Dicen que banquero es la persona dedicada al negocio de intermediación financiera y la imagen que se tiene de ellas es que la mayoría son hombres, grandes personajes estirados y altivos que sirven a los poderosos.
Quizás por eso me sorprendió esta mujer de estatura pequeña y tan comedida que raya la timidez, dueña de una humildad que esconden 42 años como trabajadora bancaria y fundadora del Banco Popular de Ahorro en Sancti Spíritus.
Si alguien le hubiera dicho a María Josefa Gutiérrez Lorenzo, Fefita, cuando llegó al banco de la calle Independencia con solo décimo grado que la mayor parte de su vida transcurriría en esa instalación hubiera dicho que era un trabajo fugaz porque los números no eran lo suyo.
“En aquellos tiempos no se requería tanto requisito, pero al final tuve que superarme y hubo un momento en que tuve que terminar la Facultad Obrera y Campesina para cumplir con lo que exigía la plaza. Al poco tiempo dominaba todo tipo de transacciones y aquí me quedé como la especialista comercial que hace los pagos a beneficiarios, los de comunidad matrimonial de bienes y a herederos y al mismo tiempo abrir nuevas cuentas, entre otros trámites”.
Despacio comienza a abrir recuerdos y cómo fueron los primeros tiempos cuando no había computadoras, todo se hacía a mano, se archivaba en un tarjetero por orden alfabético y se llevaba un libro de registro con el número de las cuentas.
“Para calcular los intereses había que hacer horas extras y trabajar de noche, y aun así no nos equivocábamos. En pleno período especial, con los apagones, emigrábamos hasta la zona de Acueducto, donde casi nunca se iba la corriente, para poder hacer las transacciones.
A pesar de que confiesa que su vida ha sido el banco, solo a través de sus compañeros de trabajo se puede adivinar la maestra de todos los que entraron después; para algunos esta mujer es una enciclopedia viviente, se conoce los archivos de memoria y está tan llena de este oficio que recuerda números de tarjetas de crédito y los códigos de los diferentes sitios; para otros es el sumun de la confiabilidad y de las pocas personas en el mundo financiero que puede hacer todo tipo de trámite sin cometer un error.
Ella dice que es solo una espirituana común que se lamenta porque su precaria salud la obliga a pedir la jubilación.
“Nadie me dijo que me fuera y, a pesar de que tengo muchos padecimientos, entre ellos la diabetes, y ya cumplí 61 años, en medio de la etapa de pandemia nunca me fui a casa. Y pudiera trabajar en otro lugar más cercano a mi hogar, pero no puedo. Este es mi banco, el que yo fundé con otros compañeros”.
La historia de Fefita va más allá de una sucursal y se extiende a la delegación de la Federación de Mujeres Cubanas, organización a la que también dedicó su tiempo como dirigente de base, a la familia, en la atención a la escuela de su comunidad en el barrio de Colón, su vínculo con la CPA Ángel Montejo, a esa paciencia infinita que la llevó a ser la maestra de todos y a que los clientes la prefieran por su trato.
“Se explicar a las personas, quizás por eso quieren venir conmigo, pero no me atrevo a hablar en público”.
Tras varias confesiones, asegura que nunca dejará de ser trabajadora bancaria y no pierde la esperanza de que, tras un breve receso, pueda regresar a apoyar a “sus muchachos”, y tampoco dejará de contribuir en el incremento del uso de las tarjetas magnéticas para que la sucursal cumpla con los objetivos de trabajo de este año.
“No me canso de repetir cuánto me gusta este trabajo. Es difícil y de mucho cuidado, pero el banco siempre ha sido organizado. Aquí dos por dos es cuatro y no puede ni sobrar, ni faltar. Y ni hablar de la honestidad. Para mí el dinero es un papel que ni siquiera es mío, y lo ajeno se respeta”.
Extraordinario ser humano.
Resumiendo y expresando mi criterio personal…..La conozco, María Josefa es el ejemplo viviente para las trabajadoras bancarias, sirva su obra de escuela para aquellas que trabajan en esa institución…..
Gracias y muy buenas energías a todos.