El nasobuco: una “moda” imprescindible

Eran casi las dos de la tarde y el tremendo vapor quebrantaba los ánimos de todo aquel que, desde temprano, había salido en busca de alimentos; rebotando de cola en cola para ver “qué se le pegaba”. La gente se enteró de que en un mercado venderían queso blanco y fundido e hicieron fila mientras los trabajadores descargaban los productos.

-¡Compadre, ponte el nasobuco que eso es comida! —gritó un hombre con la exaltación propia de quien no cree lo que ven sus ojos. Y, ciertamente, era increíble como trasladaban el queso sin apenas tener en cuenta las más elementales medidas higiénico-sanitarias.

Resultaba irresponsable y a la vez ingrato como algunos en la cola, sumados a la conducta anterior, portaban el nasobuco pero con la nariz descubierta por completo, lo cual equivale a no usar nada.

“Este trapo me tiene con calor”, escuché decir entonces a una muchacha que, luego de improvisar una mueca, se recostó a la pared para atenuar el cansancio.

¡Mi’ja, quítate eso y ya! —respondió la madre— Cuando venga la patrulla, te lo pones.

Así, cada 10 minutos, se escuchaba el mismo diálogo junto a resoplidos de sofoco. Mientras, la trágica comedia del nasobuco intermitente se convertía en una escena monótona.

El doctor Francisco Durán García, director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, mucho ha insistido en el distanciamiento social, consciencia, disciplina…, hoy palabras de orden ante la compleja situación epidemiológica que vive el país. Mucho se ha enfatizado a través de los medios de comunicación y otras plataformas digitales en la responsabilidad individual, esta vez con letras rojas y en mayúsculas.

De igual manera, la Policía Nacional Revolucionaria ha hecho un esfuerzo incansable en esta difícil batalla contra el virus. Mantener el orden en los puntos de venta y velar por el cumplimiento de las medidas impuestas, se han sumado a sus obligaciones durante más de seis meses; aun así, este tipo de indisciplinas parece un germen adherido a la sociedad.  

Es cierto que dicha prenda (si así se le puede llamar) causa bastantes molestias cuando se usa por un tiempo prolongado, pero no nos podemos dar el lujo de verla como una obligación impuesta, en realidad es cuestión de urgencia, de protección individual y colectiva, de cuidar su vida y la de los demás.

Según la Organización Mundial de la Salud, la COVID-19 puede trasmitirse de persona a persona a través de las goticas procedentes de la nariz o la boca, que salen despedidas cuando un individuo infectado tose o habla. El nasobuco es, por ende, nuestra principal barrera para evitar un posible contagio y debe cambiarse luego de tres horas en uso.

Las costureras del pueblo, por su parte, han puesto mucho empeño en confeccionarlos. Así los vemos estampados, rojos, azules, para los jóvenes de preuniversitario, y hasta más discretos para las señoras de edad porque, como dicen, “ya no estamos para tantos colorines”.

En el mundo han existido modas tan absurdas que han traspasado los límites de la ridiculez; sin embargo, las han seguido. Entonces, ¿por qué no intentamos ver este simple accesorio como tal? Una moda que, a diferencia de otras, va más allá de los fines estéticos para cuidar la salud de todos. Una moda que, al igual que muchas, irá caducando con el tiempo.

*Estudiante de Periodismo