Hasta marzo del 2020 Wilfredo Martín Rodríguez disfrutaba el éxtasis de manejar. Desde su vehículo de la Empresa Taxis Cuba dibujaba viajes sin parar, aunque ello incluyera atravesar la isla de un extremo a otro, “porque es lo que me gusta hacer”, aclaró para dar por sentado su apego al timón.
Pero una enfermedad, cuyo nombre jura no olvidará jamás, le cambió de golpe y porrazo, no solo sus habituales itinerarios por carreteras y destinos turísticos, sino también los pasajeros, los horarios y hasta los hábitos de limpieza del taxi.
“El escaso tiempo que estoy en la casa es bajo la condición de localizable y a la espera de una llamada, a la hora que sea, para salir a trasladar a un médico de un centro de aislamiento, o a un paciente que terminó la cuarentena…”, relató Wilfredo Martín en medio de unos de los pocos reposos que encontró Escambray en su itinerario.
En la medida que la pandemia subió de tono en el territorio, el taxi de Wilfredo Martín trilló la carretera del Hospital de Rehabilitación Faustino Pérez, en los alrededores de la ciudad, y ni tiempo tuvo de enumerar los viajes. “Lo que hiciera falta, mover un médico hasta el centro donde ellos se aíslan, cubrir el desplazamiento de los cambios de turnos; te puedo asegurar que no he parado desde que llegó la pandemia”, expresó mientras el taxi recibía la segunda desinfección de la mañana.
Ni por un instante ha violado las medidas de protección indicadas para antes y después de cada viaje. “Fíjate, que siempre tengo el taxi que parece nuevo, pero esta precaución y limpieza es otra cosa, por nada descuido el cumplimiento de las medidas; cuando llego a la casa extremo todo los cuidados porque el riesgo al que me enfrento es real y la preocupación por la familia es grande, pero tengo que hacer la parte que me toca”.
Pensaba Wilfredo Martín que el sábado 25 de abril le encomendarían los recorridos habituales; sin embargo, ese día la llamada le alargó el cuentamillas del taxi y, en un abrir y cerrar de ojos, se vio en el parqueo del mismísimo Hospital Militar Manuel Fajardo, de Santa Clara, donde ingresan los casos positivos de la provincia; le encomendaron recoger a una familia de Cabaiguán dada de alta tras curarse de la enfermedad.
“En una tarea como esa uno se impresiona, pero nunca me he echado para atrás ante una misión y ahora que el país lo necesita menos dejaré de hacer mi trabajo. Te puedo decir que han sido los pasajeros más exclusivos que he movido dentro de la pandemia”, comentó Wilfredo con la emoción retratada en sus ojos.
“Fueron cuatro pacientes, una familia, los traje hasta su casa en Cabaiguán, viven en una de esas zonas que fueron declaradas en cuarentena. Al llegar todas las personas de la cuadra salieron al frente de sus casas, los aplaudieron, los saludaron desde lejos, fue muy bonito ese recibimiento; ellos estaban muy contentos, muy agradecidos, había que ver los brincos que daban hasta los perros al ver que llegaron sus dueños.
“Luego cuando arranqué el carro y di marcha atrás para salir, empezaron a aplaudirme a mí, me sacaron las lágrimas; había visto por la televisión cómo aplauden a los médicos, pero ¿aplausos para mí?, no lo imaginé nunca; esa noche dormí emocionado, sentí que hice algo muy humano.
“Cuando esto comenzó no pensé que viviría estas experiencias, ni que correría tanto riesgo; menos estar en casa he hecho de todo, hasta llevar pacientes a La Habana, o dar un viaje a Santiago de Cuba; es como si me hubieran dicho al revés de lo que se orientó: ‘Quédate en el taxi’; te puedo asegurar que el carro y yo hemos descansado poco”.
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