—Mamá, cuando empiece la serie me avisas, que no se te olvide, recalcaba insistente mi hijo adolescente desde el cuarto, donde le sacaba chispas en el móvil a la plataforma de mensajería instantánea toDus, en un diálogo que jamás cesa con sus amigos.
Sorprendentemente, durante los últimos meses en casa, a las ocho de la noche de cada sábado todos comenzábamos a apurar los detalles de la rutina y el ajetreo propio para plantarnos frente a la pantalla del televisor: mis padres, campesinos octogenarios medio iletrados; mi esposo, seguidor del paquete semanal; y yo, casi sin tiempo jamás para ver ni la novela.
¿El milagro?, la cubanísima serie Lucha Contra Bandidos 2. La otra guerra, cuya segunda temporada terminó recientemente dejando tras de sí una estela evidente de admiradores de casi todas las edades, ilustrados o semianalfabetos, de pensamiento banal o profundo, atados los unos a su mensaje aleccionador y los otros, a esas escenas repletas de acción que tanto cautivan.
Figúrense que hasta un amigo joven chofer, quien escucha reguetón desenfrenadamente y sueña con irse para cualquier lugar a ganarse “unos fulitas”, selló mi última duda cuando comentó sin más ni más: “¿La serie de los bandidos?, me encanta”.
Por fin la Historia de Cuba comienza a encontrar quien la cuente en su grandeza épica y humana. Menudo desafío. Con antecedentes tan respetables como El hombre de Maisinicú, José Martí: el ojo del canario o Duaba, la odisea del honor, este audiovisual vuelve a evidenciar las múltiples posibilidades para dramatizar, narrar o recontar el grandioso pasado de la patria y sus héroes conocidos y desconocidos, con fórmulas desalmidonadas que enganchan incluso a las controvertidas y no pocas veces indiferentes nuevas generaciones, aferradas a las nuevas tecnologías y a novedosas formas de decir y hacer.
Aunque sus realizadores han dejado bien claro que esta resulta una obra de ficción basada en hechos reales, las opiniones de miles de combatientes de aquella gesta que aún viven —muchas veces en el más absoluto anonimato— penden como una espada de Damocles, siempre prestos a valorarla desde sus muy particulares experiencias.
Pero, más allá de la exactitud histórica, la serie vale oro por ese interés que despierta en una página muchas veces desconocida en los anales patrios. En esta segunda temporada los hechos se desarrollaron en Matanzas, un lugar donde de 1959 hasta 1965 existieron 46 bandas “que cometieron 900 hechos vandálicos, con 114 asesinatos, de ellos, 80 a menores de 30 años de edad”, según aseguró a la prensa nacional Luis Rodríguez Hernández, asesor de esta obra.
Sin embargo, paradójicamente, la mayoría de las actuales generaciones de cubanos ni siquiera asocian esa provincia con el bandidismo, un término solo acuñado para el lomerío del Escambray.
Por momentos, parecían exagerados por la ficción tantos combates y tiroteos; la violencia recurrente en cada capítulo que no dejaba fuera ni siquiera a mujeres, niños o ancianos; la angustia insoluble de esos campesinos sobrevivientes entre dos fuegos cruzados; tanta confusión y tanta barbarie generalizada entre cubanos que hasta ese momento habían vivido como vecinos.
El historiador Eduardo Vázquez Pérez, guionista de la serie, ofreció recientemente algunas claves básicas en Cubadebate: “Nos interesaba compartir la imagen de lo que fue esa lucha, con los códigos y la emoción que facilita el arte, no la exactitud histórica (…). Con numerosas piezas de la realidad, fragmentos a veces minúsculos, construimos una historia que responde a códigos de la ficción. O sea, todo lo que se muestra sucedió en la realidad. Sin embargo, visto en el conjunto es ficción (…). Los crímenes que se presentan ejecutados por las bandas son verídicos, aunque sustituidos los nombres originales y, en algunos casos, con alteración en la cronología”.
Y cita con pelos y señales la mayoría de los espeluznantes crímenes reales cometidos por las bandas contrarrevolucionarias allí durante ese período, los nombres originales de los bandidos, las fechas, todo ese sustento horrendo, verídico y casi desconocido que ahora nos estremeció ante la pantalla del televisor.
En particular, la muerte de los pequeños Yolanda y Fermín, presentada de manera muy apegada a los hechos: “Los alzados fueron guiados por José Rodríguez Díaz, conocido como Cheo el miliciano, primo del padre de los niños. En la obra lo encarna Alain Aranda. El hecho ocurrió el 24 de enero de 1963, en la finca La Juanita, barrio Galeón, del municipio de Bolondrón”.
Los críticos de arte bien pudieran ponderar la fotografía, la producción, la música o la lograda recreación de época en medio de tantas carencias materiales, pero junto a esos importantes ingredientes sobresalen en particular las actuaciones de actores más y menos consagrados, entre ellos Carlos Gonzalvo (Guayacol), Jorge Treto (Felo Sánchez), Jorge Enrique Caballero (Nene), Johann Ramos (Cloro), Luis Carrere (El Elegante), Rolando Rodríguez (el gordo Yeyo), Enrique Bueno (El Poeta) y Leandro Cáceres (Tabaquito).
Con un asterisco de admiración aparecen Osvaldo Doimeadiós (Mongo) y Fernando Hechevarría (El Gallo), el protagonista más popular de la serie, sobre el cual también aclaró Eduardo Vázquez: “El Gallo es un personaje de ficción creado para la serie, no es El Caballo de Mayaguara. Comenzando porque El Caballo nunca operó en Matanzas. De Gustavo Castellón tomamos el carácter, su manera de actuar, acciones acometidas por él y hasta el gesto de virarse la visera de la gorra. Aunque lo más importante fue considerar cuánto podía interesar a la juventud un personaje como este. Más allá de la historia, El Caballo de Mayaguara es una de las leyendas de la Lucha Contra Bandidos”.
