No tiene la estampa del guajiro tradicional, ni viste los arreos que distinguen al típico hombre del campo: ropa de trabajo, machete en la cintura, espuelas en las botas o el mítico sobrero. Liesliet Pérez Rodríguez es una auténtica versión humana del nuevo campesino que al amparo de la entrega de tierra comienza a marcar el trazo de la nueva generación de cosecheros que no cree en carencias de insumos, primaveras buenas o malas, y prefiere seguir su propia pauta de “Evolucionar y pensar, porque no hay otra forma de caminar en estos tiempos”.
Tampoco es un improvisado en asuntos de sitierías, pues basta conocer su lugar de origen para saberlo embarrado de suelo: Banao, una comarca que huele a sembradíos el año entero. “Desde chiquito siempre acompañé a mi abuelo en los trajines de la cosechas, luego trabajé en tierras alquiladas, pero siempre soñando con tener mi área propia y sembrarla de frutales, un cultivo bonito”.
Aparejados a su vocación campesina, también aparecieron los genes de la responsabilidad; era presidente de la Junta Directiva de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Paquito Rosales, enclavada en el Entronque de Guasimal, cuando abrió el expediente de usufructuario y empezó a probar suerte en el desafiante oficio de productor, en un área a orillas de la carretera Sancti Spíritus-Banao que antiguamente tuvo hasta vaquería de doble ordeño, luego fue un autoconsumo estatal y terminó ahogada por la maleza y la improductividad.
“Cuando entré eran potreros perdidos, al punto de que no veía casi la tierra; aroma maciza, las matas de guásima eran inmensas, no había agua, para qué te voy contar; la caminé con calma, vi las ondulaciones y me dije, bueno, si no me sirve para una cosa, me sirve para otra, pero la voy a coger. Tuve que fajarme duro con esto y decidí sembrar frutales; hice un pozo y hasta tuve suerte de encontrar un manantial en el mismo hueco que hice para almacenar agua; ahora no me falta, a pesar de la sequía.
“Siembro frutales, pero aprovecho la tierra en otros cultivos”, apuntó con la certeza de quien sabe que ahí radica su brújula de productor y, aunque la realidad no lo deja mentir, enumeró el inventario de plantaciones: “Ahora mismo aquí tengo mango, guayaba, aguacate, tomate, yuca, plátano, frijol, habichuela, pepino, calabaza; he cogido tremendas cosechas de melón y he sacado de aquí quintales y quintales de todas esas cosas”.
¿En qué basas esa integralidad productiva?
Hay que mojar todos los cultivos, un frutal sin riego es medio frutal, me he fajado a poner sistemas por goteo, porque aquí hay muchas ondulaciones y si tiro el agua por aniego acabo con el suelo. Detrás de todo esto que ahora ves hay mucho sacrificio e inversiones; pedir tierra es fácil, el asunto es ponerla a producir. Cuando llegué tuve que hacer un estudio mental muy grande, planificarlo todo, desde donde hacía la casa, donde sembraría el aguacate, el mango, el tomate; hay que calcular bien cada paso para no fallar porque son plantaciones permanentes y lo principal era que todo quedara organizado.
Mi idea futura es lograr una finca sobre la base de que sea integral y al final cerrar un ciclo productivo; tengo en proyecto inmediato una cochiquera con sus lagunas de residuales, de manera que pueda tener aquí mismo un destino para los restos de las cosechas, lo que no reúna una calidad para Acopio o, ante cualquier eventualidad, con la entrega no perder ninguna producción y convertirla en carne.
Estoy preparando un espacio para la cría ovino-caprina, cuando en unos dos años más las matas de mango se pongan copiosas y no pueda sembrar debajo, hago cuartones y roto los carneros por allí; lo otro es abrir la cría se gallinas y aves, eso se da solo; si algo no hago es quemar los restos de cosecha, eso se incorpora al suelo.
¿Cómo puedes sortear las adversidades que tiene el campo?
Nunca fui muy dado a estudiar, terminé el técnico medio en Agronomía, como se dice a base de palos de mi mamá; pero me parezco mucho a los japoneses porque soy muy disciplinado y aplicado. Nos golpea el recurso, también la fuerza de trabajo, somos muchos campesinos y todos demandamos obreros porque, por más que yo quiera, solo no puedo sostener esta diversidad de cultivos y producciones. Para estabilizarlos tienes que ganártelos y atenderlos como a tu familia, sin ellos no soy nadie.
Hay quien piensa que los frutales son cultivos fáciles; claro, requiere menos recursos que otros, pero te aseguro que lleva gran trabajo técnico, hay que hacerles poda de formación, sino tienes una mata de aguacate larga hacia arriba, te echa tres aguacates y luego viene cualquier viento y te la parte; la clave está en hacer bien cada paso y en su momento, por eso a los jornaleros hay que explicarles la tarea y la necesidad de la tarea.
¿Qué reglas rigen en la finca de Liesliet Pérez?
Que el Estado me compre toda la producción, no tengo que pensar en otro mercado, ese es mi mayor compromiso; si el aguacate se contrata con Acopio, para Acopio va; en las asambleas les insisto mucho a los campesinos en eso. Estoy abierto a las novedades porque el que siga aferrado al tradicionalismo se queda atrás.
Si la Empresa Banao tiene sembradora de granos, cosechadora y existe semilla certificada, ¿por qué no usar ese desarrollo? Mientras por esta vía un productor siembra 10 hectáreas de frijol en una mañana, el campesino tradicional siembra 2 en tres días y necesita como 50 hombres; súmale el pago de salario y la calidad del cultivo.
No me aprovecho del cargo de presidente de la cooperativa ni halo recursos para la finca; aquí llega lo que asigna la empresa por la contratación establecida y el compromiso de entrega. Además, eso no lo reparte Liesliet, lo hace la Junta Directiva, me gusta que si viene un campesino a verme es porque tenga un problema, no porque el del problema sea yo.
No seré eterno como presidente de la CCS, pero de la tierra no pienso separarme nunca, me gusta lo que hago, este paisaje, y vivo feliz aquí con mi familia porque soy un agradecido de la Revolución.
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