La triste noticia nos la hizo llegar Idania Pardillo Bravo alrededor de la 1:30 de la tarde del pasado lunes: “Israel, papi acaba de fallecer…”. Sus palabras se perdieron en medio de un incontenible llanto del otro lado de la línea telefónica.
Apenas diez días antes Rolando Pardillo Bravo, acompañado de su hija Idania, estaba de visita familiar y amistosa en la ciudad de Sancti Spíritus, procedente de La Habana, donde vivía desde hacía varios años.
Era una buena oportunidad para conversar con él, a fin de evocar acciones y anécdotas de su vida guerrillera en la Sierra Maestra, donde se alzó con solo 22 años en 1958, y para recordar su travesía desde Oriente hasta el Escambray en la Columna 8 Ciro Redondo, bajo las órdenes del Comandante Ernesto Che Guevara.
Luego de transcurrida casi una hora de charla, Pardillo, como le llamaban sus compañeros de arma, sintió un fuerte dolor precordial que impidió continuar aquel fascinante relato.
—Yo regreso en junio para celebrar mis 85 años, dijo esbozando una sonrisa.
—De acuerdo, entonces continuaremos la entrevista, le expresamos mientras nos despedíamos con un abrazo al estilo de padre e hijo, sin saber que a los pocos días se despediría de la vida a causa de un shock cardiogénico, a pesar del esfuerzo del equipo médico que le atendió, durante cuatro días, en el Hospital Naval de La Habana.
Pero, en la grabadora de nuestro celular quedaron algunos recuerdos que el combatiente espirituano esbozó dando muestras de lucidez y extraordinaria memoria.
Aquel niño que quedó huérfano de madre a los seis meses de nacido, desde muy pequeño mostró su estirpe al tener que abandonar la escuela primaria para ayudar al sostén económico de la familia en su natal poblado de Tayabacoa.
“Así —aseguró— fui creciendo en medio de la explotación y crueldades del capitalismo que eran insoportables, lo cual hizo que me fuera a Oriente, estimulado por una entrevista que vi en la revista Bohemia, que le hiciera a Fidel en plena Sierra Maestra el periodista estadounidense Herbert Matthews”.
Junto a un grupo de escopeteros se incorporó a la escuela de reclutas de Minas del Frío, dirigida por el Che, en la que el rigor de las condiciones de vida hicieron que no pocos abandonaran aquella empresa; pero ni los pies descalzos, ni el agua con miel contenidas en una latica de leche condensada (la comida del día), amedrentaron al bisoño guerrillero espirituano.
Su condición de cazador furtivo en Tayabacoa le ayudó a convertirse en un buen tirador, lo que demostró en varios combates. A ello se agregaba su osadía al cumplir cualquier misión por difícil que fuera.
Hoy vuelven a asomar las lágrimas a mis ojos cuando mi hijo me mostró el reportaje del periódico Escambray. Gracias, muchas gracias Israel por recordar a mi adorado padre, ejemplo de padre, amigo, compañero. Al periódico por no olvidar a hombres sencillos del pueblo espirituano que aportaron como papi un granito de arena a la construcción de nuestra revolución socialista. Hace dos años que mi padre no esta físicamente pero es recordado a diario y me llena de orgullo saber que la triste noticia y el dolor fue compartido. Gracias.