Poco se ha escrito de la existencia de cuadrillas de individuos armados en el macizo de Guamuhaya a finales de 1958 que actuaban como cuatreros, amparadas por la impunidad que les ofrecía ese territorio montañoso frente a la justicia civil, y estimuladas por la actitud disidente de la dirigencia del II Frente Nacional del Escambray, en la última etapa de la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista.
Sin proponérselo, a una de esas bandas fueron a parar los combatientes clandestinos espirituanos Cresencio de la Cruz Morejón Herrera y Roberto Quesada Ramírez, quienes, perseguidos de cerca por los esbirros batistianos, decidieron alzarse cada uno por su cuenta, pero fueron asesinados de forma alevosa entre el 24 y el 25 de octubre del citado año, debido a intrigas y sospechas infundadas de los cabecillas, sin averiguar sus valiosas trayectorias revolucionarias en Sancti Spíritus.
Investigaciones posteriores al triunfo de enero de 1959, realizadas por gestiones del Partido en este municipio, que incluyeron entrevistas a personas allegadas a ambos mártires —algunos de aquellos, militantes de larga data de la organización partidista—, permitieron esclarecer los hechos, pues durante un tiempo se creyó que habían sido muertos en un choque con fuerzas del ejército, y en el caso de Quesada, se decía incluso que había caído en un combate ocurrido en la finca La Diana.
CAMPESINO EJEMPLAR
Nacido en el barrio rural de Macaguabo el 14 de septiembre de 1934 en una familia compuesta por sus padres, Eliseo y Erundina, Cresencio de la Cruz tenía 11 hermanos, golpeados todos por la miseria que azolaba por entonces el campo cubano. Por eso solo pudo estudiar hasta tercer grado debido a la necesidad de trabajar a fin de ganar el pan para él y los suyos.
Con estos antecedentes, fue elección natural su decisión de luchar contra la dictadura de Batista para cambiar las cosas. Así, se incorpora al Movimiento 26 de Julio y participa en numerosas acciones y sabotajes hasta que es detenido por sospechas. Cuando queda en libertad se va a Camagüey y trabaja como machetero, hasta que, pasado algún tiempo, regresa a Sancti Spíritus y consigue trabajo como cocinero en la Plaza del Mercado.
Ya en la villa del Yayabo, Cresencio reinicia sus actividades conspirativas hasta que, muy “quemado”, decide alzarse y se encuentra en Santa Rosa, cerca de Gavilanes, con una partida de individuos armados que él creyó pertenecían a las guerrillas antibatistianas en el lomerío escambraico. Cuando se percata del error decide dejarlos para incorporase a las fuerzas del Directorio Revolucionario 13 de Marzo. Se plantea que aquellos hombres descubrieron sus intenciones y fingieron dejarlo ir para asesinarlo por la espalda.
De Cresencio expresaron su amigo Valentín Pérez y otras personas que lo conocieron, que era un joven sumamente honrado, con un estricto sentido de justicia y carácter fuerte, lo que no negaba en él una gran generosidad y desprendimiento.
VIDAS PARALELAS
La historia de vida de Roberto Quesada tiene muchos puntos de contacto con la de Cresencio, pues participó en arriesgadas acciones como la quema de cañas, la recogida de armas, la propaganda contra el régimen, hasta que la persecución de que era objeto lo hizo marchar a La Habana.
De la capital regresó el joven al cabo de unos meses, pero el peligro lo acechaba a cada paso y decidió alzarse el 18 de octubre de 1958 en unión de otros jóvenes, hasta su encuentro aciago con los mismos individuos que cortaron la existencia de Cresencio, los que, debido a celos e intrigas de un elemento allegado al jefe de la banda —quien sembró sospechas alegando que era un infiltrado porque una hermana suya era novia de un soldado de Batista—, decidieron matarle de forma arbitraria y expedita.
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