La Serie Nacional de Béisbol en su versión 60 abre este sábado sus puertas, aunque no los estadios, como se ha repetido hasta el cansancio en los últimos días.
Parece y es una paradoja. La apertura se refiere al evento, el cierre al espectáculo. Y este es, justamente, el mayor de los desafíos para los actores que tomarán parte en ella.
Debo caer en los lugares comunes, que reiteran y reiteran las razones sanitarias que obligan a cambiar en 360 grados la dinámica del mayor suceso sociocultural del país, esperado con ansiedad por quienes llevan meses en la abulia recreativa en que nos ha sumido la COVID-19, que por desgracia convive, y con fuerza, entre nosotros.
No es una novedad cubana. Las propias Grandes Ligas asumieron su torneo principal con el silencio de las gradas, lo mismo que el fútbol y, como se ha informado, pese a los protocolos, se reportan varios casos positivos, lo cual enciende aún más para nosotros el bombillo rojo.
De protocolos y medidas extremas se ha hablado a fin de que el evento que se inicia este sábado en ocho estadios del país venga a agregar una dosis de desestrés en medio de tanta tensión y no se sume como catalizador de las causas que en no pocos sitios cubanos han condicionado el rebrote del nuevo coronavirus.
De cumplirse al dedillo las decenas de medidas adoptadas por el Inder nacional en consonancia con lo dispuesto por el Ministerio de Salud Pública (pruebas de PCR a los jugadores, tests rápidos sistemáticos, uso de productos de desinfección, distanciamiento físico, uso de nasobuco…) la serie podrá jugarse, aunque no sin sustos. Ahora, el meollo está en que cada pelotero y colectivo de dirección interiorice en cómo salir al terreno a jugar pelota sin el ingrediente principal del espectáculo: el público.
Ello supondrá un gran acopio de amor propio, incentivación a la fuerza y convicción personal para que los partidos no sean de mentirita, al estilo de un tope normal, y se logre al menos un ápice de competitividad, pues si somos realistas, esta última no se alcanza solo con voluntarismo y convocatorias.
¿Que será difícil? Lo supongo, aunque no me toca jugar. Mas habrá que hacerlo para darle sentido a un evento que apostó por efectuarse aun en medio de la compleja situación sanitaria y económica, lo cual exigirá de todos una cuota mayor de responsabilidad para que sea esta una campaña sana.
El otro cambio de mentalidad está en los aficionados, mucho más porque la inmensa mayoría de los partidos les llegará por transmisiones radiales, dado que no existen en Cuba las condiciones tecnológicas para hacerlo por la televisión en todas las provincias.
Ello demandará un esfuerzo mayor de los narradores para tratar de acercar sus relatos lo más parecido a un juego real, algo no tan difícil si nos atenemos a la experiencia de los profesionales en esta materia y también porque en condiciones normales son miles y miles los que siguen el béisbol por esta vía, pues se sabe, que en tiempos normales, mucho más en fase clasificatoria, ningún estadio en Cuba suele llenarse.
En tales circunstancias, deberá pensarse en fórmulas que favorezcan e incentiven a través de esos medios una mayor interacción con el público, que estará a distancia, pero pendiente de cada jugada.
Para el resto de la prensa, el reto también está planteado a fin de llevar la información por todas las vías posibles, incluidas las redes sociales. A tono con este reclamo, la página oficial de la Federación Cubana de Béisbol debe resolver los problemas que años atrás han limitado su eficiencia, viabilidad y, sobre todo, su actualización.
Otro de los desafíos de la campaña es hacer corresponder en los terrenos y fuera de estos las intenciones de rescatar la disciplina de nuestros clásicos nacionales, una de las deudas pendientes de hace años y que han lacerado el evento. Para ello se ha rubricado un férreo Reglamento Disciplinario de lo que rebasa la competencia en sí y abarca a todo el sistema nacional del béisbol.
Este trata de enmendar problemas y malas prácticas de las últimas campañas y define pautas desde el comportamiento en el terreno hasta reglas para altas y bajas,aplicación de medidas más drásticas, nueva política de refuerzos y participación de contratados, medidas para acotar los tiempos de duración de los partidos, disposiciones sobre el sellaje de los encuentros, restricción en las reclamaciones de jugadas, relaciones con la prensa, participación responsable en las redes sociales…
La idea es fortificar el espectáculo y el prestigio bien ganado de nuestro béisbol en el mundo, mucho más ahora que andamos por un inusual séptimo lugar en el ranking mundial.
Empiezan este sábado los primeros partidos de los 75 previstos para la fase clasificatoria, que dará paso a los cuartos de final con los ocho primeros que se jugarán sin refuerzos. Ahi se definirán los cuatro semifinalistas que sí tendrán derecho a convocar a peloteros de otras selecciones y después al plato del play off por el título, al que ojalá la COVID-19 nos deje llegar.
Sancti Spiritus arranca en casa ante Cienfuegos sábado y domingo (se descansa lunes y viernes) y el debutante mánager Eriel Sánche, anunció para abrir a Yamichel Pérez, quien en la pasada campaña se alzó con el título con traje matancero y resultó, además del mejor zurdo, el jugador más valioso de la postemporada.
Sin tirarse la primera bola a las dos de la tarde de este sábado, el director ratificó el compromiso de la selección de incluirse entre los ocho primeros del torneo y la decisión de “entregarse con amor en el terreno para luchar cada partido”.
Luego los Gallos seguirán en casa ante Villa Clara, martes, miércoles y jueves siguientes vs. Matanzas (22, 23 y 24) y Mayabeque (26 y 27)
Resuelto el principal dilema: o se hacía sin público o no se hacía, la Serie Nacional nos conmina a llevar los estadios hasta las casas, las mentes y sobre todo los corazones para que el béisbol viva, aun en este extraño escenario.
Desde allí intente trasladarle el influjo positivo a su equipo hasta que este indeseable aficionado nos permita reencontrarnos en medio de las gradas.
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