Matanzas campeón ¡al fin!

Tras varios años de coquetear con él, Matanzas consiguió ¡al fin! el título más ansiado de Cuba: el de la Serie Nacional de Béisbol en su versión número 59.

Ganó Matanzas y lo hizo con categoría al disponer de Camagüey 11-2, en ese partido que no podía perder para evitar el empate de la finalísima, mucho más por dirimirse en estadio ajeno y con un rival decidido a alargar la batalla.

 Pero Armando Ferrer no quería un mañana. Su elenco leyó la estrategia y entró, cual fiero cocodrilo, por los mismísimos ojos a Yosimar Cousín para anotarle dos tempranamente y marcar los rumbos del encuentro, que con su marcador holgado ilustró quién mandó en el “Cándido González”.

A fuerza de lo que mejor supieron hacer durante toda la campaña, batear, sus jugadores no dejaron respirar a su contrario con un juego agresivo, rápido y alegre.  Desde el box, un Noelvis Entenza que, también al fin, pudo ganar su juego bueno.

Se vio un Matanzas que se blindó en sus lados flacos en la segunda fase y en la postemporada en aquellas posiciones que necesitaban. Y luego, que es lo más importante, a Ferrer le funcionaron los refuerzos, como un César Prieto inmenso o un Yamichel Pérez en campaña de lujo. Pero también los propios, como Yoanny Yera, que logró ganar partidos cruciales y le puso su nombre al título de la provincia.

Ya desde antes los yumurinos se rearmaron con no pocos exportados de otras provincias, que terminaron por aplatanarse allí, como el espirituano Yasiel Santoya, hoy capitán, o Jonder Martínez, el lanzador.

Así conformaron un equipo completo, sobre todo bateador, que tuvo un líder colectivo, al margen del liderazgo que impuso Erisbel Arruebruena como líder jonronero o Yurisbel Gracial, por el peso de su camiseta japonesa o como símbolo de aquella generación que jugó bien, pero no pudo llevarse el título.

Matanzas dio un salto felino, o mejor, “cocodrilino” del 16 de la pasada campaña al uno de esta, algo nunca logrado por selección alguna en la historia de las Series Nacionales. Incluso, esperó 29 años para repetir lo que logró aquel Henequeneros. Se corona de este modo un elenco que, como dije, coqueteó con el título varias veces bajo las riendas de Víctor Mesa, artífice del resurgir del béisbol en tierras yumurinas. Pero una y otra vez quedaba a las puertas, ya con medalla de plata, ya con bronce.

Si algo distinguió a esta versión de Ferrer es que heredó la garra de aquellos y le agregó la capacidad ganadora en momentos claves, quizás porque, al menos desde lejos, se ahuyentó de sus hombres la presión a que los sometían las tensiones del play off y jugaron sueltos, relajados, confiados para conjurar los maleficios que por una década los persiguió en postemporadas.

El título lo merecen sobre todo sus seguidores, que convirtieron hace rato al Victoria de Girón en un referente del espectáculo para el país por su colorido, sus iniciativas, su vitalidad.