Ismaray Labrada Nápoles sintió un fuerte escalofrío recorrer su cuerpo. Su corazón corría como potro desbocado. Era la mañana del 9 de mayo de 2020 y un grupo de especialistas vestidos de blanco le informaba que ya había llegado el resultado de su PCR en tiempo real. Se hizo una pausa infinita. La tensión creció y las palabras temidas fueron pronunciadas: “Usted dio positivo al SARS-CoV-2”.
De pronto, ya no escuchaba. Un vértigo la dominó. El miedo de haber infectado a sus hijos pequeños y a su esposo le apretaba el alma misma. Se sentía culpable, castigada sin razón por el destino, algo así como una versión femenina de Edipo.
“Esa noticia llegó y fue un golpe muy duro —confiesa entre lágrimas Ismaray—, porque yo tengo dos niños pequeños y un esposo. Mi verdadera preocupación no era que estaba infectada, sino que pude haber contagiado a mi familia. Eso me tenía al borde de la locura. Los primeros 4 o 5 días no tenía consuelo, solo esperaba el resultado de los PCR realizados a mis “peques”.
Ahora esta espirituana de 34 años suspira: lo intuyo, lo siento, la imagino; porque realmente la entrevista se realiza vía telefónica. Los cables enlazan nuestras voces desde mi oficina y hasta el Hospital de Rehabilitación Doctor Faustino Pérez, donde empaca sus pertenencias para volver a casa. Suspira y el mundo cabe en decibeles:
“Mis hijos, mi esposo, todas las personas cercanas a mí dieron negativo. Yo supuestamente ingreso como contacto del enfermero del hospital que trasladó al anciano de 94 años, positivo a la COVID 19, quien falleció lamentablemente días atrás. Yo fui la única de sus contactos que resultó positiva. Esta situación me ha llevado a una serie de preguntas para las cuales no tengo respuesta”.
Siento el estrés en su voz y no quiero arruinarle este momento de felicidad. Por fin, luego de 14 días vuelve a su hogar.
Ernest Hemingway escribió que la “realidad supera la ficción”, y en efecto, lo creo, porque no hallo palabras para describir la experiencia vivida por esta joven. ¿Cuántos demonios internos debió vencer? Solo ella lo sabe.
“Por fortuna nunca sentí ni un síntoma catarral. Los únicos síntomas que sentí fueron después de comenzar el tratamiento que siempre da malestar, fiebre; pero son reacciones a los medicamentos, no a la COVID 19.”
En medio de la tempestad su bote salvavidas era su familia, libres todos de un virus que se asemeja a la lotería, o a la ruleta rusa.
“Con ellos mantenía comunicación constante, y eso me dio fuerzas para seguir. Ya en minutos estaré con ellos, pero antes quiero agradecer infinitamente todo el trabajo de los médicos, enfermeras y el resto del equipo que me atendió. De verdad hay que reconocer que son maravillosos. Me atendieron con esmero y dedicación. Están siempre preocupados por los pacientes y que nada pueda sucederte. Llegue a ellos mi eterna gratitud”.
Entonces lanzo la pregunta del millón. No lo pienso dos veces, quizás porque la emoción me embarga, o porque no tuve nunca un cuestionario definido. Imagino que la miro a los ojos y la abrazo en la distancia. Finalmente hablo:
¿Qué harás cuando llegues a casa y sea seguro el contacto con tu familia?
“Ay Dios, abrazar a mis niños a quienes extraño infinitamente. Pero antes, ten por seguro que me mantendré aislada, lo cual es mi próximo paso a seguir, como lo es también seguir con el tratamiento”.
Ismaray Labrada Nápoles era hasta este 19 de mayo la única paciente de la provincia de Sancti Spíritus (positiva a la COVID 19) que se encontraba hospitalizada. Ismaray volvió a casa y siente que la vida le sonríe nuevamente. Un amanecer de esperanza se dibuja para ella y su familia.
Antes de despedirnos le pido permiso para tomar de su perfil en Facebook una foto. No tengo otra intención más que ponerle un rostro a esta conversación:
“Qué va, yo no tengo ni Facebook, ni WhatsApp, soy criada a la antigua”.
Precioso el recuento. Gracias al periodista y, sobre todo, a la medicina cubana que la salvó a ella y a todos los demás.