Hasta hace muy poco oíamos hablar de eventos literarios, artísticos o culturales como la Feria del Libro de Frankfurt, la Bienal de Venecia, las parrandas de Remedios o Guayos… De eventos deportivos, científicos, políticos, etc. Pero evento de transmisión local, giro difundido a través de las intervenciones televisivas de las autoridades sanitarias cubanas y de los reportes de prensa sobre la covid-19, era desconocido por la mayoría de nosotros hasta finales de marzo, cuando empezó su presencia habitual en los medios de comunicación.
Aquí evento no significa ‘suceso importante y programado’, como en las realizaciones anteriores, sino ‘acaecimiento’, ‘hecho imprevisto’, igual que en los eventos meteorológicos (rabos de nube, ciclones…) o astronómicos (eclipses, lluvias de estrellas…). Y la unidad compleja donde se integra, evento de transmisión local, es sinónima de brote, voz más tradicional.
De acuerdo con el Diccionario de uso del español, se llama brote a la «aparición simultánea de varios casos de una enfermedad infecciosa en cierto lugar». Más o menos lo mismo establece Introducción a la salud pública (Editorial Ciencias Médicas, La Habana, 2004): «Es la ocurrencia de dos o más casos de una enfermedad generalmente transmisible, asociados epidemiológicamente entre sí, en un periodo de tiempo determinado y en un territorio bien definido».
Sobran pruebas de que evento de transmisión local equivale a brote. En una noticia de Cubadebate se afirma que el evento acaecido en el poligráfico santaclareño «tiene 13 casos confirmados». En otra, de Granma, reza que el evento generado en un hospital matancero «ya acumula 40 positivos». ¿Por qué, sin embargo, funcionarios y comunicadores casi no utilizan brote? (En una Mesa Redonda reciente el ministro de Salud la utilizó, por cierto.) Acaso evento de transmisión local constituye una perífrasis que intenta exponer el mismo concepto con mayor objetividad científica, sin las connotaciones negativas que la palabra brote puede sugerir en su acepción epidemiológica.
Por otra parte, encuesta mediante, muchos cubanos asegurarían que el adjetivo local precisa una propiedad de la transmisión del virus: que está circunscrita, restringida, limitada a un área específica, es decir, que no se ha extendido a otras zonas. Pero tal contenido no es el que la nomenclatura de la Organización Mundial de la Salud (OMS) reserva a la etiqueta transmisión local —bajo la cual agrupa todo contagio que se origina dentro de un país a partir de una fuente de infección identificada—. Tampoco se aviene, en rigor, con los significados que de modo explícito han atribuido a dicho tecnicismo funcionarios del Ministerio de Salud Pública —unas veces acorde con la OMS; otras, no—. Como aquí es imposible un análisis del asunto, baste señalar que el uso actual en Cuba del término transmisión local resulta ambiguo.
Si bien es muy común que hablantes y escribientes mantengan íntegra la secuencia evento de transmisión local, es posible hallarla trunca: evento de transmisión o, en su forma mínima, evento.
Se combina naturalmente con aparecer, ocurrir, producirse, darse, etc., verbos que denotan acciones independientes de la voluntad: «El primer evento de transmisión local de la COVID-19 tuvo lugar en la provincia de Matanzas». También con verbos que expresan acciones derivadas de la voluntad de un agente, entre los que destacan abrir y cerrar: «El Consejo de Defensa Provincial de La Habana analizó […] la propuesta de abrir un evento de transmisión local […] en el Consejo Popular Luyanó Moderno»; «no existe apuro en cerrar esos eventos, se esperarán dos períodos de incubación de la COVID-19».
En oraciones como estas últimas, evento de transmisión local no designa el brote en sí, sino la tarea que representa para las autoridades a cargo. Abrir el evento… significa declarar de manera oficial la existencia de la situación epidemiológica e iniciar la investigación de las cadenas de contagio y las acciones de control. Cerrar el evento… implica decretar el fin del brote y dar por concluidos los trabajos sanitarios en la zona afectada.
Se verifican, asimismo, enunciados ambivalentes. Veamos uno: «Mantienen abierto [en Camagüey] un evento de transmisión local que debe cerrar en los próximos días». La apertura es referida como producto de un acto volitivo, y evento…, por tanto, indica una tarea; el cierre, al contrario, se presenta como efecto de algo involuntario, y evento… alude al brote. Ambas interpretaciones se solapan también cuando la predicación se establece con las variantes pronominales abrirse y cerrarse: «Este miércoles se cerró el evento de transmisión en el Consejo Popular Argentina». En oraciones de este tipo no queda claro si evento… significa el brote, la tarea o las dos cosas a la vez.
Que funcionarios y especialistas empleen en las intervenciones públicas formas de su habla gremial cotidiana no lo juzgo reprobable per se. Sí que los periodistas las reproduzcan tal cual, sin calibrar la naturaleza especial de esas formas y sin tener conciencia de las dificultades comunicativas que podrían suponer. Unos y otros deben acompañarlas de los recursos metalingüísticos necesarios para conseguir una decodificación óptima.
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