En medio de la alarma mundial a causa de la COVID-19, donde no se habla de otra cosa que del nuevo coronavirus, se abre paso de forma creciente la evidencia incontrastable de que los sistemas sanitarios en naciones regidas por el capitalismo neoliberal no están en condiciones de proteger a sus poblaciones respectivas de pandemias que, como la actual, requieren de una amplia concertación sociopolítica y científica para hacerle frente.
Quizá el meollo del asunto radique en el mismo carácter individualista y excluyente del capitalismo de los monopolios y de la concepción de que el mercado obrará como el deus ex machina que todo lo resolverá de manera espontánea, incluso la salud, pero existe la sospecha de que, mientras a muchos políticos influyentes en Occidente no les importa en absoluto la suerte que puedan correr los pobres, otros en cambio cuentan ex profeso con el Moloch de las epidemias para deshacerse del exceso de población “no activa” como parte de una concepción neomalthusiana.
De que Malthus y su forma particular de ver las cosas no murieron con este estudioso inglés (1766-1834), autor de la teoría demográfica, económica y sociopolítica expresada en su libro Ensayo sobre el principio de la población (1798), dio fe en los años 40 del pasado siglo el enfoque de los teóricos del III Reich, que decidieron de forma criminal el exterminio de millones de personas que consideraban inferiores para crear espacio vital a los individuos de raza aria del nuevo imperio germánico.
Lo preocupante en extremo es que, aunque no lo expresen de manera explícita, la forma de actuar y proyectarse de algunos políticos como el actual presidente de Estados Unidos Donald Trump hace dudar con toda razón, porque nadie sabe a ciencia cierta si ese proceder errático a la hora de enfocar el actual problema de salud se deba a negligencia, a una forma espontánea de manifestarse el sistema o, por el contrario, persigue objetivos siniestros bien definidos de tipo malthusiano.
Si a pesar de lo anterior hiciésemos abstracción de indicios y evidencias, y nos centramos en los hechos probados, se puede decir que, como lo ha demostrado la presente pandemia, el capitalismo de los monopolios ha devenido totalmente incapaz de enfrentar con eficacia la COVID-19, toda vez que prioriza la economía y la ganancia sobre la salud de la población, como lo prueba la impaciencia por reabrir los negocios, en medio del avance incontrolado de la infección, lo que puede derivar en millones de víctimas.
Por lo pronto, la Europa comunitaria está pagando el precio oneroso de haber desactivado el llamado sistema de bienestar general que alentó durante la lucha ideológica con el bloque socialista europeo liderado por la también hoy extinta URSS, para aplicar el capitalismo neoliberal, mientras Estados Unidos, que siempre lo dejó todo en manos del mercado, se ha convertido en el epicentro mundial de la pandemia.
Hoy le recriminan a Trump el haber eliminado, como parte de su cruzada contra todas las iniciativas de su antecesor, Barack Obama, las que el primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos impulsó en el campo de la salud, dañando además al sistema sanitario estadounidense al retirarle fondos para destinarlos a gastos militares, la construcción del muro en la frontera con México y otros fines.
Poca seriedad ha habido en Trump, por su lentitud en reaccionar en su momento ante la COVID-19 y sus desplantes en cuanto a procedimientos o sustancias que supuestamente pararían el avance de la infección, lo cual ha tenido su colofón en la sugerencia a los afectados de que se inyectasen o ingirieran desinfectantes, lo que costó no pocos intoxicados y hasta muertes entre los ingenuos que le hicieron caso.
En medio de la polémica por la pandemia y la batalla política con vista a las elecciones previstas para noviembre próximo, salta a la palestra un nuevo elemento y es que, los 55 000 decesos a causa de la COVID-19 que ya registra la superpotencia en apenas seis semanas, se aproximan a los 58 000 muertos y 2 000 desaparecidos que costaron 11 años de guerra en Vietnam, derrota que provocó un síndrome nacional en los Estados Unidos con repercusiones políticas, económicas y militares.
Lo anterior lleva a los observadores a plantearse —salvando las distancias, claro— que, si Trump logró salir ileso del juicio político que se le siguió en el Congreso debido a la mayoría numérica de los republicanos en el Senado, todavía está por ver si escapa de la conmoción provocada por el nuevo coronavirus, toda vez que no solo afecta en el aspecto político y social, sino también en el económico, tema especialmente sensible para los electores de cara a los venideros comicios.
