La Heroína de la Revolución que este siete de abril cumpliría 90 años, dejó una huella indeleble en las nuevas generaciones de cubanos por su obra enaltecedora y una vida consagrada al servicio de la nación que contribuyó a liberar y a forjar.
Ganó un sitio especial en la historia de la Patria por su lealtad a Fidel y haber encarnado el valor y entereza de Mariana Grajales, la visión anticipadora de Ana Betancourt para luchar por la emancipación y los derechos de la mujer, y la intrepidez y pasión de compatriotas como Haydée Santamaría y Celia Sánchez.
Hoy, unos evocan a la joven elegante y agradable, de voz exquisita en la coral de la Universidad de Oriente, donde se graduó de ingeniera química; otros a la audaz combatiente clandestina y guerrillera del II Frente Oriental Frank País, o al cuadro íntegro, de solidez ideológica a toda prueba que supo fraguar virtudes en quienes la rodearon.
Es que Vilma heredó la rebeldía de la ciudad de Santiago de Cuba, donde nació el siete de abril de 1930, la misma que la refugió en las casas para que nadie pudiera dañarla en tiempos convulsos de lucha contra la tiranía de Batista, cuando se convirtió en el brazo derecho de Frank País, jefe nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio.
La Federación de Mujeres Cubanas (FMC) creada por idea del Comandante en Jefe, el 23 de agosto de 1960, de la cual ella fue Presidenta desde entonces hasta el último aliento, es una de las obras que la perpetuará al paso de los siglos por la conducción de la transformación de sus contemporáneas, convertidas en una poderosa fuerza al protagonizar misiones decisivas para el progreso del país.
Margiola Sánchez del Campo Guilarte, con más de 26 años integrante del Comité provincial de la organización en el territorio santiaguero, de ellos varios en el secretariado, regala gustosa su testimonio de momentos vividos junto a “una cubana que constituyó una escuela en todos los sentidos de la vida”, reconoce.
«Traté de aprender siempre de su sabiduría, de su experiencia y sensibilidad, porque yo atendía la esfera de trabajo comunitario cuando ella presidía la Comisión Nacional de Prevención y Atención Social, e invariablemente participaba en los análisis y propuestas en torno a estos apremiantes asuntos, para bien de la sociedad.
“Después, de similar fecha de 2010, hará ahora 10 años, se funda el Memorial Vilma Espín en la vivienda donde ella vivió, y yo tuve el honor de ser nombrada para dirigirlo, lo que considero más que un trabajo un verdadero privilegio, al dedicarme a contribuir que perdure su ejemplo”.
Confiesa que Vilma le dejó una huella imborrable, primero por ser sencilla, afable, delicada, que le gustaba el contacto con la gente, atender de primera mano los problemas que le planteaban, lo cual constató cuando la acompañó en ocasiones a los recorridos como diputada al Parlamento por el Distrito 26 de Julio, de la Ciudad Héroe.
“Tenía un sentido tremendo de la justicia y lo ponía en práctica con vehemencia. Tierna, dulce, cariñosa, se tornaba enérgica cuando en la comisión se trataban los temas de la prostitución, llegaba al fondo, preocupada por la atención diferenciada y con intencionalidad”.
Margiola destaca que era de acero, de convicciones firmes y sólidos principios, exigente ante los problemas y en la búsqueda de soluciones, y también de miel, así la recordaba en pleno periodo especial desandar el Segundo Frente en la campaña para entregar un juguete a cada niño.
Rememora que a ella se debe la creación de las casas de orientación a la mujer y la familia como vía para seguir la lucha por la plena igualdad y equidad, sobre todo en el ámbito del hogar y para librar desde la base una batalla más aguda contra la violencia de género.
“He tenido vínculos muy fuertes con la organización que ahora cumplirá su aniversario 60, y siento la satisfacción de haber recibido la influencia de Vilma, quien fue dichosa de conducir los destinos de la FMC porque más que un trabajo, lo consideró un placer inigualable”.
Asegura que su ejemplo se multiplica en las mujeres que asumen responsabilidades en diversas ramas de la vida nacional y en cargos de toma de decisiones; en las científicas, médicas, economistas, maestras, ingenieras, obreras, constructoras, que dejan huellas por doquier.
“La FMC me ha otorgado reconocimientos que me comprometen más cada día. En agosto de 2019 me sorprendieron gratamente al entregarme la Orden Mariana Grajales, una de las paradigmas de la Heroína de la Sierra y el Llano y de las cubanas de todos los tiempos.
“Vilma Espín, concluye, es fuente inagotable de inspiración, habrá que venerarla por su fidelidad a la causa, y especialmente a Fidel, como intérprete ferviente y creativa de sus ideas; por los servicios que prestó a la Patria y por anidar los valores más auténticos de la cubanía”.
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