Sector privado en Trinidad, ¿cerrado hasta nuevo aviso? (+fotos y video)

Relacionados

Mercado laboral en Sancti Spíritus se mueve al son de la realidad

Periodistas de la prensa especializada en Turismo de España llegaron hasta Trinidad

José Luis Arzola: Un hombre de ley

Apenas se conoció la noticia de los primeros pacientes diagnosticados en Cuba con la COVID-19 —los tres turistas italianos que viajaron desde La Habana hasta Trinidad—, no pocos cuentapropistas que ejercen su actividad en la urbe sureña tragaron en seco; el nuevo coronavirus ya se anunciaba como la peor pesadilla de la humanidad en los últimos tiempos.

“No dudé en cancelar todas mis reservas y hasta rechazar otras”, cuenta Ángel Oscar Zayas, jubilado del sector educacional y dueño de uno de los 1 360 hostales dedicados al arrendamiento en divisas en la tercera villa cubana, donde la presencia del trabajo por cuenta propia resulta ya un rasgo distintivo.

Muchos comenzaron a hacer sus cuentas para sobrevivir los días sin turistas, a esta suerte de “baja” interminable que rompió las predicciones hasta de los más avezados en el negocio y ha obligado a exprimir los ahorros, a improvisar cafeterías, a lidiar con la falta de abastecimientos, a retomar oficios y profesiones, a rezar por la vacuna que devuelva la esperanza al mundo y también el aliento a esta ciudad cosmopolita, que vive de y para el turismo.

Yadira Escobar Calderón, subdirectora de Trabajo No Estatal en la Dirección Municipal de Trabajo concuerda en lo acertado y justo de la medida de suspensión temporal de la licencia para ejercer la actividad, establecida por la dirección del país desde el comienzo de la epidemia en la isla, y a la que se acogió la mayoría de los titulares de estos negocios, exonerados de pagar los impuestos, excepto la seguridad social.

“Ya en la etapa de recuperación, algunos se aventuraron a incursionar en otras opciones, y de las 1 360 casas de arrendamiento en CUC se han incorporado 47 en las modalidades de servicios gastronómicos en cafeterías o la renta al turismo nacional; y de los 103 restaurantes o paladares, 23 se encuentran activos, aunque con una disminución significativa de su actividad y sus ingresos”, apuntó Escobar Calderón.

En esta lista negra se incluyen, asimismo, otras modalidades como la de criador-cuidador de animales, en la variante de alquiler de caballos para excursiones, y los vendedores de las áreas comerciales, conocidas como candongas, las cuales dirigen sus ofertas a los visitantes foráneos.

Lo cierto es que la afectación provocada por la pandemia ha menguado las arcas familiares de los más de 7 630 trabajadores acogidos a las diferentes modalidades del trabajo por cuenta propia en Trinidad y también del presupuesto local que se beneficia con el 53 por ciento del aporte proveniente del sector no estatal.

“La afectación —ilustra Osmany Alcorta López, director de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) en el municipio—  ascendió en un primero momento, cuando todo quedó paralizado, a 8 millones de pesos que se dejaron de ingresar al presupuesto del Estado; hoy ronda los 5 millones, resultado también de las adecuaciones aprobadas para las diferentes etapas de la pandemia”.

Los beneficios que prevén las nuevas disposiciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social en función de reducir las cuotas tributarias cuentan con el visto bueno del Consejo de la Administración Municipal y han permitido disminuir este tributo en un 20 por ciento a las cuotas incrementadas de los contribuyentes, y en el caso del arrendamiento, un 40 por ciento, al tiempo que se mantiene el pago del 10 por ciento de los ingresos.

Desde el patio de su vivienda —un verdadero oasis— Teresita Lería Echerri acuña las preocupaciones de un sector que ha sufrido el fuerte impacto de la pandemia ocasionada por el virus SARS-Cov-2: “En mi caso soy jubilada y recibo una pensión, aunque no cubre todos mis gastos, pero conozco de algunos trabajadores por cuenta propia, incluso matrimonios vinculados a la actividad, que hoy no reciben ningún tipo de ingresos; también es cierto que se nos dio la posibilidad de retirar el efectivo de las cuentas fiscales y eso ayudó por un tiempo”.

