Muchos de los más jóvenes de la cancillería cubana no conocían la extensa historia revolucionaria de ese negro de caminar pausado, trato afable y respetuoso con todos, de casi 86 años, coronel de la reserva de las FAR, que seguía trabajando en el Centro de Gestión Documental, hasta que fue necesario ingresarlo en el hospital militar donde falleció el primero de abril pasado. Quiso ser modestamente útil hasta sus últimos momentos. Para ellos y para todos los jóvenes es este relato.
Fue triste que a sus funerales en el panteón de los combatientes del cementerio de Colón solo lo acompañaron físicamente su esposa e hijos. No era posible ni aconsejable en medio de la amenaza de la expansión del coronavirus hacerlo de otro modo, pues el primero en pedir que fuera así hubiera sido él.
Manuel Agramonte nació en Cabaiguán el 10 de abril de 1934, hijo de dos tabaqueros comunistas, aprendiz de zapatero y estudiante de comercio que tempranamente militó en el Partido Socialista Popular. Se incorporó al ejército rebelde en el Escambray concluyendo la guerra con grados de teniente y continuó en las Fuerzas Armadas como jefe de las milicias en Matanzas, luego en el Ejercito Occidental y por último en la Décima Dirección de las FAR bajo la dirección de Raúl Díaz Arguelles.
Su primera misión internacionalista la hizo en Congo Brazzaville en 1965, al integrar el batallón Patricio Lumumba, enviado para apoyar a ese país amenazado por el régimen facistoide de Mobutu de Zaire (ahora República Democrática del Congo); mientras el Che en ese territorio entrenaba a los combatientes zairotas del Frente Lumumbista.
Después inició su extensa actividad diplomática como embajador de Cuba en el propio Congo Brazzaville, Guinea, Angola y Burkina Faso, alternándolas con otras responsabilidades, entre ellas director de África Subsahariana, en el ministerio de Relaciones Exteriores.
De ellas hay una que quiero resaltar. A fines de la década del 80, cuando teníamos miles de becarios extranjeros en Cuba, en su mayoría africanos y Fidel había concebido la irrepetible proeza de hacer en la Isla de la Juventud un centro de formación masivo que tuvo cerca de 25 mil estudiantes extranjeros allí, en el MINREX creamos un departamento para apoyar desde el punto de vista político la organización de esa actividad. Agramonte fue designado para atenderla y recorría el país visitando los centros donde estudiaban. No solo se entrevistaba con las autoridades docentes y profesores, sino con los estudiantes, animándolos a prepararse para contribuir al desarrollo de sus países. Con una memoria fabulosa recordaba los nombres de estudiantes de tal o cual lugar que en su criterio ya descollaban como futuros promotores del desarrollo económico de sus respectivas patrias cuando retornaran.
Aquellos que un día aprendieron con él y que hoy representan a Cuba como embajadores en tierras africanas comentan:
—Esther Armenteros (Angola): “Cada vez que me viene a la mente el nombre de Agramonte me aflora una sonrisa. No puedo evitarlo… Por supuesto que siento su desaparición física, pero él solo me trae gratos recuerdos.
Era un agosto aciago del Periodo Especial donde se fueron de vacaciones la mayoría de los funcionarios. En la dirección de Africa Subsahariana solo quedamos él como director y yo jefa de departamento. En ese momento yo no había sido aún embajadora. Llegaba en la mañana y me preguntaba si había algo nuevo, como estaba la situación en el continente, siempre con una sonrisa y su hablar pausado. Con él no había stress, aun en las situaciones más tensas y su rango más distintivo era su modestia ante una vida llena de méritos, sacrificios y momentos difíciles, muy difíciles.
Yo siempre le decía: Cuando yo sea grande quiero ser como usted y y él se reía muchísimo.”
—Vilma Thomas (Etiopía): “El Embajador Agramonte fue mi director cuando me gradué y empecé a trabajar en la DASS (Dirección de África Subsahariana del MINREX). Lo recuerdo con su sonrisa permanente, su proverbial paciencia con los recién graduados (yo incluida) y su gran sabiduría y experiencia diplomática, de la que muchos aprendimos.
—Carmelina Ramírez, (Zimbabwe): “Me dio mucha tristeza conocer la noticia. Como todos lo admiraba por su extrema sencillez, cordialidad y humildad, su sentido práctico. Es muy triste no haberlo podido despedir en medio de la emergencia por la COVID-19”.
—Nadieska Navarro (Burkina Faso): “Su nombre aún es recordado en Burkina Faso. Su vida y obra ejemplares perdurarán por siempre entre sus amigos y compañeros de trabajo”.
—Ernesto Gómez (Kenya): “En realidad es una lamentable pérdida. Agramonte, en efecto, dedicó toda su vida a la Revolución, y ese es su legado principal”.
—RodovaIdo Isasi (Guinea Ecuatorial): “Con la partida hacia la eternidad del embajador y amigo Agramonte, se nos va un paradigma de la grandeza en sencillez. Debemos sentirnos orgullosos de haberlo conocido y aprendido de su sabiduría, experiencia y amor por su país”.
—Eva Yelina Silva (RDC): “Recibo con gran tristeza esta noticia. Guardo con respeto y admiración sus consejos, su sabiduría, sus incontables anécdotas de su experiencia en África. Recuerdo me dijo: creo que eres la primera mujer que se desempeñará como embajadora en el Congo- Zaire. Su sencillez me cautivó. El gran profe Agramonte seguirá siendo un ejemplo de revolucionario”.
—Llusif Sadin (Gabón); “Un conocedor profundo de nuestra historia y de nuestra diplomacia en África”.
—Clara Pulido (Nigeria). “Sin dudas es una gran pérdida de la diplomacia cubana. Él ha sido uno de los tantos que nos permitió beber de su sapiencia sobre este continente”.
—Pavel Díaz (Mozambique). “Es triste cuando van quedando en el camino quienes nos acompañaron en este viaje comprometido y consagrado”.
—Mercedes (Liberia). “Excelente ser humano, dotado de gran conocimiento sobre Africa y de la gran virtud de transmitir sus experiencias”.
—Pedro Luis Despaigne (Ghana) “Al profe Agramonte le agradecemos valiosos consejos, conocimientos y algunas anécdotas de su amplio historial en África. La modestia del deber cumplido fue su máxima”.
Su última actividad pública en el MINREX la hizo integrando un panel con otros embajadores veteranos como Darío Urra, Víctor Dreke y Oscar Oramas que tuve el honor de presidir para comentar sobre la política de Cuba hacia África y el rol jugado por el Che en ese propósito. Están frescos sus comentarios ese día trasmitiendo sus experiencias a los más jóvenes.
Así te recordaremos ahora coronel Manuel Normando Agramonte, pero cuando este aislamiento necesario pase, un grupo de tus amigos, compañeros y familiares, nos reuniremos aquí en La Habana para hacer relatos de tu vida.
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