COVID-19 en Sancti Spíritus: Aislados, pero no abandonados

Tal es el sentir de los espirituanos de la cabecera provincial en cuyas áreas de residencia se decretó la restricción de movimiento debido a la existencia en ellas de casos con COVID-19

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En Sancti Spíritus, son muchas las personas que hoy día le extienden sus manos a quienes habitan en las áreas de restricción de movimiento. (Foto: Oscar Alfonso/ Escambray)
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En Sancti Spíritus, son muchas las personas que hoy día le extienden sus manos a quienes habitan en las áreas de restricción de movimiento. (Foto: Oscar Alfonso/ Escambray)

Mientras lo cuenta la emoción aflora en cada una de sus palabras. Menciona una y otra vez a Plasencia, el presidente del Consejo de Defensa de zona que desde el mismo domingo 27 de septiembre, cuando quedó cercada el área, se pasa el día de una gestión en otra para que no les falte nada. Habla de Meibis, Maritza, Maipú y Alma, las cuatro mensajeras del barrio que a diario se encargan de recoger libretas de abastecimiento y dinero, para devolver luego productos que de otra forma no llegarían a sus destinatarios.

 Hanoi Guillot Pérez, profesora universitaria, lleva el nombre de una ciudad vietnamita y a la vez el de la plazoleta espirituana donde reside. De allí hace 10 diez días nadie sale y a ella son pocos los que entran: los encargados de que todo funcione bien y el personal médico cuyo puesto de mando fue ubicado en el mismísimo corazón de la cuadra, poblada por más de 60 familias.

“Todo fue tan rápido que cuando vinimos a darnos cuenta estábamos en medio de una vivencia que muchas veces habíamos visto, pero solo a través de la televisión y los periódicos”, revela. Allí, de una acera a la otra, nasobuco mediante, hay saludos, comentarios y, sobre todo, mucha preocupación por la vecina enferma de COVID-19. Según Hanoi, pareciera que no sucede nada: a diario se entrega la prensa, se bota la basura, se buscan los mandados; “todo, lo único diferente es que no lo haces tú”.

Casi calcos de ese recuento halla Escambray cuando conversa con vecinos de otras áreas de relativo confinamiento. En la Calle A, entre Camino de las Cañas y Camino del Guajén, en una casa contigua a la de una pareja de ancianos enfermos con el coronavirus, vive Julio Martínez Alba. Con 63 años “bien trabajados”, aunque tiene múltiples padecimientos de base que hacen más susceptible su salud, dice que no se halla sin salir cada mañana, bien temprano, hacia la base de almacenes de la cadena de tiendas Caribe, donde labora.

No mentiría jamás. Por eso reconoce que se les ha dado una atención de excelencia. Son solo cinco casas, especifica, pero allí han llegado no solo los productos que “vienen por la cuota”, sino también otros que los ayudan a sobrellevar el encierro, entre ellos viandas de la cooperativa de producción agropecuaria Ángel Montejo, que radica bien cerca. Oír radio y ver televisión, para estar informado, es casi todo lo que hace en el día. Y recibir llamadas, generalmente de amigos o de la familia, que se preocupan.

El mismo susto que experimentó Julio al conocer de casos positivos al SARS-CoV-2 del otro lado de la cerca de su casa lo han vivido espirituanos residentes en más de 70 sitios donde se han adoptado medidas similares para contener la transmisión del virus. Y en todos ellos prevalece un sentimiento de gratitud hacia las autoridades locales y los representantes de las organizaciones de masas en la comunidad.

 Cuando se entabla diálogo se escuchan alusiones a “esas muchachitas, las trabajadoras sociales que todos los días vienen a ver lo que nos hace falta” y también a delegados de circunscripción como Rafael Hernández, un hombre tan preocupado por su gente que el domingo 4 de octubre, tarde en la noche, andaba recogiendo vasijas y libretas para hacerles llegar la leche de la mañana siguiente, que se había adelantado.

De otro delegado, Carlos Fardales, cuenta maravillas Marlene Enríquez Salinas, una de las vecinas de la calle Bartolomé Masó, entre Sobral y Frank País, cuyo refrigerador colapsó en medio del encierro y tuvo arreglo solo porque él hizo las coordinaciones necesarias para que enviaran a un técnico del taller.

Jubilada por enfermedad, Marlene lleva una dieta estricta y, de no ser por la solidaridad de un vecino incluido en el área de restricción, sus alimentos se habrían descompuesto. También en ese caso, advierte, medió la gestión de Fardales.

En las áreas que en la ciudad de Sancti Spíritus se han delimitado con cintas, y junto a las cuales permanecen agentes del orden mayormente jóvenes, se habla de módulos de alimentos vendidos, de manos extendidas, de calor humano y preocupación real, de pesquisas diarias y de mucha esperanza. Se habla, en resumen, de un país pequeño y a la vez muy grande, que no abandona a nadie por duras que sean las circunstancias.

Delia Proenza y y Adriana Alfonso

Texto de Delia Proenza y y Adriana Alfonso
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

3 comentarios

  1. Manuel Eduardo Polanco Pérez

    Esta foto va a quedar como icono de la COVID en Sancti Spíritus.
    ¿Quién va a hacer un reporte periodístico sobre Trinidad? hasta para esta pandemia no disimulan el regionalismo, aquí también se hace necesario recoger las opiniones de las personas que se encuentran dentro de las áreas restringidas y fuera de estas, nadie piense que estamos tan bien atendidos

  2. Excelente artículo, muy atinado en estos tiempos. Hanoi es mi amiga, mi compañera y mi antigua maestra. ES una persona coherente que me cuenta cómo la dirección del país atiende cada situación que se ha ido presentando. Felicitaciones a Delia Proenza desde México.

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