El vestido quinceañero se hilvanó con hilos de entrega, adornos de consagración, medidas exactas de estudio… Todo rematado por las ovaciones de la crítica y los públicos; un traje que se ciñe perfectamente a un tiempo que no ha entendido de obstáculos objetivos y subjetivos porque Cabotín Teatro no ha dejado de subir a la escena.
“El mayor éxito durante estos 15 años ha sido formar a un grupo de jóvenes. Hacerlos amar el teatro”, resume Laudel de Jesús Pérez Salas, máximo responsable del proyecto.
Habla aún con la misma pasión con la que emergió uno de sus mayores amores en aquellos días en que las horas eran más placenteras, cuando la Casa de Cultura Elmira Campos Brito, de Taguasco, le abría sus puertas. Justo allí, quedó prendado al descubrir las posibilidades que le ofrecía dicha manifestación artística para expresar su mundo interior.
Luego de ver mucho, leer todo cuanto caía en sus manos y escribir hasta que las letras salían derechas, sintió que la hora había llegado. Demasiada era la urgencia. Conformó su propio grupo. Brotaron fuera de sí emociones, miedos, alegrías, tristezas, inquietudes y saberes…
“Cabotín Teatro surgió el 20 de junio del 2005. Sus primeros fundadores fuimos la actriz Annalie García y yo. Pasados unos meses se sumaron Alejandro García Calviño y Alexander Cruz Iznaga. Algunos de ellos aún están. Otros han seguido con sus carreras en otros lugares, pero lo importante es que en su momento todos han aportado. Nos han enseñado muchísimo, sobre todo a trabajar en colectivo”, recuerda con nostalgia.
El anhelo de potenciar los recursos expresivos del actor a fin de involucrar hasta al más frívolo de los espectadores se hizo realidad en la primera puesta titulada He aquí el hombre.
“Es un texto de mi autoría, que interpretaba y además dirigía. Desde entonces apuesto por una de mis máximas: evidenciar la existencia de los seres humanos y sus conflictos al vivir en cualquier contexto”, confiesa Laudel de Jesús, mientras a su mente llegan los alegrones que siguieron.
Juegos sucios…, una farsa de Nicolás Dorr; Tren hacia la dicha y Triángulo, ambas de Amado del Pino; El concierto, de Ulises Rodríguez Febles, y Un mar de flores, de Norge Espinosa, guiaron los primeros pasos del colectivo.
“Hemos tratado de perfilar un rostro basado en la selección de textos de dramaturgos cubanos contemporáneos. Precisamente, fue Amado del Pino quien puso la primera piedra y dijo que Cabotín debía conocerse en el escenario cubano”, rememora Pérez Salas.
Justo cada obra se entrecruza con la siguiente: constantes preocupaciones de la existencia del ser humano, nuestros conflictos, realidad y, principalmente, nuestros rasgos identitarios.
“Al ser una retrospectiva puede llamar la atención que hemos revisitado tres veces a Amado, dos a Abel González Melo y dos a Rodríguez Febles, quien ya nos regaló el derecho de autor de nuestro próximo estreno: Ciudadanía”, acota. Justamente, esa obra le ha robado las horas a este colectivo en tiempos de COVID-19. Muchos de sus colegas han aprovechado las nuevas tecnologías para acomodar cada detalle de ese absurdo que narra los avatares vividos por un personaje que apuesta por obtener la ciudadanía española.
Este período ha sido un tropiezo más para Cabotín. Por mucho tiempo anduvo como nómada por no contar con sede. En otro momento, el Principal cerró sus puertas y el único escenario de sala, entonces, se fue a bolina. Mas, cada día les enseñó que hacer teatro no es fácil.
“No cedimos. La variante de ese momento: el teatro de calle o de relaciones”, detalla.
Surgieron entonces La mano del negro, El diablo rojo y Ecos del tío Manuel, obras con sello muy a lo Laudel de Jesús.
“Percibí que los muchachos necesitaban aprender más sobre nuestra idiosincrasia. Los enganché con la idea y comenzamos a investigar primero sobre el diablo rojo y luego continuamos tras las pistas de la rebelión esclava que tuvo lugar en el Valle de los Ingenios, en Trinidad, en la cual sus protagonistas fueron cruelmente reprimidos.
“Esos estrenos nos trajeron muchas alegrías y en un futuro pensamos retomar ese tipo de teatro porque es muy interesante el diálogo que se establece con el público en su propio entorno. Eso nos enriquece”, comenta.
No importa el escenario, la calle o la sala y el público al que le dediquen su trabajo, durante estos 15 años, Cabotín Teatro sin convencionalismos, ni esquemas, y con su más sincero principio —la verdad del actor— ha construido una historia que trasciende los perímetros espirituanos. La crítica se ha hecho eco de ello.
“Siempre apostaremos por defender en escena la realidad cubana. Creemos que es lo que necesita el público”, concluye Laudel de Jesús.
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