo y de esa luz se agarra para encontrar el talento en cualquiera de sus alumnos.
“Yo imparto el Taller de Apreciación-Creación de Danza en quinto y sexto grados, y allí enseño los bailes populares cubanos y el repertorio de la cultura cubana, que es la esencia del trabajo de nosotros. Para reafirmar esto, en el centro todos los meses celebramos el día pioneril de la cultura, donde presentamos los resultados del trabajo en ese período. Aprovechamos también para hacer convocatorias de concursos, premiaciones e invitamos a personalidades relevantes de la cultura en el territorio”, señala.
Sin embargo, este instructor de arte no se conforma, siente que necesita otros espacios para mostrar el talento de su tierra y lo demuestra en la comunidad. “Realizamos trabajos vinculados a la Casa de Cultura y en cada gala, en las semanas de la cultura mostramos las unidades artísticas que formamos en el lugar”, apunta el muchacho de 32 años de edad.
A esa consagración por lo que hace responden los méritos de Yuriel. Tanto es así que del 2010 al 2012 cumplió misión internacionalista en Venezuela. “Esta experiencia marcó mi vida profesional, porque nada tiene que ver la cultura venezolana con la nuestra. Tuvimos que aprender las costumbres de este pueblo con el asesoramiento de un grupo de metodólogos de ese país, y gracias a ellos pudimos hacer actividades que llegaran a la gente”, agrega.
Sobre sus hombros también descansa otra responsabilidad: vicepresidente municipal de la Brigada de Instructores de Arte José Martí, espacio desde el cual motiva a quienes todavía permanecen en el gremio.
“Creo que he permanecido todo este tiempo en la profesión por el sentido de pertenencia que le tengo. Me satisface ver cómo se pueden lograr cosas con los aficionados, además de sentir la satisfacción del público, que es para quien laboramos. Por eso, nuestro reto es seguir trabajando en las escuelas, en las Casas de Cultura, en la comunidad…, sobre todo en estos tiempos en que existen tendencias foráneas que quieren acabar con lo autóctono”, asevera.
Pero este instructor de arte va más allá del aula, pues es locutor en la emisora La Voz de Yaguajay, un oficio al que se entrega con el corazón. De lunes a viernes labora en la escuela y sábados y domingos esparce su voz por el norte espirituano. “Siempre tuve ese anhelo y le doy las gracias al colectivo de ese medio por permitirme estar dentro de él. Ya llevo cerca de tres años trabajando allí y disfruto mucho el intercambio con la audiencia, pero nunca dejaré de ser instructor de arte”, concluye.
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