No deja de impactar a muchas personas, movimientos políticos e, incluso, no pocos gobiernos en el mundo la capacidad de Cuba para ayudarse a sí misma y ayudar a otros frente a la actual pandemia de la COVID-19, que ha puesto contra la pared los sistemas de salud y las economías de prácticamente la comunidad internacional en pleno, incluidas las naciones más ricas del planeta.
Frescas están las palabras de asombro de una alta figura política alemana, vinculada a la Unión Europea, cuando, refiriéndose al tema de la contribución cubana a decenas de otros Estados, bajo las condiciones inhumanas de un arreciado bloqueo, se preguntó: “¿Y a Cuba quién la ayuda?”. Seguramente ese político hizo el vínculo mental que algunos establecen cuando observan cómo naciones ricas fracasan en toda la línea frente al nuevo coronavirus.
Sin andar más lejos, aquí mismo en la región de las américas, la nación más poderosa de la tierra carece hoy de un sistema de salud adecuado para enfrentar la COVID-19 y por ello registra, a tres meses y días de iniciarse la pandemia, casi 150 000 muertos, lo que equivale a cerca de la mitad de las vidas que perdió ese país durante su participación de tres años y medio en la Segunda Guerra Mundial.
Inmersos los Estados Unidos en sus injerencias y agresiones, fruto de los cerebros calenturientos de sus tanques pensantes y, a pesar del bloqueo, incrementado contra Cuba, no solo no pudieron evitar que deviniera potencia médica de talla mundial, sino que, con su ayuda generosa a otras naciones los haya puesto en ridículo.
De ahí que hoy exista una lucha sorda, tenaz, impuesta por Washington a muchas naciones con su exigencia de prescindir de la ayuda médica cubana, pues la situación en esos países es grave y se complica y Estados Unidos hace como el famoso perro del hortelano, que no ayuda, pero tampoco deja ayudar.
¿Envidia, negocio sucio, odio, urticaria política, miedo a que Cuba salga airosa y demuestre la viabilidad de su sistema político y su eficiente sistema de salud a escala global? Todas estas posibles razones están sin duda detrás de la actual ola de ataques de Donald Trump y personeros de su administración contra la colaboración médica cubana, tachándola de trata de personas.
Recordemos que esta colaboración durante la COVID-19, iniciada con brigadas enviadas a la región de Lombardía en Italia —la más castigada por la actual plaga en ese país europeo—, y a la minúscula Andorra, un miniestado a caballo de los Pirineos españoles, se extendió luego a naciones caribeñas y suramericanas, y más recientemente a países africanos, dando la sensación de que el número de médicos y de enfermeros de la isla es prácticamente inagotable.
Vale destacar la eficacia de esa ayuda médica, pues antes de la llegada de los profesionales cubanos a Crema y Turín, en la patria de Garibaldi fallecía el 80 por ciento de los pacientes de coronavirus en los estadios grave y crítico y, a partir de su actuación, pasaron a salvarse esa misma cifra y aún más de los afectados por la enfermedad. También en Andorra dejaron los galenos cubanos muchas vidas salvadas y ganaron la gratitud de su gente.
Si existen milagros, este es uno de ellos, dijo alguien en Italia, donde se sucedieron escenas conmovedoras entre los médicos cubanos y sus pacientes arrebatados a la muerte, y de donde nos llegan voces como la de la famosa cantante Laura Pausini, para reconocer a Cuba y a su personal de salud, en un mensaje en el cual expresó: “Mandamos muchísimo cariño a todos los doctores que llegaron hasta Italia para ayudarnos”.
El pueblo que supo vencer arma en mano los duros retos de Playa Girón y la Crisis de los Misiles en octubre de 1962, y que permaneció enhiesto y estoico en los duros momentos iniciales del período especial tras la caída del socialismo europeo en el período 1989-1991, no vaciló ante la COVID-19 y, no solo la ha ido venciendo en su territorio, sino que contribuye a vencerla en más de 30 naciones de otros continentes.
En concreto, en los últimos tres meses la Mayor de las Antillas envió 38 brigadas sanitarias a 31 países y territorios, un despliegue que marca nuevo hito en esa práctica cubana. Para encarar el contagio del nuevo coronavirus se movilizaron en ese tiempo desde Cuba 3 440 colaboradores de la salud, de los cuales el 65 por ciento son mujeres. Ahora partieron brigadas médicas del Contingente Internacional Henry Reeve de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Grandes Epidemias hacia tres países africanos: Sierra Leona, Guinea Ecuatorial y Santo Tomé y Príncipe.
Preciso es recordar que médicos cubanos trabajan desde hace años en otras naciones del llamado continente negro, como Angola, Togo, Sudáfrica, Cabo Verde y la República de Guinea, entre otros. Además, Cuba ha graduado en su Escuela Latinoamericana de Medicina a más de 30 000 doctores, de los cuales no pocos son africanos. En los últimos tiempos aumenta la presencia de galenos de la isla en naciones del Medio Oriente, especialmente del Golfo Pérsico.
Junto con la formación de capital humano, la patria de José Martí y Fidel Castro ha venido dando máxima prioridad a la creación de instituciones científicas de alto nivel y laboratorios que en este momento están aportando 17 de los 19 medicamentos utilizados en el cuadro básico de los tratamientos contra la mortal pandemia, según los protocolos desarrollados por especialistas cubanos, y crece el número de países interesados en adquirirlos.
En conclusión, Cuba es rica, sobre todo en amistad y solidaridad y comparte lo que tiene, fruto de su propio esfuerzo y bajo las adversas condiciones de una guerra económica. Es rica también en sentimientos humanos y valores que la Revolución ha inculcado en su pueblo.
Para el lingüista estadounidense Noam Chomski, “Cuba es el único país en el mundo que ha demostrado su internacionalismo”. Tal vez no sea exactamente así, pues existen otros que han enviado brigadas médicas y medicinas a otras naciones, pero lo que sí resulta irrefutable es que ninguno ha brindado su ayuda en la proporción en que Cuba lo ha hecho atendiendo a su población y recursos, con resultados tan tangibles.
Somos pues, plusmarquistas mundiales en esta cruzada solidaria contra la actual pandemia y por ello muchas voces se alzan en el mundo con el fin de solicitar el Premio Nobel para las brigadas médicas cubanas del contingente internacionalista Henry Reeve, iniciativa que, de concretarse, haría justicia a quienes de forma tan arriesgada, esforzada y noble se lo han ganado.
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