Expedicionario del Granma y activista formidable en la brega política por difundir los ideales revolucionarios, Faustino Pérez Hernández fue también artífice de la lucha clandestina, combatiente valeroso y un dirigente incansable que simbolizó la moral y honradez de la Revolución cubana
Como Camilo, como el Che y como otros combatientes destacados, el espirituano Faustino Pérez Hernández no estuvo en la mañana de la Santa Ana batiéndose ante los muros del cuartel Moncada en la indómita Santiago de Cuba, pero vino en el Granma y aportó a la Revolución cubana un cúmulo de hazañas que se sumaron a su activismo revolucionario en La Habana, Cabaiguán, Sancti Spíritus y otros lugares de la isla.
Se ha dicho que Faustino era el Frank País capitalino y hay parte de verdad en ello, aunque resulta injusto, por cuanto la temprana partida del excepcional luchador santiaguero resta justicia a la comparación, y, además, Faustino no nació en La Habana, sino en la finca La Larga, del municipio espirituano de Taguasco, el 15 de febrero de 1920, de donde se trasladó tempranamente con su familia para las inmediaciones de Cabaiguán; allí fundó en 1955 las primeras células del Movimiento 26 de Julio.
Bastarían sin embargo solo algunas de sus proezas para llevar a ese hombre valiente hasta la temeridad, austero, autocrítico, organizado, sincero y capaz, al sitial de los héroes eternos de la patria. Médico como el Che, Faustino echó a un lado el instrumental del oficio para esgrimir las armas en una batalla a muerte contra la sangrienta tiranía de Fulgencio Batista.
POR ORDEN DE FIDEL
Trece días después del descalabro de Alegría de Pío, Fidel y Raúl se encuentran en Cinco Palmas al frente de un reducido número de expedicionarios del Granma. El Jefe de la Revolución está contrariado porque en La Habana no han sucedido las acciones que se habían concertado. Pasaron cosas, pero no todas las que tenían que pasar previamente, y en coincidencia con el desembarco. Entonces Fidel escoge a Faustino, su segundo al mando —ya había muerto Juan Manuel Márquez—, y lo manda a la capital a reorganizar el “26”, pero antes debe recoger a Frank País en Santiago de Cuba.
Faustino entra en Manzanillo con el rostro y el atuendo tiznados como un carbonero y haciendo las veces de novio de Genia Verdecia; luego sigue hasta Santiago con Quique Escalona, y cuál no sería la sorpresa mutua al encontrarse de pronto en una calle con Frank País, Armando Hart y Vilma Espín el 24 de diciembre de 1956. Con el espirituano llegó la mejor de las noticias posibles: Fidel estaba vivo y ya había dado órdenes urgentes.
Frank y Faustino se ponen de acuerdo y parten el 26 para La Habana. Van en automóvil hasta Palma Soriano y de ahí prosiguen en ómnibus. Ya en la capital, ambos dirigentes convocan una reunión el 28 de diciembre en el Centro Asturiano. Allí colocan a nuevos hombres en los diferentes cargos y luego Frank regresa a Santiago y Faustino se queda organizando el clandestinaje en La Habana, el que a partir de aquel momento experimenta un auge integral en todos sus frentes.
¿PALO PERIODÍSTICO DEL SIGLO?
Sabedor de que la Revolución es también en parte una obra de divulgación y propaganda, Fidel había dado instrucciones acerca de llevar a un periodista a la Sierra Maestra para que reportara desde allí que él estaba vivo y la heroica lucha que desplegaba en el principal macizo montañoso cubano. Sin embargo, las primeras gestiones con la revista Bohemia y el periódico Prensa Libre no dieron los frutos esperados, por considerar sus directivos que entrañaba un gran riesgo y que la censura impediría divulgar cualquier trabajo sobre el tema.
En esas gestiones estaban cuando Faustino se entera a través de Felipe Pazos —relacionado con la embajada yanqui— que en La Habana se encontraba el periodista Herbert Matthews, de The New York Times, con el propósito de entrevistar a un político de la oposición al régimen, posiblemente Pelayo Cuervo Navarro.
Pazos le avisó a Faustino para que lo entrevistara, pero este propuso llevar a Matthews para que entrevistara al mismísimo Fidel Castro en las montañas de Oriente. Y, ni corto ni perezoso, el dirigente clandestino llevó a Matthews y a su esposa en el Dodge del 57 de Lilian Mesa y conducido por ella, hasta Manzanillo, donde dejó a la pareja en la casa de gente de confianza del Movimiento 26 de Julio y de ahí subió a avisarle a Fidel.
Cuando el Comandante en Jefe se enteró, envió inmediatamente por Matthews a Felipe Guerra Matos. Finalmente, la entrevista se produjo en la finca de Epifanio Díaz, donde tuvo lugar por esos días una reunión nacional del Movimiento, a la que asistieron entre otros Frank País, que había traído a 50 de sus milicianos armados; su escolta y chofer, Vilma Espín y Faustino Pérez.
