Una triste noticia ha conmocionado a Cuba y su pueblo: el fallecimiento del doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana y hombre erudito, ferviente defensor del patrimonio histórico cubano y patriota irreductible, que prodigó su sabiduría y buenos oficios entre sus compatriotas, y cuyo legado perdurará en el tiempo por todos esos méritos y por su modestia, desinterés y altruismo.
Con el apremio de la inmediatez periodística, Escambray acudió a la MSc. María Antonieta Jiménez Margolles, Ñeñeca, Historiadora de la Ciudad de Sancti Spíritus, y el doctor Ramón Reigosa Lorenzo, presidente de la filial espirituana de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, para conocer sus impresiones acerca de la personalidad de Eusebio Leal y sus vínculos con la historia espirituana.
LEAL Y SANCTI SPÍRITUS; LEAL Y CUBA
Para María Antonieta Jiménez Margolles, la ciencia histórica cubana no había experimentado una pérdida tan grande como la de Eusebio Leal Spengler, solo equiparable en este ámbito a la de su maestro, Emilio Roig de Leuchsenring, hace más de 50 años, y la del etnólogo Fernando Ortiz.
Ñeñeca recuerda especialmente que Eusebio vino a la capital espirituana poco antes de la celebración del aniversario 500 de la fundación de la villa en el 2014. En aquella ocasión pronunció una excelente conferencia en el Teatro Principal, en la cual destacó los valores de esta cuarta villa, “porque sus conocimientos no eran exclusivamente de La Habana, sino que eran de toda la isla”, señala.
“Eusebio subrayó la necesidad de la creación de las oficinas para la conservación del patrimonio como una forma de manejar los presupuestos de manera más eficiente. Recuerdo que hubo reuniones con el Partido, el Gobierno, la Unión de Historiadores, y que fue diversa la asistencia de representantes de los gobiernos municipales y provinciales, pero eso necesitaba ser legalizado por un decreto y se concretó cuando lo firmó el General de Ejército Raúl Castro Ruz, en su condición de Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros”, puntualiza Jiménez Margolles.
“Nuestra Oficina —del Conservador de la Ciudad— quedó separada físicamente de la Dirección Provincial de Patrimonio desde el 2014 en otro local, pero el presupuesto independiente y otros aspectos económicos datan de enero de 2020, cuando se hizo legal mediante otro decreto, este del Presidente Miguel Díaz–Canel Bermúdez”.
En opinión de la Historiadora de Sancti Spíritus, uno de los grandes méritos de Eusebio Leal es que enfrentó todo tipo de prejuicios sociales y también trabajó mucho por la unidad, porque había criterios diferentes con respecto a la restauración, y él trató de unirlos todos para que esa importante tarea tuviera efectividad.
Otro aspecto capital en la proyección de Eusebio, resalta Ñeñeca, fue su defensa a ultranza de la verdad histórica, aquella que presenta los hechos tal como ocurrieron, frente a cualquier intento de plasmar una historia complaciente que tergiverse y cambie sucesos de nuestro devenir, acomodándolos a interpretaciones para hacerlos al gusto de otras épocas y otros enfoques. En eso, reafirma Ñeñeca, Eusebio coincidió con el Historiador trinitario Carlos Joaquín Zerquera, quien planteó que “la historia o es verdadera o es historieta”.
ESE EUSEBIO CERCANO, SENSIBLE Y HUMANO
El doctor Ramón Reigosa Lorenzo, presidente de la filial de la Unión de Historiadores de Cuba en el territorio, afirma que Eusebio Leal mantuvo una relación con Sancti Spíritus como la tuvo con toda Cuba, y que lo que él transmitió fue sobre todo un modo de actuar.
“Recuerdo —acota Reigosa— una conferencia que él impartió en el Gobierno en la capital, cuando explicó todo el proyecto de restauración de La Habana y pidió ir a cada una de las provincias para explicar su proyecto, y a partir de ahí, entonces, que cada provincia sacara la experiencia de lo que podían hacer en su propio territorio.
“Creo que eso fue una enseñanza para todos de cómo debemos cuidar la historia, de cómo debemos defender el patrimonio, de cómo se puede llevar adelante un proyecto con muchos o con pocos recursos. Esto fue explicado personalmente por él, y yo creo que fue vital para que todos los que tenemos una responsabilidad con la historia, saber la parte nos toca a cada uno, qué parte le toca al historiador, al que restaura, al que dirige.
“Y digo esto porque Eusebio fue un símbolo de la unidad de todos esos factores, porque él puso en ese empeño su autoridad, una autoridad ganada desde la humildad, desde el trabajo, nunca una autoridad que se impusiera por la fuerza, sino que tuvo que vencer muchas barreras en su labor y siempre venció con argumentos, con dedicación, con persistencia y nunca se rindió.
“Recuerdo, por ejemplo, que fueron muchos los que se opusieron a la colocación de la estatua de José Miguel Gómez en la Avenida de los Presidentes, que él hizo restaurar y ubicó allí; y también, al busto de José Miguel en la Universidad de La Habana y a la restauración del Capitolio. Ayer yo veía la reposición de una entrevista televisiva donde Eusebio explicaba cuantas barreras tuvo que vencer para que se aceptara la restauración del Capitolio y cómo y cuanto tuvo que explicar por qué era necesario hacerla.
“Incluso, él decía algo que es importante porque constituye un legado para todos los historiadores y es que no importa el fin que un edificio tuvo en un momento determinado, que no importa para qué se construyó y cuál es la historia de un edificio, sino salvar los valores que ese edificio tiene.
“Y en el caso del Capitolio están otras edificaciones históricas. Aseguraba él que, con ese criterio, habríamos tenido que derrumbar todo lo que se ha construido en épocas anteriores, y señaló que, por el contrario, lo que tenemos que hacer es reconstruir y darles un fin noble a esos inmuebles”.
Por todos esos elementos, afirma Reigosa, Eusebio Leal es un modelo como historiador y como ser humano.
“En el último Congreso Orgánico de la Unión de Historiadores, en el teatro de la Escuela Lázaro Peña, Eusebio pronunció la conferencia de clausura, ya enfermo. Mostraba los efectos en su físico, y él llegó y antes de subir al estrado, visiblemente afectado, recorrió todo el salón y saludó uno por uno a todos los que nos encontrábamos allí.
“Yo escribí en mi perfil de Facebook ayer que lo que más me llamó la atención es que no lo hizo de una manera impersonal, por un simple cumplido. Cuando le di la mano, me miró a los ojos y me pregunto cómo estaba, me felicitó por el Congreso, pero sentí que era el saludo de alguien que me conocía de toda la vida, alguien allegado, como un amigo que hace tiempo que no ves.
“Y así fue mi visión de aquel encuentro. Así era Leal, ese ser humilde, que cuando les mandaba a los presidentes de la Unión de Historiadores una carta de la Oficina, o a propósito del envío de libros que publicaba la editorial Bologna, esa carta, por supuesto, la tiraban impresa, pero él la firmaba con tinta. Nunca permitió que a sus cartas se le pusiera un cuño rúbrica o una firma digital. Alguien una vez le preguntó por qué hacía eso, y dijo que porque él quería que la carta llevara su sello personal.
“Ahí está su delicadeza, cómo dedicaba dentro de su tiempo, en extremo reducido, aquellos minutos a poner su impronta en cada misiva. En las cartas dirigidas a los jefes de los ejecutivos provinciales, en las que remitía a mi persona, él no ponía presidente de la Unión de Historiadores, si no simplemente: Querido Ramón. Eso me conmovió porque dice mucho de la grandeza humana del hombre que acabamos de perder”.
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