Jueves, 12 de junio de 1969. Los reportes periodísticos del diario Vanguardia, de Santa Clara, engordan con las afectaciones de las lluvias en la región de Sancti Spíritus. Quienes viven en las riberas del Jatibonico del Sur hacen presurosos los bártulos. Entre la palizada que trae la crecida navegan puercos, un caballo que quizás nunca alcance la orilla. Todo va a parar al bolsón de la presa Lebrije, que continúa subiendo de nivel.
Decisiones: urge agilizar las labores en el aliviadero y levantar la altura de la cortina. Los constructores de la brigada Máximo Gómez llenan, cargan cientos, miles de sacos con arcilla, deesa arcilla que se pega a las ropas, que dobla los cuerpos exhaustos.
NO SOY ADIVINO
Otra madrugada de junio inicia en la cortina de la presa Lebrije, de Jatibonico. La llovizna cubre, por instantes, la gorra verde olivo del hombre que se acerca con pasos largos y que decide detener la colocación de los sacos de arcilla. “Despreocúpense, no va a llover más”, vaticinó Fidel. El Sol regresó, por fin, al amanecer.
El ingeniero Roberto Caballero Hernández, en aquel entonces uno de los proyectistas de la obra, relató a Escambray cómo el Comandante en Jefe invitó a almorzar a un grupo de compañeros ese día. Ahí disipódudas. “No crean que soy un adivino”, dijo, y a seguidas mostró una fotografía del satélite meteorológico y leyó el pronóstico del tiempo concebido hora a hora. “Todo lo que informó sucedió después. Antes de visitar la Lebrije él había pasado por el Instituto de Meteorología”, indicó Roberto.
La preocupación del líder cubano partía de una razón: en apenas tres días el embalse en ejecución almacenó más de 40 millones de metros cúbicos del líquido, lo previsto para un mes lluvioso. El aliviadero aún no estaba concluido; la evacuación por la toma de agua era insuficiente. Toda la culpa iba a la cuenta de una depresión en el Mar Caribe, que muchos coterráneos preferían llamarle temporal.
VISITA SORPRESIVA A YAGUAJAY
Mencionarles a los yaguajayenses el ciclón Kate (1985) es hablarles del mismísimo Diablo. Las cifras semejan un parte de guerra al dejar destruidas casi 400 casas; más de 8 570 sufrieron otros perjuicios. A escasas horas del embate del huracán —recordó años atrás Joaquín Bernal Camero, primer secretario del Partido en la provincia en esa fecha— recibió una llamada urgente: debía ir a los límites entre las provincias de Villa Clara y Sancti Spíritus. Allí aguardó por el Comandante en Jefe, quien lo invitó a subir a su carro. A ambos lados del Circuito Norte, postes eléctricos en el suelo, árboles que no volverían a serlo. “Fidel quería conocer todos los daños, y ahí mismo comenzó a asignar los primeros recursos”, apuntó Joaquín.
A los núcleos familiares con difícil situación económica se les entregaron los materiales de forma gratuita. Hasta linieros de Guantánamo vinieron a hacer la luz. Portales de casas sirvieron de improvisados colegios. Las maestras Nilma Bravo y Norma Sánchez nunca supieron que por frente a su escuela primaria, que quedó con una sola pared en pie, en el batey de Agua Santa, pasó Fidel Castro rumbo a Ciego de Ávila, luego de instar a los espirituanos a la rápida recuperación.
HUÉSPEDES DISTINGUIDOS
En tiempo de ciclones, el Comandante en Jefe siempre permaneció atento a los espirituanos; en la memoria, los huracanes Gilbert (1988), Lili (1996), Georges (1998), Irene (1999), Michelle (2001) y Dennis (2005), entre otros. En esos días de urgencias, su voz trajo aliento y orientación. A la distancia de los años todavía hoy la gente agradece.
