Dos textos: el libro de John Bolton, exasesor Nacional de Seguridad en el gabinete del Donald Trump, titulado La habitación donde ocurrió, y el de la sobrina del Presidente, la psicóloga Mary L. Trump, que está en proceso de distribución con el rótulo Demasiado y nunca suficiente. Cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo, amenazanmuy seriamente los planes del magnate de ganar en noviembre el derecho a vivir otros cuatro años en la Casa Blanca.
Ambos textos han enfrentado batallas legales dados los esfuerzos del ejecutivo de Trump por impedir su comercialización, pero el primero ya la ganó, y el segundo avanza por el mismo camino, debido al interés de la ciudadanía del país que se dice la mayor democracia de la tierra, por conocer interioridades del hombre que rige sus destinos e, indirectamente, los de la humanidad entera.
Hay que reconocer que los tribunales estadounidenses están conscientes de que no pueden violar la ley —menos en este convulsivo momento electoral— en un asunto tan complicado y sensible, si prohibieran la difusión de esas obras para beneficiar al primer magistrado de la nación.
De los dos libros puede decirse que se complementan, pues si el de Bolton refleja aspectos de la errática y contraproducente política del “hombre más poderoso del mundo” desde la poltrona presidencial, el de Mary Trump saca a la luz los muchos trapos sucios de la personalidad de su tío, quien según ella ayudó a destruir a su padre, Fred Jr., en colusión con su abuelo, Fred Trump, cabeza del clan familiar y de una inmensa fortuna.
Aunque el contenido de ambos textos no es el centro de este comentario, sino sus posibles consecuencias, preciso es recordar que, si bien Bolton dejó claro las infidelidades y desaires del Presidente hacia sus aliados, y su ambición desmedida por apoderarse de Venezuela, la sobrina del excéntrico personaje lo califica de mentiroso compulsivo, nada ético, capaz de echar mano a cualquier recurso por turbio que resulte, con tal de lograr sus objetivos. Ella sugiere que Donald fue logrando sus metas desde joven haciendo trampa, hasta llegar a su actual puesto.
Para este redactor, no se trata de que estos insinuados best sellers logren por si mismos el 3 de noviembre la derrota de Trump, pero sí de que pueden contribuir mucho a su fracaso, cuando las revelaciones expuestas en ellos se unen a otros factores, como el enojo popular por el mal manejo que ha hecho el mandatario de la actual pandemia de COVID-19, las nefastas consecuencias económicas y las manifestaciones de rechazo por la violencia policial que ha costado la vida en fecha reciente a varios ciudadanos negros.
Coinciden ahora en la política en Estados Unidos dos principios de las ciencias exactas, como es el de la ley física de la acción y reacción, según la cual, a una acción o fuerza ejercida en un sentido responde otra equivalente en dirección opuesta, a lo que se debe añadir en química el poder catalizador de ciertas sustancias llamadas enzimas, cuya presencia aparentemente no activa en determinadas reacciones es capaz de facilitar o inhibir el proceso.
En términos políticos, esto quiere decir que todas las cosas malas que ha hecho Trump desde su alto cargo no pueden quedar sin respuesta, aunque una “tempestad” como la que sugieren desatar los dos libros, acontecida en otras circunstancias, es superable por el primer magistrado de la nación, tal como logró el expresidente Clinton salir airoso del juicio político que se le siguió por el caso Lewinski y el propio Trump en fecha más reciente. Pero como las desgracias nunca vienen solas —tal dice el refrán—, ya van siendo muchas cosas para un solo corazón y esa puede ser la gota que ayude a colmar la copa.
De la potencialidad destructora de Donald Trump para su país y para el mundo son conscientes importantes grupos de poder en el establishment norteamericano y hace rato que vienen levantándose voces dentro de las propias filas republicanas anunciando que no votarán por Trump, entre las cuales las del expresidente George W. Bush y su entorno figuran en los primeros planos.
Uno de los principales reproches al alto dignatario es la falta de lealtad a los aliados de la superpotencia y el distanciamiento que tal actitud ha provocado en ellos, donde cobra fuerza el proyecto de creación de un ejército europeo al margen de la OTAN, lo que sería el principio del fin de esa organización belicista. Otro es el fracaso de sus acciones contra Venezuela, país que, según el libelo de Bolton, Trump considera que le pertenece a Estados Unidos, una revelación que, a no dudarlo, exaltará más el patriotismo del pueblo venezolano.
Se ha dicho siempre que, en última instancia, en las carreras políticas en Estados Unidos la economía decide, como en su momento respondió el citado William Clinton a su contendiente republicano George H. Bush, padre: “¡Es la economía, estúpido!”. Hoy la economía norteamericana se contrae a paso acelerado y aumentan peligrosamente los niveles de desempleo a causa de la cuarentena impuesta por el coronavirus, de manera que el factor económico hasta hace cuatro meses, la principal baza en las aspiraciones de reelección de Donald Trump, se ha vuelto en su contra.
Pero él sigue sin entenderlo o al menos lo aparenta, mientras las encuestas le dan ventaja a su contendiente demócrata, el exvicepresidente Joe Biden. Estos argumentos tendrían poco valor si dentro de cuatro meses el magnate lograra la difícil hazaña de salir airoso. En cambio, de ser derrotado y ante su casi segura expresión de estupor y fracaso, cabría expresarle: “¡Es la economía y todo lo demás, cretino!”.
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