Hace algunos años, específicamente en 2017, la MIT Technology Review –versión en español–, propiedad del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Estados Unidos, y reconocida como la revista de tecnología más antigua del mundo, incluyó a un joven del municipio de Cabaiguán en la selecta lista de los innovadores menores de 35 años más sobresalientes de Latinoamérica.
Alexander López Savran, el ingeniero premiado, había ganado el susodicho concurso con la creación de un sistema de abastecimiento de biogás en comunidades campesinas, que aprovecha los residuos pecuarios como fuente renovable de energía, capaz de obtener mayor eficiencia y distribuir el producto hasta 5 kilómetros de distancia, sin utilizar ni sopladores ni compresores, una innovación que mejoró la vida de más de 500 personas en un centenar de hogares.
El proyecto del innovador espirituano ha sido sin dudas el más mediático, pero no el único que ha puesto sobre la mesa las múltiples ventajas que representa el uso de los residuales para la generación de energía, un empeño que todavía camina muy lento a pesar de la prioridad concedida por el gobierno cubano a la transformación de la matriz energética del país.
Sobre la importancia de esa estrategia reflexionaba el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez a inicios de este año, cuando en ocasión de su última visita gubernamental a Sancti Spíritus, recorrió la Empresa Militar Industrial Coronel Francisco Aguiar, de la capital espirituana, que como parte de su diversificación productiva asume la fabricación de los biodigestores de membrana de polietileno o tipo salchicha –de biobolsa, en el lenguaje técnico–, de los cuales ya han sido comercializados más de 900 en todo el país, sobre todo entre productores campesinos.
Sancti Spíritus, que en los últimos tiempos ha sido reconocida como puntera en el empleo del biogás, dispone hoy de 329 reactores de diferentes tecnologías, de ellos más de 300 se encuentran generando en estos momentos y solo 21 permanecen inactivos, 7 por razones técnicas y 14 porque sus propietarios no cuentan en la actualidad con cerdos, que proveen la materia prima para el proceso.
La Universidad de Sancti Spíritus (Uniss), que viene estudiando el tema a profundidad, ha puesto en manos de los decisores el elevado potencial existente en el territorio para el desarrollo del biogás y las notables ventajas medioambientales y económicas que su utilización representa para las comunidades.
El ingeniero Orestes Hermida, profesor e investigador de la Uniss con más de 40 años de experiencia en el giro, aunque reconoce las ventajas de los diferentes biodigestores, defiende a capa y espada el llamado biorreactor híbrido, un modelo que bebe de varias tecnologías, cuyo desarrollo mereció recientemente uno de los premios de innovación tecnológica otorgados por la Delegación Provincial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma).
El conocido híbrido, que se construye a base de bloques o ladrillos y cemento, con perfiles rectos, fáciles de levantar por cualquier operario, ha llegado hasta unas 70 unidades agropecuarias de 11 provincias del país, e incluso varios reactores se han convertido en pequeñas plantas productoras de electricidad, sincronizadas a la red nacional, la primera de ellas ubicada en instalaciones agropecuarias del Ministerio del Interior, en la zona de Guayos, municipio de Cabaiguán.
Además de aportar una solución ecológica para los residuales, sobre todo para las heces porcinas que representan el mayor contaminante en el país, este biorreactor contribuye a mejorar notablemente el microclima laboral en tanto permite sustituir la leña u otro combustible en el proceso de cocción de los alimentos, evita la exposición de los trabajadores a las sobrecargas térmicas y al humo y por tanto humaniza la labor en las cocinas que lo empleen, entre otras ventajas.
Un informe del gobierno provincial al que Escambray tuvo acceso consigna que de las 503 viviendas gasificadas hoy en Sancti Spíritus con estos sistemas, más de la mitad (280) son de Cabaiguán –para muchos la capital del biogás en Cuba–, las cuales reducen entre un 30 y un 60 por ciento el consumo de energía a partir del uso del gas en la cocción de los alimentos, una razón más que suficiente para seguir echándole aire a la generalización de este proyecto.
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