A pesar de que en algún momento amenazó con convertirse en una verdadera pesadilla en medio del enfrentamiento a la pandemia de la COVID-19 y de las estrecheces económicas que ahora mismo pesan sobre el país, la tormenta tropical Laura pasó de largo por la barriga de la isla y al menos en esta parte del país muy pronto se borrará del imaginario social.
En Sancti Spíritus el fenómeno meteorológico se sintió prácticamente en toda la provincia, sobre todo en la zona sur –se sabe que cruzó a unos 100 kilómetros de Trinidad–, pero ni los vientos, ni las penetraciones del mar, ni las precipitaciones provocaron daños de consideración en la infraestructura económica del territorio.
La magnitud del fenómeno fue más visible en las comunidades pesqueras del litoral sur (Tunas de Zaza y El Médano), donde se reportaron penetraciones del mar, considerable oleaje y fuertes rachas de viento en horas de la mañana, una situación que obligó a llevar hasta lugares seguros a un grupo de personas vulnerables, entre ellas niños menores de un año, encamados y postrados.
Deivy Pérez Martín y Teresita Romero Rodríguez, presidenta y vicepresidenta del Consejo de Defensa Provincial recorrieron las zonas más cercanas al paso del meteoro, recibieron información de primera mano de las autoridades locales e intercambiaron con los afectados.
En horas de la tarde de este lunes todavía se mantenían sin suministro de electricidad varios puntos de la provincia y según la Dirección Provincial de Acueducto, se reportaban afectaciones en el servicio de abasto de agua por falta de corriente eléctrica en todos los municipios con excepción de Yaguajay.
En Trinidad, la cabecera más cercana a la trayectoria de Laura, no ocurrieron las acostumbradas inundaciones en Casilda, Caracusey y FNTA, pero sí se reportaron afectaciones en cubiertas de varias viviendas e instituciones estatales como el estadio de beisbol Rolando Rodríguez, algunos círculos sociales de comunidades rurales y una panadería en Topes de Collantes.
La represa Zaza, que se encuentra al 34 por ciento de su capacidad de llenado, se quedó con la boca abierta a la espera de los escurrimientos anunciados, una situación que mantiene contra las cuerdas a muchos usuarios del mayor embalse de Cuba.
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