Hace 45 años se inició la Operación Carlota. Algunos creen que fue un milagro, una empresa en principio imposible, dada la oposición de Estados Unidos y sus vasallos otanistas que, en condiciones normales, nunca hubieran aceptado la intervención de Cuba en favor de un genuino movimiento de liberación nacional a más de 9 000 kilómetros de sus costas, pero lo inverosímil se hizo posible gracias a la capacidad de análisis y visión política del Presidente cubano Fidel Castro.
Cuando en la segunda mitad de 1975 Antonio Agostino Neto, líder del Movimiento para la Libración de Angola (MPLA), acudió a Cuba en busca de ayuda —pues una conspiración internacional que apoyaba a movimientos rivales intentaba frustrar la entrega del poder a Neto por la metrópoli portuguesa—, Fidel comprendió que de esa ayuda dependía todo para la nación en ciernes.
Pese a la buena voluntad del pueblo y gobiernos cubanos de apoyar a los amigos en peligro, una decisión de esa magnitud debía basarse en cálculos de los que pendía la pervivencia de la Revolución cubana, única trinchera sólida del socialismo en el continente americano; la que, por ninguna razón podía ponerse en riesgo, pero Fidel valoró que, a escasos meses de la debacle estadounidense en Vietnam, su élite de poder no estaba en condiciones —de momento— de iniciar otra aventura intervencionista en el exterior. Tal había sido el escarmiento.
Basado en estas consideraciones, el Comandante en Jefe consultó con el Buró Político del Partido y el Consejo de Estado y tomó la decisión que le dictaban el corazón y su espíritu internacionalista.
SANCTI SPÍRITUS Y LA OPERACIÓN CARLOTA
Pocos como el coronel de la reserva Ángel Moreno Urquiza conocen en Sancti Spíritus los entretelones de la Operación Carlota —1975-1991—, en función de la cual le tocó actuar en primera fila en ese territorio a lo largo de los cerca de 16 años que se prolongó.
Con total conocimiento de causa, Urquiza certifica que, “en realidad, Cuba envió el primer contingente de tropas en auxilio de la República Popular de Angola desde antes del 5 de noviembre de 1975, fecha oficial del comienzo de la Operación Carlota. En la práctica, desde agosto de 1975 ya nosotros teníamos algún personal en Angola, como profesores, instructores y técnicos que enseñaban a las tropas del MPLA la disciplina militar, tácticas combativas y el manejo de algunos tipos de armamento. Entre esos compañeros había varios espirituanos”, afirma.
“Luego, el 5 de noviembre de 1975, y ante la arremetida de fuerzas hostiles contra Luanda para impedir la anunciada proclamación de independencia, que debía acontecer el 11 de noviembre, arribó a esa capital por vía aérea el primer contingente de tropas cubanas, que partieron hacia los distintos frentes para ayudar a las FAPLA a cortar el paso a los grupos armados enemigos y a los invasores sudafricanos.
“En aquel momento las tropas de África del Sur junto a las de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (Unita), avanzaban en dirección sur-norte contra Luanda; por el nordeste atacaban tropas del Frente de Liberación Nacional de Angola (FLNA) de Holden Roberto, junto a mercenarios blancos y fuerzas del Congo Kinshasha, donde mandaba su pariente, el dictador Joseph Mobutu; así como dos grupos de asesores, uno sudafricano y otro de la CIA, en tanto por el norte se acercaban efectivos del Frente de Liberación del Enclave de Cabinda.
“Ello envalentonó a Holden Roberto como para afirmar que tomaría Luanda el 10 de noviembre, a tiempo de evitar que, al día siguiente, el MPLA proclamara en esa urbe la nueva república africana”.
ENTRETANTO EN TIERRAS DEL YAYABO
Ya en los meses de noviembre y diciembre de 1975 se crean en Cuba los Grupos de Atención, que era como se llamaban inicialmente, y que después pasaron a ser direcciones, por regiones. En aquel entonces Urquiza estaba trabajando con el coronel Ortelio López en el Comité Militar de Trinidad.
Urquiza recuerda: “Cuando estábamos en ese proceso, el capitán Pablo, que era el jefe de toda la estructura en la antigua provincia de Las Villas, manda a buscar a Santa Clara a dos oficiales por región, para coordinar el trabajo. Recuerdo que de la Región Escambray fuimos un primer teniente llamado Pedro Medinilla —ya fallecido— y yo.
“En Santa Clara estuvimos en el Comité Militar. Allí nos llevan a las 12 personas —porque eran seis regiones—, y nos informan sobre la ubicación de las tropas nuestras en el exterior, que hasta ese momento era un secreto. Al cabo de tres días regresamos cada uno a su territorio. Yo volví a Trinidad.