Ya se ha comentado la utilidad que esta serie podría aportar en los centros educacionales, donde aún se pierde muchísimo tiempo en turnos libres y tantas clases planas de Historia que apenas se reducen a causas, consecuencias e importancia de los hechos, como también demostró en la televisión cubana el profesor Manuel de la telenovela Entrega, donde los jóvenes evidencian interés por estas temáticas cuando se presentan creativa y apasionadamente.
Sin dudas, el equipo de Roly Peña, Miguelito Sosa, Alberto Luberta y el propio Eduardo Vázquez constituye un referente en la realización de materiales audiovisuales de temática histórica, pero no solo en ellos debe recaer tamaña responsabilidad.
El pasado tremendo y seductor de Cuba, en particular sus héroes de leyenda más distantes en el tiempo —Céspedes, Agramonte, Máximo Gómez, Martí, Mella, Camilo, junto a los otros tantos personajes anónimos que conformaron aquellos paisajes heroicos—, bien pudiera motivar más de una película, novela, serie o documental de primerísima factura.
Pero también merecieran inspirar renovadoras clases de Historia, materiales periodísticos inspiradores, conversatorios amenos y familias que al menos de vez en cuando rieguen en casa el tronco de la nación, con algunas referencias y anécdotas conocidas.
Dicen que para septiembre regresa la segunda parte de esta temporada con otra decena de capítulos y el equipo de realización sueña con cerrar el ciclo en Pinar del Río. Quizás entonces se enmiende lo que me pareció el único punto débil de este audiovisual: lograr un mayor reflejo del protagonismo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el gobierno de Estados Unidos, quienes detrás del telón movieron importantes hilos en aquella trama. Aun así, más que un mensaje subliminal, la clave a voces de estaserie se escucha en cada capítulo con toda su innegable moraleja: no olvidar jamás. Menos ahora, cuando nuevos bandidos maquillados en el mismo set del norte continúan esta guerra, que no ha terminado en la ficción, pero mucho menos en la realidad.
Me encantó la serie muy buen trabajo. Yo soy Canario y siempre me ha interesado la historia de Cuba y su revolución. Ojalá se animen a hacer más series como esta, que cuenten la historia de Cuba. La mayoría de lo que encuentras en internet es basura Yankee. Gracias por este trabajo, un saludo desde Islas Canarias a esa isla hermana y a ese grandioso pueblo cubano.
Me gusta mucho la serie.Recuerdo que mi abuelo nos contaba esas historias llenas de patriotismo.El participó en la lucha contra bandidos en el Escambray.Es bueno que las nuevas generaciones conozcan nuestra historia a través de la serie.Me parece maravilloso el trabajo de los actores,y me encanta la actuacion de *Gallo* bien valiente.
Coincido en muchos aspectos con Elpidio Valdéz, un valioso argumento…. pero al segundo capitulo dejé de verlo, la parte que atiende vestuario como en la generalidad de las series, no tuvo en cuenta que la ropa que se usa en la serie, es en parte el actual uniforme de las FAR, gorras, camisas…..el uniforme del MININT…..hay que hacer un estudio de época, hay fotosm documentales…… con solo ver algo de archivo por sitar ejemlo de las dias de Girón se pueden documentar la gente de vestuario y buscar y hacer para que, el solo ver al personaje por más y muy bien que interprete su personaje nos pueda traspolar a la época en que se enmarca la situación. El vestuario a mi criterio accionó en contra de una mejor presentación……pudo ser el financiamiento pero si se hacen las cosas, hay que hecerlas bien.
Esta serie tiene el valor historico y cultural de llevar a las nuevas generaciones lo ocurrido con las bandas armadas, organizadas, dirigidas y abastecidas por la CIA en su lucha terrorista contra Cuba, aqui se menciona al caballo de Mayaguayara, Gustavo Castellon, hombre humilde y recio que en su lucha contra los banadidos en el Escambray dejo una estela de heroismo y formacion de hombres recios y fieles discipulos de muchos companeros del MININT
Es importante hacer resaltar a ese hombre, Gustavo Castellon, como lo que fue un hombre de carne y huesos con errores y aciertos en su vida como fiel seguidor de las luchas de nuesrro pueblo contra las politicas terroristas, criminales y genocidas de goibierno gringo contra Cuba, deseo destacar ademas que el MININT y las FARC tienen en sus archivos hiistorias hombres y mujeres que de sacarlos a la luz como lo han hecho con esto de la OTRA GUERRA, atraeran a miles de cubanos y cubanas que hoy no conocen o no se interesan por la historia de lo sucedido en nuestro pais en los ultimos 60 anos, esto es de una importancia tal que reqjuiere de la atencion de grupos de creadores como lo que tomaro la lucha contra Bandidos y la llevaron a la TV con un caracter creativo, historico, cultural y de reafirmacion historica-cultural para todo el pais.
Espero que muchos realizadores del pais en todas las esferas de la informacion tomen la serie LA OTRA GUERRA como un punto de partida y lo lleven a sus respectivos medios informativos en forma creativa, historica, cultural y sobre todo de reafirmacion revolucionaria e ideologica en momentos en que el Gobierno de los Estaos Unidos de America hace todo lo posible por destruirnos en todas las esferas posible.