Las noticias llegaban por Internet, aunque no parecía que fueran a rozar, ni con el pétalo de una rosa, la realidad de su país, o la de aquel donde se encontraba al recibirlas. “Para nosotros el impacto de esta enfermedad fue algo fuerte y curioso, porque seguíamos por las redes sociales lo que acontecía en China, España e Italia y veíamos cómo se propagaba rápidamente”, cuenta a tres meses de aquellas señales, que poco a poco se irían convirtiendo en tormenta.
Después de haberle mirado a los ojos al ébola en Sierra Leona, parecía que Luis Barrizonte González nunca más sería acechado tan de cerca por la muerte. Licenciado en Enfermería, especializado en Servicio Materno Infantil y máster en Atención Integral al Niño, antes de salir por el mundo a asistir a otros solía dedicarse a salvar infantes, en el salón de operaciones del Hospital Pediátrico Provincial José Martí, de Sancti Spíritus.
“Enseguida llegaron las orientaciones de nuestro país y de la coordinación nacional para que extremáramos las medidas de autocuidado. Comenzamos a usar los medios de protección, y las conferencias que recibimos sobre las características del padecimiento, el cuadro clínico y la forma de transmisión, se las reprodujimos luego a los trabajadores de la salud haitianos del hospital”, revela.
YO AL MENOS TENGO LA EXPERIENCIA DEL ÉBOLA
No lo niega: fue algo difícil de asimilar, pues se trataba de una emergencia nunca vista. “Yo al menos tengo la experiencia del ébola, pero otros compañeros no. La población de aquí es muy vulnerable porque no tiene percepción del riesgo; este es un país muy pobre con una estructura sanitaria muy deficiente, puedes ver a decenas de personas en un metro cuadrado. Nosotros también estamos expuestos”, pormenoriza.
Su tarea sigue siendo, hasta ahora, asistir intervenciones quirúrgicas electivas o urgentes. “Cuando el ébola trabajaba en un centro de clasificación de pacientes que acudían al hospital como sospechosos. Estaba en una incertidumbre, porque allí no se sabía quién la padecía o no”, rememora. Con el SARS CoV-2 sucede algo parecido, con la agravante de que sus pacientes no suelen mostrar síntoma alguno, por lo que la incertidumbre es aún mayor.
Por eso se cuida mucho de no violar las medidas higiénicas y de protección. Como aliciente para seguir viviendo están las muchas personas que podrían aún ser salvadas por sus manos. Y está, sobre todo, la familia que lo aguarda en casa, de donde espera noticias diarias y a la que transmite tranquilidad.
“Aquí no hay ningún otro espirituano; en otros departamentos sí. Ahora más que nunca nos mantenemos unidos y firmes, dándonos ánimo unos a otros y entregándonos lo mejor que podemos para que el pueblo haitiano tenga salud. Yo sé que venceremos esta batalla”, me escribe con su proverbial optimismo.
En medio de esta entrevista virtual, que transcurrió en dos días consecutivos, debió dejar el diálogo un par de veces, ya que se presentaban imprevistos. Como fruto de la cesárea nocturna que lo desveló el pasado 14 de abril nació una niña, cuenta. En la jornada siguiente, ya en la tarde, me enviaba fotos de cuando, en la mañana, extraían a una paciente de 54 años un quiste de ovario torcido, detrás del cual apareció un segundo. “Observe bien las fotos de las operaciones de quistes y fibromas que hemos hecho, son varias; uno de ellos pesó 23 libras y otro anterior incluso más”, indica.
Así, entre el francés y el creol, mediante los cuales se comunica con los haitianos; entre el instrumental del salón y los niños que nacen; entre el llanto de la vida y las muchas muertes de las que escucha o lee en las noticias al llegar a casa, transcurren los días de este espirituano.
LA BRIGADA CUBANA EN GRAND GOAVE, HAITÍ
“Soy enfermero instrumentista de nuestra brigada, integrada por 14 compañeros. Laboramos en el Hospital Comunitario de Referencia en Grand Goave, Departamento del Oeste de Haití. Esta es mi segunda misión aquí, porque fui fundador de la colaboración cubana en 1999”, me cuenta vía Facebook. Y como le cuesta hablar de sí mismo menciona a cada paso a los demás: los seis especialistas, los otros cuatro licenciados en Enfermería, los de Laboratorio y Fisioterapia y el Técnico de Imagenología. En todo Haití suman, dice, unos 345 compatriotas.
“Cumplo ahora mi quinta misión internacionalista. Las anteriores fueron en Nicaragua, Angola, Sierra Leona y la que ya le mencioné de Haití”, detalla. Él ni imagina que tengo abierta la página de Escambray digital donde se daba cuenta de su regreso del combate al ébola, que le valdría, junto a otros ocho espirituanos, la Orden Carlos Juan Finlay, otorgada por el Consejo de Estado de la República de Cuba.
Era el 22 de abril del 2015. Parada cerca del automóvil que trasladó hasta el lugar del recibimiento a los héroes espirituanos del contingente internacional Henry Reeve, fue su rostro el primero que vi. Agitaba, sonriente, una bandera cubana de papel. Y segundos después, en medio de una emoción indescriptible, se escuchaban, salidas de sus labios, aquellas palabras que toda Cuba aspira a oír un día estos, otra vez: “¡Vivos, vivos!”.
Según el informe P22, 1. Estados Unidos cerró el experimento del virus de Fort Delhi porque sabía que había una fuga de virus. 2. Los estadounidenses una vez iniciaron una petición en la Casa Blanca para investigar el laboratorio, pero la página web de la petición fue cerrada.
Esos hombres que hacen lo que Luis Barrizonte hace son héroes. Es necesario que se protejan mucho, para seguir contando con cubanos así. Cuidenlos mucho en donde quiera que estén.
¡Gracias, doctores nuestros!.