El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cumple este 20 de enero tres años en el cargo convertido en el tercer mandatario en la historia del país en enfrentar un proceso de «impeachment» (juicio político).
Desde el mismo momento en que asumió el poder el 20 de enero de 2017, el gobernante republicano comenzó a hacer campaña con vistas a buscar un segundo mandato en los comicios de noviembre próximo, cuando se enfrentará a quien resulte ganador entre una docena de precandidatos demócratas.
Lo que seguramente no previeron entonces el jefe de la Casa Blanca y sus partidarios era que al empezar 2020, en lugar de estar enfocado en las actividades habituales de un año electoral, tendría que lidiar también con ser sometido a un juicio en el Senado por abuso de poder y obstrucción al Congreso.
Esos son los dos cargos aprobados en su contra en diciembre pasado por la Cámara de Representantes de mayoría demócrata, y tales imputaciones están relacionadas con los llamados que hizo a Ucrania para que ese país lanzara dos pesquisas que lo habrían favorecido en las elecciones de noviembre.
Hace dos días, al presentar un informe de 111 páginas sobre el caso contra el presidente, los siete congresistas demócratas designados como gerentes (fiscales) del impeachment, llamaron a los senadores, quienes tendrán el papel de jurados, a remover a Trump de su cargo.
Los autores de ese documento remarcaron que el jefe de la Casa Blanca es culpable de presionar a una potencia extranjera para que investigara a un rival político -el exvicemandatario y precandidato presidencial demócrata Joe Biden.
También volvieron a manifestar que Trump intentó supeditar casi 400 millones de dólares en ayuda militar aprobada por el Congreso para Ucrania, y una reunión con su homólogo Volodymyr Zelensky, a que Kiev lanzara las pesquisas que lo habrían beneficiado.
El patrón continuo de mala conducta del presidente demuestra que es una amenaza inmediata para la nación y el estado de derecho. Es imperativo que el Senado lo condene y lo retire de su cargo ahora, y le prohíba permanentemente ocupar un puesto federal, instaron.
También el sábado pasado, el equipo legal del gobernante emitió una respuesta de seis páginas sobre los cargos aprobados contra Trump, en la cual calificó las imputaciones contra el presidente de «constitucionalmente inválidas».
«Los artículos de juicio político presentados por los demócratas de la Cámara de Representantes son un ataque peligroso contra el derecho del pueblo estadounidense a elegir libremente a su presidente», manifestaron los abogados del gobernante.
Según el equipo legal, el abuso de poder y la obstrucción al Congreso no son crímenes, y mucho menos delitos por los que el jefe de Estado pueda ser destituido.
Los letrados no negaron en su respuesta que Trump haya bloqueado la ayuda a Ucrania o frenado el encuentro con Zelensky.
En lugar de eso, argumentaron que el mandatario no violó ninguna ley al comportarse de ese modo y que estaba actuando de manera completamente apropiada, porque quería enfrentar la corrupción en ese país, no buscar ventajas políticas.
De cualquier modo, dadas las fuertes divisiones partidistas existentes en torno a este tema, no parece importar cuál de las partes tiene la razón, pues el desenlace casi seguro del juicio político previsto para comenzar mañana es que Trump será absuelto por la mayoría republicana del Senado.
Tal exoneración será aprovechada por el jefe de la Casa Blanca para apoyar su campaña electoral, pero aun cuando trate de presentar su absolución como una gran victoria y una prueba de que los demócratas realizaron una «cacería de brujas» en su contra, el solo hecho de haber sido acusado en la Cámara Baja es un registro negativo a su cuenta.
En el tercer aniversario de su presidencia, Trump puede presumir del buen estado de la economía, índices muy bajos de desempleo, la reciente ratificación en el Congreso de un acuerdo comercial con México y Canadá, y la firma de un pacto de ese tipo de fase uno con China.
También acumula muy altas contribuciones de campaña que favorecen su carrera por la reelección, y goza de gran popularidad entre la base del partido republicano.
Queda por ver si esos factores son suficientes para contrarrestar el impacto que puedan tener el impeachment, un nivel de aprobación de su trabajo de solo 44 por ciento (frente al 52 por ciento de desaprobación), y el ser considerado uno de los presidentes más polémicos y divisivos en la historia de país.
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