Conforme bulle la efervescencia electoral en Estados Unidos, la administración del presidente Donald Trump aprieta las tuercas en su enfrentamiento contra China y saca al juego más cartas que desvían a ambas potencias de la reconciliación.
A la guerra comercial de dos años y medio, en este 2020 Washington añadió conflictos por la situación de Xinjiang, Hong Kong y el Tíbet, reclamos en el mar Meridional, las intenciones separatistas en Taiwán, restricciones a la prensa, sanciones al sector tecnológico y hasta la pandemia de la COVID-19.
La lista de roces sigue imparable y lo más reciente es la presión sobre el equipo diplomático de Beijing en suelo norteamericano.
Tras el cierre recíproco de los consulados en julio, la Casa Blanca exigirá una autorización a los funcionarios chinos si desean visitar campus universitarios y reunirse con dirigentes locales.
En lo adelante, también deben buscar un aval oficial para realizar eventos culturales fuera de sus sedes con más de 50 personas e identificar todas las cuentas en redes sociales como pertenecientes al Gobierno.
Según el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, estas medidas se tomaron sobre la base de la reciprocidad en las relaciones bilaterales.
Sin embargo, encajan con los propósitos de Washington de revertir el acercamiento con Beijing iniciado en febrero de 1972 durante el viaje a China del entonces presidente Richard Nixon y que propició décadas de intercambios que entrelazaron fuertemente a ambas economías.
Ese plan también le sirve a Trump con vista a los comicios de noviembre, pues hizo del tema China el principal punto de la campaña para su reelección.
El gigante asiático reacciona con creciente contundencia ante el deterioro de los vínculos bilaterales y en los últimos días el presidente Xi Jinping advirtió varias veces sobre las consecuencias de tensar demasiado la discordia.
En ese contexto, aseguró que no consentirán a fuerza alguna que imponga su voluntad mediante la intimidación ni que frene la cooperación con otros Estados del mundo.
China contra intentos de EE.UU. por difamar sus fuerzas armadas
China deploró el afán de Estados Unidos por difamar a sus fuerzas armadas con un reporte anual que, además, malinterpreta la estrategia defensiva e insiste en acusar a Beijing de ser una amenaza militar.
El Ministerio de Defensa denunció que el reciente informe del Pentágono sobre los avances del Ejército Popular de Liberación (EPL) en 2020 distorsiona sus relaciones con el Partido Comunista.
La política militar de China –recalcó- tiene como base un carácter pacifista y su objetivo es proteger la soberanía, seguridad e intereses del desarrollo.
El Ministerio negó que se apunte o ponga en riesgo a un tercer país o territorio, tras reafirmar los derechos sobre Taiwán y la oposición a los propósitos separatistas alimentados por fuerzas externas.
Según recordó, Estados Unidos sí es responsable de iniciar el caos, destruir la paz mundial y el orden con acciones militares en países como Iraq, Siria y Libia.
Entre otras cuestiones, el Ministerio aseguró que el EPL respetará los propósitos y principios de la Carta de la ONU, protegerá la seguridad regional y respaldará los esfuerzos globales para mantener la paz en el planeta.
A principios de este mes Washington publicó el reporte sobre los logros y hasta la superioridad del ejército chino áreas como la construcción de buques, misiles balísticos convencionales lanzados desde tierra y misiles de crucero, y los sistemas integrados de defensa aérea.
Dicho texto detalló las capacidades castrenses del país oriental y emergió en un contexto marcado por tensiones acrecentadas entre ambas potencias por asuntos tan sensibles como los reclamos territoriales en el mar Meridional y el apoyo de la Casa Blanca a las pretensiones separatistas de Taiwán.
Las fricciones Washington-Beijing peligrosamente suben de tono según se acercan los comicios de noviembre en Estados Unidos, pues el presidente Donald Trump hizo del tema China el principal punto de la campaña para su reelección.
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