En tiempos de desabastecimiento, los acaparadores hacen su zafra con relativa impunidad brincando de cola en cola. Escambray le toma el pulso a un panorama signado por violaciones de precios y aglomeraciones tumultuarias
Casi antes de marcar la cola, plantó el saco. En realidad, no era el hombre aquel el último en la fila que comenzaba a crecer y a crecer frente al punto de venta del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos ese sábado. Cuando preguntaron: ¿Último?; debió responder: Yo y el saco; o viceversa. Sí, porque a medida que compraba le abría la boca al saco blanco, lo engullía de paquetes de detergente, se ponía al final de la cola y luego volvía a comprar. En un círculo vicioso, literalmente vicioso.
Solo cuando el saco aquel estaba empezando a hartarse —ya iba casi por la mitad—, un señor con la única autoridad de cliente dolido le ordenó: “Salga de la cola, aquí no compra más”.
No es lo habitual —el ponerles tal zancadilla a los aprovechados, me refiero—; lo verdaderamente común resulta, por el contrario, que basta que saquen jabón, aceite o detergente en cualquier tienda para ver los mismos rostros, el mismo hombre con muletas, el mismo muchacho de la silla de ruedas, las mismas mujeres vociferando y marcando puesto hasta para las tataranietas por venir.
Y después puede ver a una que otra mujer de esas que le antecedieron en el tumulto con el paquete de detergente Fami que no pudo comprar y en su jaba vale 60 pesos “porque es del chiquito, mima, y es el único que me queda” o sobre un cajón recostado a la silla de ruedas encuentra el papel sanitario, un paquete de culeros desechables, otro de toallitas húmedas…
Pueden estar en una acera cualquiera o apostados sin pudor frente a las mismas tiendas que antes “saquearon” como si lo más normal del mundo fuese que los surtidos por la izquierda no escaseasen; como si fuese lícito tener que pagar de más por lo que hay de menos.
En estos tiempos de escaseces, la única abundancia que hay es de revendedores. Y no discriminan: puede ser lo mismo un tubo de pasta que un desodorante; da igual un jabón que un paquete de galletas. Tampoco se solapan y no tienen por qué hacerlo si, de todos modos, nadie les pregunta de dónde sacaron las mercancías e igualmente nadie se preocupa por que en las vidrieras callejeras se exhiba y se (re)venda lo que se agota en horas en las tiendas estatales.
¿O es que acaso no ponen en fila los pomos de refresco frente a los mismos bancos en las afueras del mercado espirituano La Casiguaya? ¿O es que no se nota que en aquellas céntricas aceras siempre hay paquetes de galletas a 30 pesos, las mismas que dentro del centro estatal costaron 20 pesos?
Y La Casiguaya no es excepción, por regla del mismo modo sucede en El Convenio, La Naviera, en El Triunfo o en El Paraíso Infantil… De los centros estatales se surten los mercados particulares.
Porque cierto es: ante el marcado déficit de productos de primera necesidad se regula el expendio —dos pomos de refresco, dos paquetes de detergente, cinco jabones de baño, dos pomos de aceite…—; pero o los (re)vendedores compran con toda la familia o mueren de cola en cola o cuando se acaba para la población aún queda para unos pocos.
Pudieran ser conjeturas; mas, con certeza se sabe, se hace y se permite. Y una norma también va llenando las jabas de tal negocio: las mercancías se venden en los horarios diurnos, cuando abren las tiendas y muchos trabajan o últimamente también se estila a, si llega tarde el abastecimiento, dejar el aceite casi en exhibición para vender al otro día. ¿Consecuencias? Alguien, libreta en mano, armando una lista, reventa de números, rectificar la cola dos o tres veces en la noche, desorden y amanecer con la gente abarrotando los lugares.
Lo cuestionan todos; lo enfrentan pocos. En más de una ocasión el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez les ha reiterado a los gobiernos locales, los ministerios, los representantes de los organismos de la Administración Central del Estado, las autoridades judiciales y policiales… a todos, no permitir ni violaciones de precios ni el acaparamiento ni, mucho menos, el lucro con los artículos de primera necesidad. Es una urgencia; se trata, acaso, de no seguir negociando con la desigualdad porque un pastel dividido en pedazos más pequeños toca a más, aunque llene menos.
Y no es que en Sancti Spíritus campee la impunidad. En lo que va de año la Dirección Integral de Supervisión ha impuesto más de ____ multas por tales conductas acaparadoras. Podría ser insuficiente si al doblar la esquina o en los campos el detergente por cuenta propia puede costar lo que pidan y no lo que vale.
Ciertamente, en el deber de coartar tal fenómeno está usted y yo y el vecino; mas, existen también organismos facultados para ello y todos andamos con los ojos y las jabas bien abiertas en las calles.
