Ha sido en picada. Semana a semana ha ido descendiendo el reporte de casos confirmados a la COVID-19 en la provincia, tanto que desde el pasado domingo y hasta este viernes solo a siete espirituanos se les ha diagnosticado la enfermedad.
Lo que viene a ser sintomático es un hecho: la mayoría de las personas infectadas por el nuevo coronavirus tienen como fuente de infección el extranjero —cuatro— y el resto de los autóctonos, en algunos casos, han sido contactos de ciudadanos que han arribado al territorio provincial.
Los importados, como ha venido sucediendo, son ahora tal vez el talón de Aquiles de esta pandemia. No solo por las cifras que van in crescendo, sino por las transgresiones a los protocolos sanitarios que también han ido aumentando, lamentablemente, como se ha denunciado con anterioridad en estos mismos análisis.
Para ajustarnos el cinturón de la cautela bastaría rememorar un dato: al cierre del pasado 16 de diciembre se reportaron cuatro ciudadanos contagiados con el SARS-CoV-2 —en esta semana la mayor cifra en un día— y tres de ellos son importados.
Desde el domingo y hasta este viernes otro guarismo, quizás, nos convida igualmente a reflexionar: en cinco de los ocho municipios de la provincia se han diagnosticado enfermos —pertenecientes a Trinidad, Sancti Spíritus, Jatibonico, Fomento y Cabaiguán— y ello implica, como hemos venido aprendiendo en esta pandemia, un cordón que de irrespetar las medidas establecidas puede alargarse en contactos y contactos.
Porque como lo han advertido desde las autoridades hasta los medios de prensa, que existan menos casos no se traduce en que el coronavirus haya pasado de moda. Los riesgos, como el mismísimo virus, siguen estando ahí, al acecho.
Que la provincia haya ido avanzando a la nueva normalidad tampoco quiere decir que las disposiciones emitidas —uso obligatorio del nasobuco, distanciamiento social, desinfección de las superficies… que vienen siendo el ABC de enfrentamiento a esta pandemia— estén abolidas; al contrario, deben cumplirse al pie de la letra siempre.
Retroceder, como nos ha pasado en otras oportunidades, no puede ser una opción; pero para impedirlo habrá que vivir con extremo cuidado.
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