Dos policías han resultado heridos por balas en Louisville durante las manifestaciones a las pocas horas de la exculpación de los tres agentes que propiciaron hace seis meses la muerte a tiros de Breonna Taylor , de 26 años y empleada sanitaria. La madrugada del pasado 13 de marzo, la joven negra se hallaba en su casa en esta ciudad de Kentucky, durmiendo junto a su novio Kenner Walker, de 27, cuando irrumpieron los investigadores.
La resolución judicial provocó que las protestas se propagaran por otras ciudades de Estados Unidos, en especial en Nueva York, Washington, Atlanta o Chicago. El nombre de Breonna Taylor ha sido uno de los más coreados en las calles de Estados Unidos desde que en mayo, tras la muerte bajo custodia policial del afroamericano George Floyd, se extendió la agitación contra la brutalidad uniformada y el racismo.
Robert Schroeder, jefe interino de la policía metropolitana de Louisville, explicó la noche de este miércoles que una persona se hallaba detenida por abrir fuego contra los uniformados. Los dos heridos formaban parte de las unidades enviadas a disolver a un grupo de concentrados en la zona centro. Testigos presenciales indicaron que el tiroteo se produjo después de que los uniformados lanzarán gas pimienta y balas de goma. Muchos manifestantes portaban armas, algo totalmente permitido en Kentucky.
Los dos agentes fueron ingresados en un hospital y sus vidas no corren peligro. Uno, herido en un muslo, se encuentra estable, mientras que el otro ha sido intervenido. Recibió el impacto en el abdomen, por debajo del chaleco antibalas.
En el momento de la comparecencia de Schroeder, pasado un rato desde que entrara en vigor el toque de queda a las nueve de la noche, la gran mayoría de los manifestantes se habían retirado, mientras que la policía mantenía una gran demostración de fuerza.
No les pilló desprevenidos porque el alcalde Greg Fischer, sabedor de la inminencia de la decisión, ya ordenó el martes que se hiciera el despliegue y se protegieran edificios federales.
La indignación, la rabia, las lágrimas y la sensación de que los negros no pueden ni dormir en paz en su casa brotaron en cuanto se comunicó la exculpación de los tres agentes blancos –el sargento Jonathan Mattingly y los detectives Myles Cosgrove y Brett Hankinson– por la muerte de Taylor.
Hubo algunos incendios, choques entre manifestantes y policías a lo largo de toda la tarde y primeras horas de la noche, y al menos unos 50 arrestados.
Como una especie de burla, el gran jurado imputo al detective Hankinson tres cargos de imprudencia temeraria. Pero por los proyectiles que fueron a parar al apartamento contiguo al de la fallecida, que recibió seis impactos.
“No existen pruebas de que las balas de Hankinson impactaran en Taylor, resaltó el afroamericano Daniel Cameron, fiscal general de Kentucky. Cameron indicó que, a partir de las pruebas, “Matingly y Cosgrove respondieron justificadamente para protegerse”, una vez que Taylor abrió fuego.
Ben Crump, abogado de la familia Taylor, calificó de “indignante y escandalosa” la decisión. “Una desgracia nacional”, señaló Derrick Johnson, presidente de la NAACP, que lucha por los derechos de los no blancos. “El sistema de justicia le ha fallado a Breonna y a todos”, tuiteó.
El fiscal general argumentó que la muerte de esta joven, convertida en una inyección de energía reivindicativa para el movimiento Black Lives Matter, es una tragedia, aunque no un crimen. “Queremos la verdad o la verdad que satisface nuestra narrativa”, planteó.
Explicó que su oficina se limitó a recoger pruebas para que resolviera el Gran Jurado. “La justicia de la turba no es justicia”, recalcó Cameron, republicano, con un lenguaje que se hacía eco de la retórica del presidente Trump al estigmatizar a los que protestan contra el racismo. En la rueda de prensa, Cameron despreció a “famosos, activistas o influencers que nunca han pisado este estado y que nos dicen lo que hemos de hacer”.
En su comparecencia del miércoles ante la prensa, Donald Trump se limitó a leer un pasaje de lo que Cameron había dicho previamente. Ninguna consideración personal, ni una palabra para de consuelo para la familia Taylor.
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