La también miembro del Comité Nacional del Sindicato de Trabajadores de la Hotelería y el Turismo, y una de las representantes del sector no estatal en Trinidad pone sobre la mesa otras preocupaciones y se solidariza con uno de los segmentos más vulnerables: los trabajadores contratados,  que hoy no cuentan con respaldo de salario ni con ninguna garantía por concepto de Seguridad Social, que solo prevé pagos por vacaciones, licencia de maternidad y jubilación.

“Lo considero una contradicción, pues la Constitución de la República, recientemente aprobada por los cubanos, reconoce la existencia de la propiedad privada en Cuba, pero hay cosas que no están claras y ejemplo de ello es el tratamiento a nuestro sector ante contingencias como la COVID-19; las ofertas de empleo han sido en la agricultura y la construcción, pero no todos pueden acogerse a esas opciones”.

Tampoco todos pueden modificar la actividad y convertir temporalmente su negocio en una cafetería para la venta de gastronomía ligera; Gisselle Valle y su esposo Wilber aprovecharon la excelente ubicación de su vivienda, próxima al parque Céspedes y a la escuela primaria República de Cuba, para incursionar en esta modalidad que hoy sostiene la economía doméstica.

Ella, durante muchos años trabajadora de una instalación turística y luego al frente del arrendamiento de su hostal con dos habitaciones, elogia la comunicación que durante todo este tiempo ha fluido entre los funcionarios de los diferentes organismos y los cuentapropistas del territorio, y a la vez revela los tropiezos para adquirir abastecimientos esenciales para su nuevo negocio como el azúcar y la harina de trigo.

Desde las instancias de gobierno se concilian acciones dirigidas a materializar contratos con la Empresa Municipal de Comercio, Acopio y otras entidades productivas para favorecer el suministro de algunos insumos ante la inexistencia de un mercado mayorista por estos predios; sin embargo, la propuesta se ha estrellado contra las escaseces acrecentadas por la pandemia en todo el mundo y el bloqueo que cada vez cierra más el cerco contra nuestro país.

A Daylín González García también la agobiaban las dificultades para comprar pan, azúcar y las frutas con las que elaboraba los jugos que vendía desde la puerta de su vivienda. Hoy las rutinas son otras y comienzan desde muy temprano, con la primera colada que agradecen los nuevos clientes.

¿En algún momento buscó una opción de empleo?

“No puedo, vivo con mi papá que tiene 89 años y ha perdido la memoria. Es imposible dejarlo solo en casa, pues requiere de cuidados; mi hija estudia en el IPVCE; tuve que decidirme por esta opción”.

Pero de alguna manera expone a su familia, el virus puede estar en cualquier parte…

“Estoy consciente del riesgo, mi padre está en el grupo más vulnerable, por eso tengo en cuenta todas las medidas recomendadas por los inspectores sanitarios, todo lo que entra a mi cocina se friega bien y se desinfecta con cloro. Así me cuido yo, a mi familia y también a los clientes”.

En el centro histórico se extraña a los turistas. La ciudad —antes de la COVID-19— atraía a miles de viajeros de medio mundo; ofertas y servicios enamoraban y hasta aturdían al visitante. Hay quien agradece esta quietud, aunque cueste. A partir de ahora habrá que pensar mejor la manera en que convive una urbe patrimonial con la modernidad.

Pero sin dudas, los titulares de paladares y trabajadores contratados son quienes más anhelan la vuelta a la normalidad. El buen gusto, la profesionalidad y un servicio de excelencia acuñaron el prestigio de estos restaurantes que le nacieron a las casonas coloniales de la sureña villa. De los 103 con licencia para ejercer la actividad, apenas 23 osaron desafiar la ausencia de clientes foráneos y abastecimientos para dirigir sus ofertas al mercado nacional.

Aderezando mil y una iniciativas para agradar el paladar y el bolsillo de los nuevos comensales, Danis Santos Malcos, sommelier y dueño del Vista Gourmet, lo pensó dos veces antes de retomar su negocio. “Lo primero fue tener en cuenta a los trabajadores contratados, somos como una gran familia, y habían quedado sin ingresos. Las ganancias alcanzan para pagarles, cubrir los gastos como los impuestos —ahora con más beneficios— y la electricidad; el resto para sustentar a los míos”.

Y encarnando el espíritu emprendedor de los trinitarios se encuentran quienes se atrevieron a iniciar su pequeña empresa a cuenta y riesgo de estos días sin turistas. Hay quienes los tildan de imprudentes; otros —entre los que me incluyo— los aplaudimos como señal de buen augurio. Los tiempos de bonanza regresarán a Trinidad.