Para nada pretendo hacer un análisis gramatical del término, que si mascarilla, que si tapabocas, que si nasobuco, porque expertos en el idioma aún escriben de ello.
Tampoco pretendo en este fotorreportaje demostrar si es más o menos efectivo, si es viable en estas u otras emergencias sanitarias.
Pero sí pretendo compartir con ustedes una realidad: el nasobuco, para suerte de todos, ya forma parte del atuendo personal de la mayoría de los espirituanos.
Un poco más de conciencia y percepción de riesgos, necesidad de mayor prevención personal y para quienes nos rodean. Y sentido común, sobre todo, cuando de cada uno de nosotros depende fortalecer la barrera contra la COVID-19.
Talleres de entidades, costureras tituladas y otras aficionadas ponen su empeño, y de sus manos han salido miles de nasobucos para la población.
Y enhorabuena, en lo adelante se precisa ser más previsores, disciplinados y concienzudos, nasobuco en cara, porque la salud de una nación está en juego. Por ello aplaudimos que hoy el nasobuco sea parte de la cotidianidad espirituana y de la cubana.
Hay que protegerse