El episodio de La Sierpe (+audio)

Tras detectarse el primer caso positivo de ese municipio espirituano —Omar Herrera Pérez, de 27 años de edad y procedente de Estados Unidos— comenzaron a aparecer varios casos sospechosos y se empezaron a tomar medidas con todos. En La Sierpe hoy permanecen en aislamiento más de 40 personas

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El personal de Salud debe extremar precauciones para evitar contagios innecesarios. (Foto: Nicolás Hernández)
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Se mantiene la pesquisa activa casa a casa en busca de casos con síntomas respiratorios. (Foto: Nicolás Hernández)

Cuando el 6 de marzo pasado Omar Herrera Pérez, residente en Miami, Estados Unidos, “aterrizó” en La Sierpe, lo único que traía eran unas ganas inmensas de compartir con la familia y los amigos; lo único que contagiaba eran aquellos partidos de dominó, la fiesta para celebrar algún que otro cumpleaños y las salidas con los socios de siempre. Dicen algunos de sus familiares que entonces no tenía ni una línea de fiebre ni una tos seca ni nada… hasta un día.

Ahora recuerda Liván Herrera Nieto —el tío del joven y que hoy también permanece en aislamiento por ser un contacto directo— que al muchacho “un día que había ido a cazar palomas le dio una fiebrecita, pero más nada y el domingo antepasado —el 15 de marzo—, que estábamos tres o cuatro socios tomándonos con él una botellita de ron, se sintió mal. Como había venido de afuera después lo citaron para el policlínico, le hicieron análisis y luego lo trasladaron”.

Eso sería el 18 de marzo. Lo sabe con exactitud Ybelys Ulloa Pardo, especialista de primer grado en Medicina General Integral y en Higiene y Epidemiología, quien es la jefa del Departamento de Epidemiología en La Sierpe. “El médico del consultorio había ido a pesquisar otro caso cerca de allí y entonces una vecina le dijo: ‘Pero ahí hay otro que vino hace días’, y entonces fue que lo vio. Ante la presencia de síntomas se llevó a la consulta de Infecciones Respiratorias Agudas (IRA) existente en el Policlínico Rosa Elena Simeón, de la localidad, y luego se trasladó para el Hospital Provincial de Rehabilitación en Sancti Spíritus”.

Sería solo el principio de un desvelo que dura hasta los días de hoy. Empezaría entonces un episodio inédito en La Sierpe: personas yendo a decir al consultorio que habían ido a una fiesta en casa de Omar, gente intentando solapar contactos con el enfermo, médicos y enfermeras de casa en casa buscando posibles sospechosos, centros de aislamiento abiertos, advertencias sanitarias por todos lados…

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El grupo de adultos mayores constituye una prioridad. (Foto: Nicolás Hernández)

CASO CONFIRMADO; CONTACTOS AISLADOS

Cuando el 21 de marzo pasado en La Sierpe y más allá se corrió la voz de que Omar había sido confirmado con la COVID-19, ya sus familiares se hallaban aislados desde hacía días dentro de sus hogares —según asegura Ulloa Pardo—. Y comenzaron todas las acciones que habitualmente se hacen para controlar el foco, como le nombran los especialistas.

“Se hizo la desinfección de las tres casas —la de la mamá, la suya y la del tío— con detergente e hipoclorito, y del local de la consulta de IRA en el policlínico”, explica la doctora. “También se hizo enseguida una actividad educativa allí sobre la COVID-19, se ingresó a todos los contactos directos y empezaron a aparecer más contactos y a llevarlos para los centros de aislamiento”.

No ha sido una labor fácil; se ha tratado más bien de una investigación a lo Sherlock Holmes porque no todos —ni aun sabiendo los riesgos— quieren confesar posibles contactos, porque muchos que no tienen síntomas piensan que están a salvo, porque cada día aparecen como contactos personas incluso fuera del municipio.

“Esto ha sido como CSI New York —compara Pardo Ulloa—. Hemos encontrado casos por todas las vías, a veces alguien nos dice: ‘Nosotros jugamos dominó tal día’, preguntamos quiénes lo hicieron y así buscamos o en otras oportunidades nos llega la información extraoficialmente porque alguien vio a fulano o lo dijo en tal lugar”.

De ese y otros modos han logrado aislar hoy en los centros acondicionados para ello en el municipio —el conocido como P5, perteneciente a la Empresa Agroindustrial Sur del Jíbaro, y la ESBEC Néstor Leonelo Carbonell— más de 40 personas, a los que se suman la docena de pacientes que hoy se hallan en el Hospital Provincial de Rehabilitación por estar sintomáticos, entre los que se incluyen tres niños.