“Fidel iba a hablar el 17 de diciembre de 1975 en el Primer Congreso del Partido, en el cual haría pública la ayuda militar de Cuba a Angola. Por tanto, había que informarles a los familiares de todo el personal movilizado por las FAR que estaba cumpliendo misiones fuera del país, que sus parientes ‘no estaban estudiando en tal o cual lugar —fundamentalmente en la URSS—, como se les dijo inicialmente por razones de seguridad, sino que se encontraban luchando por la libertad bajo otros cielos, en cumplimiento de misión internacionalista”.
“Ya cuando Fidel hace pública la ayuda cubana a Angola, las oficinas empiezan a trabajar en la atención a familiares de los combatientes en misiones en el exterior”, evoca el coronel retirado. “Empezamos a atender a aquellas personas, a visitarlas hasta dos veces al mes; se les llevaba el sueldo de sus familiares internacionalistas. Era necesario que las familias lo conociesen a uno, para que, cada vez que hubiese un caso complicado de un fallecido o un herido, poder explicarles y que ellos tuviesen confianza en los funcionarios de nuestras oficinas”.
PRIMERA SANGRE ESPIRITUANA
Desde los primeros días de la Operación Carlota hubo bajas mortales entre los combatientes espirituanos en Angola. Los dos primeros en perecer fueron Marcelino Albóndiga Martínez, de Santa Lucía, Cabaiguán, quien cayó el 21 de diciembre de 1975 como parte del grupo de profesores, y el subteniente Orlando Díaz Oliva, de Taguasco, quien murió el 22 de diciembre de ese propio año.
Entre las tropas que llegaron el 5 de noviembre de 1975 a Angola al mando del general Moracén Limonta y pararon en seco a los enemigos que avanzaban sobre Luanda, figuraba otro joven espirituano: el trinitario Alejandro Hart Pesuguita, quien murió posteriormente.
LOS DÍAZ OLIVA EN ANGOLA
De los 10 hijos de María Oliva García —nueve varones y una hembra— cinco cumplieron misión en Angola, entre ellos el subteniente Orlando Díaz Oliva, quien llegó a ese país en octubre de 1975 como parte de los primeros maestros e instructores militares cubanos enviados para ayudarlo a preservar su independencia. Allá, pegado a su mortero, cayó combatiendo el joven taguasquense de 24 años de edad, el 22 de diciembre de ese año.
De aquellos días inolvidables, nos habla su hermano Osvaldo, quien llegó a Angola a inicios de diciembre del 75 y fue casi directamente al frente de combate, sin tiempo para aclimatarse. Acerca de la caída de su hermano Orlando, acontecida pocos días después, expresa: “Yo, que había llegado a Angola a principios de ese mes, no me enteré de nada mientras estuve en ese país. Fueron días muy intensos donde se combatía casi a diario.
“Cuando cubanos y angolanos logramos rechazar a todas esas fuerzas, regresé a Cuba con la misión cumplida. En medio de ese ajetreo, nadie me dijo de la caída de mi hermano, pero algunos oficiales parece que lo sabían porque en el barco en que vine noté un exceso de preocupación por mi persona, aunque en aquel momento no pude imaginarme el porqué.
“De La Habana nos distribuyeron en ómnibus por provincias. Cuando llegué a El Majá con Felipe García Balbusano, que también venía de cumplir misión, nos desmontamos y seguimos hacia Taguasco, donde vivíamos entonces. Llegué a mi casa y me enteré de que mi hija mayor, que entonces tenía año y medio, estaba ingresada en Santa Clara, reportada de grave.
“De allí salí junto con mi hermano Dagoberto para la casa de mis padres. Si aquella noticia era mala, él me dio otra peor por el camino, pues me dijo de la muerte de mi hermano Orlando. Ese fue un golpe terrible. Entonces entendí lo de mis compañeros en el barco. Cuando llegamos, encontré a mis viejos conversando sentados en la cama. Lo que sentí no tengo cómo explicarlo. A ellos primero les llegó el rumor de que el caído había sido yo, pero luego les comunicaron de manera oficial que había sido Orlando”.
RESUMEN INELUDIBLE
Han pasado 45 años y Osvaldo Díaz Oliva es consciente de que aquella larga guerra africana, en la cual también participaron sus hermanos Jorge Luís, Dagoberto y Alexis, la ganaron angolanos y cubanos al precio de mucha sangre, dolor y sacrificios, pero valió la pena, porque Angola preservó su libertad; Namibia emergió como país independiente y en África del Sur cayó el odiado sistema del apartheid, para dar paso a un pujante país multiétnico y multicultural.
Durante todos esos años de contienda, el coronel de la reserva Ángel Moreno Urquiza, quien estuvo al frente de la Oficina de Atención a Combatientes Internacionalistas y sus Familiares durante 37 años, visitaba a esta familia con frecuencia. Un día, María Eustoquia Oliva García, la Mariana espirituana madre de esta prole — hoy con 97 años—, le expresó su afecto especial cuando le dijo: “Yo perdí allá en Angola a un hijo negro, pero he ganado en ti a un hijo blanco”.
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