“Muchos le dieron la mano a Fidel y le gritaban llenos de euforia. Ahí estaba el pueblo completo: niños, mujeres, ancianos…”, así recuerda el espirituano Julián Concepción González* aquel 6 de enero de 1959, cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro puso sus pies por vez primera en Sancti Spíritus.
El lugar seleccionado para compartir algunas de sus ideas, fortalecidas tras meses de lucha hostil en la Sierra Maestra y después de haber atravesado media isla, fue la otrora Sociedad El Progreso, hoy Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena.
“Ese lugar no lo escogió Fidel, sino la dirección del movimiento revolucionario de Sancti Spíritus. Se habló con las élites dueñas de ese inmueble para que sucediera el hecho, quizá por su ubicación y altura. Ellos no imaginaban lo que vendría después. Creían que era uno más y, como tenía popularidad —pues aquí en esos días no se hablaba de otra cosa que de Fidel—, se congraciaron con aquel joven con huellas aún de la guerra. Para ese momento ya el Comandante en Jefe era una figura extraordinaria para este país”, añade.
Justo con su entrada al emblemático edificio espirituano se rompió una de las tantas muestras de discriminación existente antes del triunfo de la Revolución, según refiere Evidia Bombino Álvarez, otra de los testigos de aquella madrugada de llovizna fría e incesante.
“Ahí nada más iba la gente de la alta sociedad. Los pobres y los negros no podían asomar ni las narices. Pienso que yo que soy trigueña tampoco hubiese podido entrar, aunque mi familia hubiese tenido dinero, porque era exclusivo para los blancos blancos. Antes del triunfo, el único negro que entró fue Batista. Y no dudo que alguno de los jefes de la Sociedad no estuviera totalmente de acuerdo porque el racismo era muy fuerte”, cuenta; mientras que a Julián Concepción González se le dibuja en el rostro una muestra de desagrado.
¿Y usted, Julián, ¿pudo subir esas escaleras alguna vez?
“Jamás, un pobre no podía hacerlo, ni en sueños. Era una sociedad de ricos”, responde en ráfagas.
“Ahí iban a bailar ellos con músicos en vivo. Daban reuniones importantes. Solo asistían los asociados que pagaban por tener esos derechos”, agrega su compañera en la vida.
Llegó entonces el día del cambio; Fidel Castro Ruz no necesitó de pleitesías. Subió con paso apurado hasta la segunda planta. Hizo suyo el balcón de la esquina que le quedaba a su derecha y el tiempo dejó de correr.
“Se detuvo frente a la hoy biblioteca provincial en un Chevrolet del 57. Los camiones y yips de la caravana estaban detrás. Entonces parqueó unos 8 o 10 metros delante de la escalinata. Ahí en plena calle varios de la sociedad le comentaron algo y lo guiaron para que subiera”, vuelve rápido a la memoria de Concepción González aquella madrugada.
“Nosotros corrimos desde Colón detrás de la Caravana. Había tanta alegría que las calles estaban más llenas que en un Santiago espirituano. Nadie quiso perderse aquello. Recuerdo que Fidel, ya en el balcón, dijo que no quería estar tan distante de nosotros, del pueblo. Inmediatamente agregó: ‘Voy a bajar’ y todos gritamos: No, y escuchamos el enérgico y emotivo discurso”, expone Bombino Álvarez.
“El parque se estremeció con los vivas a la Revolución naciente y a Fidel. Ese día nos marcó para la eternidad”, interrumpe Julián, quien se mantuvo, luego de aquel día, en la vanguardia del proceso político-social.
Al contar la historia, las emociones se instala en el diálogo del matrimonio espirituano de 56 abriles cosechados por Julián Concepción González y Evidia Bombino Álvarez. Y es que nunca dejaron de agradecer la oportunidad que les permitió la vida de haber sido testigos de aquella histórica jornada que cambió a Sancti Spíritus.
* Julián Concepción González falleció pocos días después de haber concedido esta entrevista.
Esta foto me ha puesto contenta la señora que está al lado del comandante Fidel es mi mamá cuando entró la caravana a Santi espíritus en la actualidad mi mamá falleció y hoy me encuentro yo cumpliendo mision en la República Bolivariana Venezuela