Zoila Rodríguez no cerró los ojos la noche del 15 de octubre de 1999. Otra vez las inundaciones despabilaron a Tunas de Zaza. Las precipitaciones asociadas al huracán Irene pusieron la presa Zaza de bote en bote. El sábado 16, esta mujer ya estaba instalada con sus dos hijos en el hotel Zaza. “Cuando entré a la habitación no me lo creía; para allá mandaron a las embarazadas y las madres con niños chiquitos. Mi hija tenía cuatro meses y había acabado de salir del hospitalito (Hospital Pediátrico José Martí). En el tiempo que estuvimos allí el médico casi no salía de la habitación; mi niña tenía hasta una pantrista que le hacía su comida”.
La estancia de estos huéspedes especiales en el Zaza, en tal coyuntura, se constituyó en un hecho inédito en esta parte de Cuba; más aún, fue la expresión del humanismo de Fidel llevado a altas cotas. Así lo subraya Juan Pedraja Lemas, miembro del Buró Provincial del Partido en aquella etapa y quien dialogó varias veces con el líder cubano.
“Con anterioridad, dada la situación de la presa Zaza —rememoró luego Pedraja, a instancias de Escambray—, Fidel orientó a la máxima autoridad del Partido en el territorio que debía estar en el lugar más complicado. Él me preguntó por dónde venían las caravanas de la evacuación, sobre los albergues; indicó crear las condiciones para realizarles un chequeo médico a los evacuados e, incluso, elaborar un plan de descanso para los cuadros, pues decía que no se sabía cuánto demoraría aquella situación”.
Sin embargo, a menos de tres años una eventualidad en extremo compleja estaba por venir.
LEBRIJE, SIN PRECEDENTES
“Hay que evacuar cuanto antes. Toma todas las medidas, pero sería la hecatombe, lo nunca visto”. Desde el otro lado de la línea telefónica llega la orden del Comandante al Primer Secretario del Partido en Sancti Spíritus. La Lebrije “revienta” de agua. Filtraciones en la cortina. A 8 kilómetros, al sur, los casi 25 000 habitantes de Jatibonico. A las 3 y 10 de la madrugada del 15 de junio de 2002 comienza una evacuación sin antecedentes en Cuba, que finaliza a las 6 y 31 de la mañana.
Minutos más tarde, Fidel conoce del término de la movilización; le confiesa a las autoridades de la provincia que le habían hecho recordar momentos históricos de la Revolución como la invasión de Camilo y Che. Hubiera querido estar allí; pero a las 8 de la mañana hablaría desde la tumba de Maceo, en El Cacahual, para suscribir el carácter irrevocable de nuestro Socialismo en la Constitución. Luego, más llamadas. Insiste en la protección de los bienes dejados. Al saber de la muerte de un perro orienta repartir comida a los animales domésticos. Lebrije realmente fue lo nunca visto.
EL SENTIDO DE LA URGENCIA
El huracán Dennis le “jugó sucio” a los trinitarios el 8 de julio de 2005. En el programa televisivo Mesa Redonda Informativa del día 11, Miguel Acebo Cortiñas, primer secretario del Partido en Sancti Spíritus, actualiza a la opinión pública acerca del tenso panorama existente: se pronostica un mes sin servicio eléctrico, el abasto de agua es casi nulo. Fidel define prioridades: “El lugar más urgente es Trinidad”. Valora la tardanza en el arribo de grupos electrógenos designados por él, alternativa para el funcionamiento de centros de Salud, panaderías, estaciones de bombeo de agua… Los equipos llegan antes del amanecer y fueron instalados en tiempo récord.
El líder cubano sabe cuánto significa para el pueblo tanto tiempo sin energía eléctrica. En la línea de 110 KV Cienfuegos-Trinidad se forma un nuevo “ciclón”. Trabajadores eléctricos de varias provincias acuden. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias apoyan de modo decisivo. A un lado, el mar; al otro, als montañas del Escambray; encima, la noche. Postes arriba, líneas tendidas. En 15 días alumbra la noticia.
Fidel destinó —enfatizó Acebo— una cuota de alimentos diferenciada para el municipio trinitario, además de materiales constructivos. Era el mismo Comandante que atento a los detalles en las más disímiles circunstancias por las cuales Sancti Spíritus ha atravesado como huracanes y peligros en las presas asombró con aquella pregunta en la Mesa Redonda, luego de la embestida de Dennis:
—¿Pasó algo con la torre de Manaca Iznaga?
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