La casi sorpresiva cumbre virtual del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), celebrada este lunes 4 de mayo con la participación mediante videoconferencia de representantes de la mayoría de los 116 países miembros, sienta pautas en cuanto a que fue la primera en la historia de esta agrupación internacional convocada para hacer frente a una pandemia y también porque, generalmente sin nombrarlo, hubo una especie de “convidado de piedra” hacia el cual estuvieron enfilados casi todos los dardos: Estados Unidos de América.
En este contexto, la participación de Cuba en la cumbre, convocada por iniciativa del presidente de Azerbaiyán y de los No Alineados, Aidar Alyiev, tuvo particular connotación, porque el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, con un discurso enérgico denunció la reciente agresión a tiros de que fue objeto la embajada de la isla en Washington, fuertes críticas al bloqueo a Cuba acrecentado por la actual dirección estadounidense, y en defensa de los pueblos de Venezuela y Nicaragua, víctimas de las agresiones del Imperio.
No se trata ahora de los tiempos en que el MNOAL se esforzaba por mantener una posición equidistante entre dos bloques de poder geopolítico y militar como la OTAN y el Pacto de Varsovia, aunque el primero —por desgracia— siga existiendo, sino que el Movimiento debe esforzarse hoy más que nunca por establecer una colaboración más estrecha entre sus miembros, ante el reto que representa la actual pandemia del coronavirus y las políticas egoístas de algunos estados que buscan el beneficio propio a costa de la expoliación a los demás, y eso lo dejó claro Díaz-Canel.
A propósito del daño provocado por el capitalismo neoliberal, que potencia el individualismo y la competencia feroz por sobre la colaboración y la solidaridad entre países, el presidente cubano sugirió que esa es la razón de la mayor gravedad y estragos que está infligiendo la epidemia mundial de la COVID-19, con su rosario de víctimas y los grandes perjuicios económicos y sociales que causa por doquier.
“Digámoslo con honestidad —subrayó Díaz-Canel—, si hubiéramos globalizado la solidaridad como se globalizó el mercado, la historia sería otra”. El mandatario señaló que “esta pandemia ha demostrado la fragilidad de un mundo fracturado y excluyente. Ni los más afortunados y poderosos —dijo— podrían sobrevivir en ausencia de quienes con su trabajo crean y sostienen las riquezas”.
A continuación, el orador vaticinó que “las múltiples crisis que está generando avizoran demoledores y perdurables efectos para la economía y todas las esferas de la sociedad”.
El presidente censuró fuertemente el excesivo gasto militar en el mundo y puso el ejemplo de Estados Unidos, país que está ejecutando este año un presupuesto bélico ascendente a 732 000 millones de dólares, cifra que representa el 38 por ciento del total en el planeta, cuando en realidad ese dinero debía ser puesto en función de las investigaciones en el campo de la medicina y en la producción de alimentos.
Díaz-Canel citó a propósito las palabras del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, cuando expresó: “…en vez de invertir tanto en el desarrollo de armas cada vez más sofisticadas, los que tienen los recursos para ello debieran promover las investigaciones médicas y poner al servicio de la humanidad los frutos de la ciencia, creando instrumentos de salud y de vida y no de muerte”.
Luego de reiterar el apoyo de Cuba a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el mandatario cubano ponderó los avances de la isla en el campo del desarrollo social y la medicina a pesar de las grandes afectaciones que provoca el bloqueo y expresó la voluntad de su país de colaborar con los demás estados que componen el MNOAL en la lucha contra la presente pandemia y en el terreno del desarrollo.
Realmente, las críticas a la política unilateral y egoísta de Washington no fueron privativas del máximo dirigente estatal cubano, sino que otros oradores también incidieron sobre el tema con variedad de matices, en un contexto donde salen a la luz cada vez más los trapos sucios de la actuación imperial, pues mientras acusa a otros de su desastre sanitario, se comporta como un pirata en la arena internacional, tratando de acaparar para sí equipos médicos y medicinas, llegando incluso al chantaje y al soborno, como reportan agencias de prensa.
Pero donde se puso de manifiesto de manera más evidente el espíritu que primó en esta cumbre virtual de los MNOAL, fue en su Declaración Final, donde de los 18 puntos de que consta, la mayoría aluden tangencialmente —sin nombrarlo— y de manera crítica al “convidado de piedra”, como cuando exhorta a brindar todo el apoyo posible a la OMS, organismo censurado por EE. UU., al que además le retiró su respaldo.
No obstante, hubo incisos que no pudieron ser más explícitos, como el número 12, donde se expresa “una enérgica condena a la promulgación y aplicación de medidas coercitivas unilaterales contra los Estados Miembros del Movimiento, que se aplican en violación de la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional”.
El citado acápite expresa, además, el apoyo —de conformidad con el derecho internacional—, a los Estados afectados por esas acciones, e insta a la comunidad internacional a adoptar medidas urgentes y eficaces para eliminar el uso de tales métodos, que son incompatibles, asegura, con los principios del derecho internacional o la Carta de las Naciones Unidas, con miras a garantizar la efectividad de las respuestas nacionales a la pandemia de la COVID-19.
No hay que ser un superdotado para intuir hacia quién o quiénes están dirigidas estas y otras saetas en la Declaración Final de esta cumbre virtual de los No Alineados a propósito de la presente epidemia de la COVID-19, porque deja entrever que hoy el mundo enfrenta, no una, sino dos gravísimas pandemias y que una de ellas se llama Estados Unidos, aunque con toda propiedad podría nombrarse también Donald Trump.
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