Poco después el mundo veía atónito en el afamado diario neoyorkino, el reportaje con la entrevista a Fidel Castro y fotos de sus compañeros en plena floresta, dando rotundo mentís a la noticia divulgada en los días del desembarco por el periodista Francis McCarthy, de la Associated Press, de que Fidel estaba muerto. No sería este, sin embargo, el único éxito rotundo de Faustino en el campo de la divulgación, pues a él se debió en gran parte el traslado a la Sierra de otro periodista estadounidense, Bob Taber, de la CBS, cuya entrevista a Fidel se televisó de costa a costa en los EE.UU., donde tuvo también gran repercusión.
Sin tener a menos los dos anteriores, si se habla de un acto de efecto publicitario excepcional ordenado y organizado por Faustino, se inscribe el secuestro del astro argentino campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio, el domingo 23 de febrero de 1958, por un comando revolucionario del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) para impedir su participación en la segunda edición del Gran Premio de Cuba.
DE PALACIO A LA SIERRA MAESTRA
Cuando Faustino Pérez bajó al llano por orden de Fidel, traía tres misiones fundamentales; a saber, reorganizar el aparato clandestino en la capital, buscar la divulgación de la lucha en la Sierra y estructurar la recogida y traslado de medios materiales para abastecer a los guerrilleros que luchaban en las montañas.
Según confió a este redactor Arnold Rodríguez en el 2005, una de las manifestaciones más concretas de esta última misión consistió en recoger las armas que se habían podido rescatar del ataque al Palacio Presidencial por el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y enviarlas, vía Santiago de Cuba, a las guerrillas de Fidel. Esas armas resultaron decisivas poco después para el ataque al cuartel de El Uvero, victoria que marcó la mayoría de edad del Ejército Rebelde.
LA HABANA “EN LLAMAS”
En medio de la cacería humana desatada por las fuerzas represivas de la dictadura batistiana contra sus opositores, el Movimiento 26 de Julio en La Habana, liderado por Faustino, se esforzó al máximo por ganar para la Revolución la capital del país, en lucha campal contra los esbirros.
Una particularidad de Faustino fue que organizó incontables acciones contra el régimen, y que cuando se produjeron algunos reveses, como la encerrona de Quinta y A, el 22 de febrero de 1957, donde la Policía ocupó un importante lote de armas y detuvo a muchos dirigentes de la resistencia, él redobló esfuerzos desde la cárcel y multiplicó su accionar con nuevas iniciativas, entre estas el inicio de la campaña de ejecución de chivatos en La Habana, la colocación de carteles contra el régimen y la pintura de consignas del M-26-7 en paredes y pavimentos.
A esto se suma el sabotaje de Suárez 222, que dejó a gran parte de La Habana a oscuras durante varios días, el ejecutado contra la refinería ESSO, que la incendió y hubo que traer productos químicos desde EE.UU. para poder extinguir el fuego; la “noche de las 100 bombas”, que tuvo un gran impacto en la opinión pública nacional.
CRECER EN EL CRISOL DE LA LUCHA
Llegado relativamente tarde al Movimiento 26 de Julio el combatiente excepcional que fue Faustino Pérez, Fidel le encargó relevantes misiones, aún durante los preparativos en México para la futura expedición a Cuba, haciéndolo jefe del principal campo de entrenamiento en Abasolo, y luego al designarlo segundo jefe a bordo del Granma, junto a Juan Manuel Márquez; a la muerte de este, devino segundo jefe de la incipiente guerrilla con el grado de capitán.
Faustino echó sobre sus hombros la responsabilidad principal por el fracaso de la huelga general del 9 de abril de 1958 y cuando fue relevado de su cargo de coordinador del Movimiento 26 de Julio en La Habana, en la famosa reunión de Altos de Mompié, asumió con total dedicación su nueva misión de organizar la vida civil en los territorios liberados.
Tras el triunfo de enero de 1959, Faustino es nombrado, el 23 de ese mes, titular del recién creado Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados, y el 26 de julio de 1959 en la Plaza Cívica — luego Plaza de la Revolución—, ante medio millón de campesinos, Faustino entregó a Fidel 20 millones de pesos en efectivo y otros 50 millones en bienes recuperados, para totalizar en abril de 1960 nada menos que 400 millones recuperados de personeros del régimen depuesto.
Cuadro estatal, gestor principal de la voluntad hidráulica al frente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos —surgido por iniciativa de Fidel a partir del desastre del ciclón Flora en octubre de 1963—, Faustino Pérez Hernández dejó una estela de admiración y respeto en Sancti Spíritus, donde dirigió el Partido en el cuatrienio 1969-1973 y fue artífice principal de la presa Zaza y el Plan Arrocero Sur del Jíbaro, antes de asumir como embajador de Cuba en Bulgaria y luego jefe de la Oficina de Atención a los Órganos Locales del Poder Popular.
Quienes tuvieron el privilegio de conocer al intrépido pero comedido dirigente en aquellos inolvidables años 60-80 del siglo pasado se sienten impresionados por la digna sencillez de ese compatriota que ahora llega al centenario, y de quien expresó Eusebio Leal: “(…) un hombre de una bondad y generosidad sin límites, transparente y sincero en el carácter, aunque parezca reiterativo, bueno y generoso con todos los hombres (…) dejó una huella en mi propia vida”.
Nota: Escambray agradece a quien fuera su tercer director, Aramís Arteaga Pérez, por su contribución para este trabajo.
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