Pocos, quizás ninguno de los hombres de su edad —acaba de cumplir 88 años— que circulan por Sancti Spíritus tenga mejor impresa en su conciencia de revolucionario la convicción de que escogió el camino correcto y el entusiasmo que no lo abandona de ver en el trabajo la solución a cualquier problema por más complicado que resulte.
Antonio Roig Santos es un miembro de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) en quien confluyen un grupo de circunstancias particulares que lo singularizan a la vista de sus compañeros, de su familia y de sus vecinos, desde que tuvo uso de razón, porque desde su juventud ha sido un hombre que siempre ha actuado de acuerdo con sus principios.
Principios que lo llevaron a inicios de 1958, allá en la zona de Venegas-Perea, en el actual municipio espirituano de Yaguajay, a formar parte de un grupo de milicianos revolucionarios en la finca Los Hondones —donde se alzó el joven Serafín Sánchez el 6 de febrero de 1869—, cuya tarea era servir de apoyo al destacamento guerrillero Máximo Gómez, del Partido Socialista Popular, comandado por Félix Torres.
Con Félix Torres y los suyos Roig vivió la emoción inmensa de la madrugada en que llegó el Comandante Camilo Cienfuegos al campamento en Jobo Rosado. Hoy figuran entre sus principales motivos de orgullo los lazos que se establecieron con el hombre del sombrero alón.
CON CAMILO HASTA EL FINAL
Con orgullo, Antonio Roig expresa: “Yo jugué pelota con Camilo. Viajé con él a Camagüey en octubre de 1959, cuando la traición de Hubert Matos, y creo que soy uno de los últimos que lo vieron con vida. Antes de la partida desde La Habana había dado la orden de escoger 20 integrantes de la tropa de Félix Torres y mandárselos como refuerzo en ese avión para allá. Cuando llegué, él me comunicó: ‘Antonito —así me decía—, eres el responsable de las pistas. Aquí no puede entrar ni salir nadie hasta que yo te lo diga’. No lo vi más”.
EN EL OJO DEL HURACÁN
Aquellos fueron tiempos de una actividad extraordinaria para el joven yaguajayense, pues de Ciudad Libertad pasó como jefe de Orden Interior del Castillo de El Príncipe, y de allí para la cooperativa Menelao Mora, “que la hice al frente de una compañía de soldados, y muchas tareas por ese estilo”. Quizá el estar en el ojo del huracán fue un distintivo innato de Antonio Roig, quien la histórica noche del 28 de septiembre de 1960 se encontraba presente en la gran concentración del pueblo habanero convocada junto al Palacio Presidencial, a pocos pasos de donde se hallaba el Comandante en Jefe Fidel Castro:
“Eso fue algo maravilloso para mí. Había que estar ahí para ver eso, la actitud de fervor revolucionario con que la gente acogió la propuesta de Fidel de constituir los Comités de Defensa de la Revolución, porque había explotado un petardo a cierta distancia durante el acto y entonces él planteó que si nosotros queríamos, no se podía mover ningún elemento contrarrevolucionario y que las calles tenían que ser del pueblo”.
EN ORIENTE CREANDO COMITÉS
Semanas después de aquel acto inolvidable a Roig lo mandan para el Caney de las Mercedes a hacer la Ciudad Escolar para 20 000 niños de la zona, proyecto al mando del Comandante del Ejército Rebelde Armando Acosta Cordero. Hoy recuerda:
“No había acabado de llegar y Armando me encargó formar los CDR en toda esa comarca. Constituí 32 comités, en Jibacoa, Cayo Espino, Cienaguilla, Bayate…, es decir, en todos esos lugares creamos los Comités de Defensa de la Revolución. Eso lo hacía por la noche, porque yo era jefe de la administración de las granjas, la producción y el abastecimiento en toda esa jurisdicción.
El 7 de mayo de 1964 fue un día terrible para Antonio Roig, pues le comunicaron del asesinato el día anterior en la zona norte espirituana de su hermano Abel Roig Santos y del también activista revolucionario Santos Caraballé Abreu, por bandidos de la banda de Mario Bravo, lo que no tuvo otro efecto que reafirmar sus convicciones revolucionarias.
Roig regresó a Sancti Spíritus en 1970 para introducir en el plan arrocero de El Jíbaro, la variedad IR-8. Cuando surge la plaga del arroz, el Comandante Sergio del Valle lo puso al frente de la fumigación, pero como se utilizaron activos químicos, se intoxicó. “Casi me muero y tuvieron que llevarme para La Habana. A mi regreso me nombraron secretario de la CTC municipal de El Jíbaro.
“Allí se consideró que el trabajo mío era muy bueno y me promovieron para Sancti Spíritus. Atendí Emulación, Zafra y la ANIR. Estando en esa responsabilidad me nombran para trabajar en los CDR como jefe de zona, y en lo adelante siempre fui miembro de la Dirección Provincial hasta el año 2019, en que por problemas de salud no pude continuar”.
Hoy este veterano del Ejército Rebelde, miembro fundador de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana y de los Comités de Defensa de la Revolución, siente sana satisfacción cuando expresa: “La zona mía, la 116, es vanguardia nacional, yo soy vanguardia nacional y fui como delegado a dos congresos de los CDR.
“En el 2013, me entregaron la Medalla por la Defensa de la Patria y la Unidad del Barrio, que a nivel del país se les entregó solo a 20 cederistas. La recibí en La Habana de manos del Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez. Ese mismo año me entregaron el Premio del Barrio y el de la Mejor Familia de la provincia”.
“Sé que soy viejo, junto a mi hermano Rangel somos los únicos que continuamos vivos de los 25 integrantes de la milicia clandestina que apoyó a Félix Torres en Jobo Rosado; uno de los tres sobrevivientes de los 12 que integramos la dirección de la CTC en Sancti Spíritus, junto a Loyda Borges y Dagoberto García Valle, y el único fundador vivo del organopónico de Onza y Tello Sánchez, pero continúo activo y seguiré trabajando hasta que me muera”.
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