Por más de una hora la lluvia había bendecido a la ciudad de Holguín y al unísono castigado a quienes esperaban a que la magia de las Romerías de Mayo corriera de una punta a la otra por cada rincón de la gran urbe oriental. En uno de los portales aguardaban dos artistas espirituanos, entonces con olor a cascarón.
Finalmente, el antojo de San Pedro cesó y entre charcos levantaron un improvisado telón. Las risas se multiplicaron. Al final las ovaciones calmaron el palpitar de dos corazones detrás de la primitiva escenografía.
—¿Ustedes fueron los que trabajaron?, alguien interrumpió la rápida recogida de cuanto elemento ayudó a construir la historia.
—Sí, respondió el líder del proyecto.
—Pues, los felicito porque me han demostrado que no solo se puede disfrutar con esto y puso a danzar en el aire una botella de cerveza.
Han pasado tres años de aquel incidente y aún hoy al juvenil colectivo se le estruja el pecho.
“Nuestras piezas siempre van a provocar, dialogar… Esa retroalimentación es la que nos permite que funcionemos mejor. Esas experiencias como las vividas en los días en que nos sumamos a la Guerrilla de Teatreros, en Granma o en la Cruzada Guantánamo-Baracoa, cuando en comunidades muy humildes los niños nos reciben con cartas y dibujos o cuando en la propia ciudad de Trinidad nos reconocen en la calle y nos saludan con efusividad, nos dan la fuerza para seguir en este camino”, reflexiona Fernando Miguel Gómez López, director de Dador Teatro.
Un proyecto de las artes escénicas espirituanas que resucitó en el año 2015 al ser puesto en las manos del egresado de la otrora Escuela Profesional de Arte Samuel Feijóo, de Villa Clara, y bajo algunas condiciones: se trasladaría a la tercera villa de Cuba con una poética nueva y un elenco novel.
“Fue un reto enorme porque de las aulas salimos preparados fundamentalmente para hacer teatro para adultos. El pedido del Consejo Provincial de las Artes Escénicas nos obligó a tomarnos el trabajo con mayor seriedad”, dice a la vuelta de cinco años de aquel 24 de diciembre, cuando rompieron los temores en la comunidad carbonera Lampiño, plantada en la carretera que une a Trinidad con Cienfuegos.
¿Por qué aceptar esas condiciones si ya trabajabas con propuestas con una estética consolidada?
“Me caracterizo por irles de frente a los retos. Trato de aprender y superarme cada día. Ese fue nuestro primer impulso para mostrar nuestra manera en particular de cómo concebimos el teatro. También creímos que era una necesidad porque Trinidad no contaba con una propuesta para el público infantil y hablamos de una ciudad que este año cumplió 290 años de iniciarse en el mundo de esta manifestación artística”.
Desde entonces, mucho se ha disfrutado del robot de cerebro mecanizado que enamora a la Cucarachita Martina, del único gallo reguetonero del universo o del simpático burro, a la manera de Rubén Darío Salazar, Premio Nacional de Teatro.
“Básicamente la estética radica en mostrar puestas en escena u obras de teatro que contengan mensajes educativos para el público infantil y su familia”, insiste con seguridad, quien ha construido estos cinco años junto a Mirielsi Valdés Cuevas, igual que él evaluados con el Primer Nivel y, recientemente, sumó en la aventura a Nurialys Marcote Pineda, aún con olor fresco a academia.
¿Cómo ha podido sobrevivir Dador Teatro en la escena trinitaria, donde las propuestas comerciales tienen muchas veces más oportunidades?
“Para nadie es un secreto que el turismo traga todo o casi todo lo que encuentra a su paso, pero estamos vivos, gracias a saber deslindar nuestro trabajo. Como grupo tenemos tres puestas e igual número de espectáculos de payasos que, sin dejar de ser buenos productos artísticos, son los que proponen cuando vamos a los hoteles. Lamentablemente, en esos lugares aún no prima lo mejor del arte cubano, pero ya se ha demostrado que sí se pueden comercializar mejores estéticas porque los públicos saben valorar”.
Aunque mucho han empujado la filial espirituana de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y el Consejo de las Artes Escénicas, aún ha sido imposible encontrar una cobija segura para este colectivo que ensaya en el pequeño apartamento donde reside Fernando y lleva su escenografía hecha en casa sobre las espaldas por escuelas y círculos infantiles de la Ciudad Museo del Caribe.
“En Sancti Spíritus aún el sistema institucional tiene como deuda con sus artistas el tema de la promoción. En ocasiones, ni actualizados están los catálogos. Los medios de prensa, sobre todo la radio y la prensa escrita nos siguen. Lamentablemente, los eventos quedan, muchas veces, dentro de los propios eventos”, opina.
Mas, ni tan siquiera los kilómetros que recorre este “correcaminos”, como le nombran los amigos al dividirse entre Trinidad, Sancti Spíritus y Yaguajay, han impedido que siga empujando esa gran pasión que desborda hasta en la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez, donde cursa el tercer año de la carrera de Comunicación Social.
“Juramos el día de la graduación llevar hasta cada rincón de esta isla nuestro teatro porque nos corresponde apostar por lo mejor de nuestra cultura, incluso en los tiempos más difíciles. Asumirla como lo que es: escudo y espada de la nación, siempre nos salva”, dice Fernando Miguel Gómez, líder del movimiento escénico en la filial espirituana de la AHS.
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