No quisiéramos concluir estas reflexiones sin volver a incidir sobre uno de los males de fondo del capitalismo que hoy obstruyen el enfrentamiento a la pandemia, y es que, la lucha de los monopolios por el dominio de los mercados resulta particularmente dañina en el terreno de los avances de la Medicina y la Farmacología, porque la competencia impide la colaboración.
En Estados Unidos, por ejemplo, existen grandes gigantes farmacéuticos, como Eli Lilly, Merck, Pfizer y otros que invierten cientos o miles de millones en el desarrollo de medicamentos de última generación, que a poco se convierten en mercancías muy rentables, las cuales protegen con patentes que impiden su uso generalizado para salvar vidas.
En contraste, un país como Cuba, donde las empresas son propiedad del Estado, que es decir del pueblo, puede concentrar los esfuerzos investigativos en las direcciones priorizadas, haciendo un uso óptimo o casi óptimo de los recursos, poniendo todas las potencialidades de los llamados polos científicos en función de objetivos puntuales. De ahí la obtención de medicamentos que, como el Interferón alfa-2b Recombinante y otros, están teniendo éxito en el tratamiento y atenuación de la pandemia.
De otro lado está el sistema de Salud, diseñado para llegar a todos, teniendo como filosofía que lo más importante es el ser humano, sin distinción de ningún tipo, por lo que la contradicción entre la cuarentena para salvar vidas y la actividad económica, por más importante que esta última resulte, está decidida de antemano.
China y Vietnam son ejemplos de otras naciones regidas por partidos comunistas que han logrado enfrentar con éxito la COVID-19. Estados Unidos, Italia, España, Francia, Brasil, Ecuador, Bolivia y otros, donde impera el capitalismo neoliberal, son la cara opuesta de la moneda.
Hoy el mundo concentra sus esfuerzos en desarrollar una vacuna eficaz contra el nuevo coronavirus y existen más de 60 prospectos en diferentes fases de desarrollo, en al menos una docena de países. Es lógico que se pongan las esperanzas en una o más vacunas, pero, como demostró la epidemia de VIH-sida en los años 80-90 del pasado siglo y la más reciente de Ébola en tres países del África noroccidental, no tiene que ser necesariamente así.
Como se debe recordar, en ninguno de estos ejemplos fue una vacuna la que logró resolver el problema, pues en el caso del sida, un cóctel de antibióticos además del uso del condón y otras medidas profilácticas pusieron freno a la epidemia, mientras en lo que atañe al Ébola, fueron la cooperación internacional mediante terapias avanzadas, combinadas con estrictas medidas de aislamiento e higiene las que logaron ponerle coto.
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-1-
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-2-
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EL POETA YUMURINO
5 de Mayo de 2020
Ni China ni Vietnam tiene economias socialistas soneconomias de mercado , principalmente China
Mire, Yotulba, o como realmente se llame, lo cierto es que, independientemente de que en China y Vietnam se utilicen métodos mercantiles en función del desarrollo económico, la existencia de partidos comunistas en el poder, facilita una distribución más equitativa de los recursos creados. Además, y es preciso recordarlo, a diferencia de Estados Unidos y otros grandes países capitalistas, en China y Vietnam los monopoloios no pueden ejercer impunemente su hegemonía en el mercado, y ese es un factor de mucho peso, porque uno de los más grandes problemas del capitalismo en occidente es la concentración de la riqueza en pocas manos, y luego que los dueños monopolistas de esas riquezas ejerzan su dominio en los gobiernos respectivos, que por tanto legislarán a su favor, que es decir, en favor de los millonarios, que en la superpotencia son aproximadamente el 1 por ciento de la población. Vale.
Nueva Zelando no reporta casos desde hace casi dos semanas. Otro ejemplo a seguir.
Hong Kong y Taiwan, esos si son ejemplos de como puede contenerse una pandemia a las puertas mismas de China. Son ejemplos de sociedades capitalista pero con sistemas de salud muy robustos y organizados. Cuantos casos tiene Taiwan con una poblacion de casi 39 millones y tan cerca de China ContinentaL?
Se ha puesto a pensar, señor Muñoz, lo extremadamente difícil de combatir una epidemia como la Covid 19 en una gran nación como China, con mil 350 millones de habitantes, y que en plazo bastante breve se haya controlado y prácticamente ya hayan vuelto a la normalidad de la vida económica? No le resto méritos a Nueva Zelanda o Taiwán, pero ¿acaso se puede comparar un país de 40 millones de habitantes como la llamada China nacionalista con los que tiene China continental?. Piense, por favor. Además, recuerde que toda regla tiene su excepcción.