Es una pesquisa intensiva y extensiva. Tanto, que personas de otros municipios también se han aislado por haber tenido contacto con Omar y, por consiguiente, ser sospechosos de la COVID-19. Le sucedió a Alejandro de Armas Pérez y su novia Thalía García Rodríguez, ambos de 17 años de edad y de Cabaiguán, quienes desde el pasado 24 de marzo se hallan en el Hospital Provincial de Rehabilitación. En declaraciones a la emisora local La voz de Cabaiguán Alejandro dijo: “Yo fui a La Sierpe el fin de semana antepasado y me relacioné, lo saludé —al caso número 31 que es de allá de La Sierpe— con besos, abrazos; pero me siento bien”.

De ahí que al menos en el más joven municipio espirituano se ausculte casa a casa en una pesquisa donde hoy se han incorporado también los estudiantes de tercer a quinto años de la carrera de Medicina —el propósito es lograr pesquisar a más del 80 por ciento de la población—, transiten altoparlantes por las calles alertando, se den audiencias sanitarias… para insistir en la autorresponsabilidad que a veces falla.

PREVER: LA MEJOR VACUNA

“Los primeros días fueron una película de terror —confiesa vía telefónica Liván Herrera o más bien Mandarria, como lo conocen en La Sierpe, ahora recluido en el P5—. Cuando le confirmaron la enfermedad a mi sobrino, a mi hija de 21 años que siempre andaba con él la ingresaron en Sancti Spíritus y a mi yerno porque tuvieron como un catarro, pero los análisis les dieron negativo a los dos.

“Yo soy sospechoso por haber sido contacto directo de mi sobrino, pero no hemos tenido nada, estoy entero. Nos toman la temperatura, la presión a cada rato; la comida es buenísima. Estoy seguro de que, si eso nos cae, lo vamos a vencer”.

Allí mismo, en otro cubículo, está Jorge Olaya de Armas, administrador del Mercado Ideal de La Sierpe, quien junto a su esposa se encuentra aislado por ser contacto de su hija.

“Liliana, mi niña, había ido un día normal —no de fiesta ni nada de eso— a casa de la familia de Omar. Ella padece de la garganta y cuando el médico del consultorio fue a la casa dijo que se sentía cansada; entonces la ingresaron, le hicieron los análisis y le dieron negativos; ya le dieron el alta.

“Nosotros ingresamos el domingo y no hemos tenido nada de nada; solo nerviosismo. Yo lo único que le digo a todo el que me llama es que se cuide y que cumpla todas las normas que esto no es un juego”.

Para velar por cada uno de los pacientes en los dos centros de aislamiento del municipio se desvelan médicos y enfermeras, se dispone de una ambulancia solo para el traslado de los casos y de una guagua destinada exclusivamente a este fin —vehículos a los que se les aplica todas las medidas higiénicas para su desinfección—, se cuenta con los nasobucos, las batas, los guantes… para garantizar la seguridad de todos y hasta con la solidaridad, pues en el P5 —según revela Ybelys— los mismos cocineros del lugar se quedaron por voluntad propia para elaborar los alimentos.

Es La Sierpe, donde solo viven 16 656 personas, donde hay más edificios que casas, donde se da mejor el arroz que los frijoles, donde se conoce a todos como a la propia familia, donde crecen silvestres los saludos y los abrazos, donde no hay hostales y existe un solo paladar, donde hasta hace unos días se vivía rutinariamente.

Mas, hoy la radio-base de la Casa de Cultura Municipal no deja de repetir medidas sanitarias sobre el nuevo coronavirus, hay audios que despabilan las calles, hay policías velando porque en las colas no existan aglomeraciones, hay gente exigiendo que nadie se monte en una guagua sin nasobuco…

Desde que el SARS-CoV-2 dejó de ser una noticia más para convertirse en certeza, La Sierpe, como Cuba toda, anda en vilo. Y se vacuna a todos con la prevención. Para acatarlo basta saber que el vecino de al lado sigue aislado por sospecharse que pueda padecer la enfermedad; mientras Omar, el veinteañero muchacho, continúa ingresado en el Hospital Manuel Piti Fajardo, de Villa Clara —y asintomático como recientemente lo reportan los partes médicos—, quizás con menos susto que el día en que a él y a La Sierpe les notificaron: positivo a la COVID-19.

Dayamis Sotolongo

Texto de Dayamis Sotolongo
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

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