Verdad que la inestabilidad del mercado obliga a cualquiera a comprar hoy aunque no vaya a escasear mañana; al punto enfermizo de que en más de una ocasión ante una congregación de personas a las puertas de un establecimiento he llegado a preguntar: ¿Qué van a sacar aquí? y más de una vez he tenido como respuesta un encogimiento de hombros o un “lo que saquen”.
No voy a negar que las colas se han vuelto un gen más de los cubanos. Lo que me molesta —casi tanto como el desabastecimiento y los revendedores— es la barbarie de hoy: gente que se va a las manos por un puesto en la fila, empujones que pueden romper hasta cristales como los de La Vizcaína, policías cuidando el orden. Y me insulta que encima de tanto haya siempre quien tenga el celular presto para grabar y “compartirlo” en Facebook en esa pose tan deplorable de incivilización.
Más que el si podremos lavarnos la piel con jabón deberá preocuparnos desincrustarnos tanto moho del alma. Y eso no lo logra una estantería repleta. Habrá que empezar por ir limpiando de la mente una costra de años: compro hoy, revendo mañana.
Yo creo que Sancti Spíritus no está tomando las medidas necesarias para evitar las aglomeraciones, no está generando ideas para solucionar el problema del acaparamiento y las colas, hace par de semanas pasaba por el 12 plantas y daba verguenza el paisaje que se observaba, la cola del zona + llegaba hasta la sede de la Asamblea del Poder Popular, yo creo que cosas así no deberían estar pasando, creo que los cuadros de la provincia deberían sentarse y meditar acerca de la situación y comenzar a generar ideas para ponerle fin a situaciones como está, lo peor de la situacion es que en esas colas la mayoría siempre son los mismos, personas que se dedican a comprar para despues revenderlo a precios muchas veces exagerados, algunos hasta llevan a toda la familia para así poder acceder a mas unidades del producto. Yo y algunas amigas en estos momentos estamos embarazadas y no hemos podido comprar ni siquiera pampers para cuando nuestros hijos lleguen al mundo porque no alcanzamos y ahora tampoco podemos salir porque tenemos que cuidarnos y sin embargo hemos chocado con personas que nos proponen un paquete de pañales que en la tienda cueta apenas 7cuc a 16 y 22 cuc, como se puede permitir que personas como estas compren estos productos mientras quienes de verdad lo necesitan no tienen acceso a ello. Estamos pasando por momentos dificiles y creo que las cosas deberian ser compartidas.
La revendedera es una actividad economica ilegal, excepto la que el estado hizo legal a base de fuerza y de abuso de poder porque no es justo, ni tiene sentido y en la realidad sigue siendo iracionalmente legal autorizar a revender los refrescos, jugos de cajita, maltas, cervezas… pq lo justo es que los TCP las compren mayoristamente, si el estado no puede hacerlo asi, no puede permitir revender esos productos, nunca he entendido eso… esas actividades es para que vendan productos elaborados por ellos, asi es como tienen que funcionar y mas en un pais donde la demanda es muy superior…
Muy actualizado y ajustado a la realidad, su articulo Dayami. Es verdad que los revendedores estan fuera de la ley pues no tienen patente y violan los precios establecidos. Especulan a base de las necesidades del pueblo trabajador que no tiene tiempo para dedicarse a hacer colas para poder adquirir los productos. El que esta al margen de la ley es tan delincuente como los que roban y asesinan, solo que la connotacion y peligrosidad social de sus actos no es la misma.
CARLOS / 9 DE MARZO / 16:33
No comparto tu criterio de lo que es moral o inmoral en lo que se refiere a actividad economica. INMORAL ES LO QUE HACEN LAS TRD, QUE COMPRAN UN ARTICULO EN EL PUERTO LIBRE DE COLON, PANAMA, POR EJEMPLO EN $100 Y LO VENDEN EN CUBA EN 500. CUC. Ademas de usura es un abuso cobrar semejantes precios, pero Ud calladito, porque a lo estatal no se le critica, tienen bandera libre para abusar de los consumidores y no hay personas que cuestionen semejantes practicas comerciales .
Yo propongo como solución del problema eliminar a los revendedores ,en Sancti Spiritus son facil de eliminarlo y de encontrarlos ,sentados en la ceras del convenio,puertas de la casiguaya ,en horas tempranas de la mañana o interceder el camión que traslada a un grupo de personas inescrupulosa hacia la ciudad para comprar todo lo que se vende sea ,lo que sea ,cualquier producto.ellos son los que mandan en las colas y ya son hasta socios de los que venden en estas unidades de comercio. el que trabaja lo que recibe a cambio es atropello,por ejemplo en la tienda la Perla de Cuba se vende el pollo por un solo cajero, existiendo cuatro cajas .sale uno a las cinco del trabajo y aún son las siete de la noche y no a podido comprar ,las demás cajas son para resolver a las amistades que trabajan cerca o familiares ectera. y quien le pone freno a esta situación ,que se espera en la provincia ,orientaciones de organismos superiores .