En un recodo del municipio de Sancti Spíritus el ronroneo de una máquina rompe el silencio de la mañana, desde lo alto de una retroexcavadora los ojos del hombre no se apartan de la cuchara con la que extrae tierra y otros materiales depositados en el suelo, después los arrastra y los deposita en la cama de un camión. La lengüeta abre y cierra una y otra vez, hasta que queda el terreno libre para la edificación de más viviendas en la provincia.
Desbrozar caminos, abrir atajos plagados de marabú o excavar terrenos peligrosos es difícil para cualquiera, no así para hombres como Aldo Herrera Rodríguez, un constructor multipropósito que opera con la misma maestría una retroexcavadora o retropala, un buldócer, una grúa de izaje o una motoniveladora.
Ni siquiera la COVID-19 ha podido desmontarlo del nuevo equipo que cuida “como la niña de sus ojos”, la más moderna de las máquinas que ha operado en sus cerca de cuatro décadas en el sector de la Construcción y que lo llevó a estudiar para transitar de lo mecánico a lo electrónico.
“Aun en medio de muchas limitaciones de recursos, y ahora ante una pandemia que da miedo, no he dejado de trabajar porque estos equipos son esenciales para la mayoría de las obras. En ellos he hecho de todo: limpieza de canales, nivelación de suelos, construcción de carreteras y canales, rebaja de taludes en terraplenes y cunetas de caminos…
“Sé que el nuevo coronavirus es peligroso, pero no me amilano. Tomo mis propias precauciones y aunque esté solo dentro de la cabina, nunca me quito el nasobuco. Mi familia no me presiona, pero se preocupa, aunque en el Micons se han tomado todas las medidas sanitarias”.
Como fundador de la otrora emblemática Brigada 20 y ahora integrante de la Unidad Empresarial de Base Movimiento de Tierra, perteneciente a la Empresa de Construcción y Montaje de Sancti Spíritus, Aldito, como le dicen todos, tiene su historia apegada a las mayores obras que se han levantado en la provincia y en las carreteras de acceso al territorio.
Solo operarios como él, acreedor por ocho años consecutivos de la condición de Vanguardia Nacional del ramo, pueden hablar de lo duro que es estar envuelto en el polvo bajo el quemante sol y “fajarse con el espinoso marabú, despejar kilómetros de franja como pasó cuando hubo que limpiar el canal en la presa Higuanojo.
“Uno de los mayores sustos lo pasé cuando un buen día me van a buscar a las nueve de la noche y me dijeron: ‘Se va la Zaza, tienes solo tres horas para hacer la excavación y se pueda poner la platina y dar acceso’. A las doce en punto terminé y se pudo reforzar el talud del embalse sin problemas.
“En estos tiempos de pandemia el trabajo ha sido fuerte porque las máquinas se rompen y dan su tanda. A fin de cuidar a los mecánicos y engrasadores de equipos que son muy experimentados, pero están mayorcitos y están en las casas, hemos tenido que asumir también el arreglo y engrase de los equipos, porque hay que garantizar su vida útil. Sin ellos no se construye”.
El ronroneo de la retropala continúa, hay que seguir reacomodando terreno para más viviendas. No hay horarios para cumplir compromisos, dice este hombre de 55 años que ve su labor como algo tan sagrado que va más allá del deber.
“La COVID-19 no me amilana. Ni muerto dejo de trabajar, porque eso para mí sí que es una enfermedad”.
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